sábado, 8 de agosto de 2009

Envejecer con Vos

ENVEJECER CON VOS
DE
RAFAEL NOFAL
Nada. Solo la inútil y dolorosa ceremonia del desamor. Un reñidero en el que dos tristes pavos reales giran en la grotesca danza del desencuentro. Y otra vez la nada.-.
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Un baño blanco. Es un espacio pequeño en el inmenso escenario vacío. Todo es blanco: Los sanitarios, el piso, la cortina que oculta la ducha, etc. Allí un hombre de entre cuarenta y cincuenta años se tiñe el pelo, se mira al espejo.
EL: Pelo tengo mucho todavía...debe estar todo blanco abajo. ¿Para que mierda me tiño? Para verme mas joven, para que me vean mas joven...las chicas, las mocosas que me gustan pero no me dan bola...ya no me agarra... me queda como pelirrojo. No da para más. ¿Hasta cuando podré seguir así? En realidad espero un gesto tuyo para dejar de hacer este esfuerzo inútil. Gesto que no harás nunca. Es suficiente que yo lo espere para que evites hacerlo. Pelo joven, cabeza vieja por dentro. ¿Esto es el amor? ¿Esperar el gesto? ¿Esperar la caricia? ¿Mendigar la caricia? ¡Que cara de boludo! ¡Aquí con ustedes “El gran Boludo”! ¡El Rey de los Boludos! ¡El boludo que espera! ¡El boludo mendicante y llorón! Bueno...pero eso es para adentro, porque de la puerta para afuera, el boludo aquí presente es bastante exitoso...¿Exitoso? ¿De que éxito hablás? ¿Ves que sos un irremediable boludo? Estúpido, estúpido mediocre...apenas tuerto en el país de los ciegos. Ya se, mañana voy a salir de aquí, saco y corbata, gesto ganador, conmigo no pueden, con papá van a tener que hamacarse, a mi no me arrean así nomás. Y es verdad, al menos para algunos. Siempre hay algún gurka que te mira con cierta admiración, con temor, por ahí hasta con envidia. Temprano tengo que hacer la transferencia, no me tengo que olvidar. Ir al banco, no olvidarse. Pero atrás dejo el cepillito de teñir, el colmillo que me molesta, la dentadura que no me agarra bien...me acomodo la sonrisita ganadora...así...No, es mas de costado...así, con la ceja medio levantada...ahí está. ¡Hola chicas! ¿Le pasas este papel al contador? No es más que eso...evitame la cola, flaquita. ¿Si? Gracias. Sonrisa y beso...Ganador....La puta...¿que hice mal? ¡Decime que hice mal! ¿Qué hiciste mal, che boludo? ¿Dejar todo? ¿Intentar empezar de nuevo? Tengo un punto negro aquí. ¿Esto era lo que quería, lo que soñaba? Tengo que acostumbrarme a andar así...columna estirada, los rollos se notan menos...la puta, me canso...pero hay que tratar. ¿Para qué? Si le gustara así, canoso y con rollos, no me tomaría semejante trabajo...A ella, a la tierna damisela del dedo acusador, la que no comete errores. Y por supuesto, como no los comete, no los perdona. ¿A la señora no le importa como me veo?...No contesta...me esfuerzo al pedo. No sabe, no contesta, no habla...No. Ella habla solamente cuando extiende el índice. Me están saliendo pelos en las orejas. Tijerita. En la nariz también. Tijerita. Cuando uno se va volviendo viejo le salen pelos en los lugares mas raros. Macho peludo. El pelo en la nariz te hace invulnerable, fuerte, viejo y sabio ¿sabio?...Pelotudo insigne, chiquito, mal aliento, tonto, tonto para la vida. ¿Esto era lo que quería? Si mal no recuerdo era una casita con jardín adonde venir a refugiarme. A protegerme del afuera, jodido y castigador. Una casa con un grillo en un rincón que no me deja dormir, pero no me importa porque yo estoy feliz de que no me deje dormir, porque forma parte del todo que yo había soñado. Pero no, el círculo se va cerrando, ahora el baño es el lugar, el refugio. Nada de casita kitch, viejo boludo. El baño es el lugar...y a veces ni aquí, porque el dedo es omnipresente. No voy a salir, no pienso salir. Aquí estoy bien, agua, un inodoro, espejo, cepillito de teñir, tijerita...¿qué mas puede pedir un hombre? Si pudiera fumar...pero no, esto se llena de humo y a ella le molesta. A la dama impoluta que todo lo controla y de todo se queja, le molesta. Olor de mierda deja el cigarrillo...a mi no me molesta. Antes a vos tampoco te importaba ¿te acordás? “Uno ama de verdad cuando ama hasta los defectos del otro”, decías. Hasta, a veces, tomabas una ginebra conmigo. Tampoco te molestaba el aliento a alcohol. Todo se fue a la mierda. Se fue cayendo despacito. Como el país. Uno veía venir el desastre, pero cerraba los ojos, no quería ver. O pensaba que era algún cimbronazo pasajero. Pero no. Era el derrumbe. Derrumbe definitivo. Shhh...cállese, un tipo como usted no acepta los derrumbes. Ponga el cuerpo y aguante. Aguante y construya. Solo. No esperés ayuda porque no la vas a tener. ¿Quiere ayuda? No hay. ¿Quiere un gesto de ternura, que lo aliente, don? No hay. ¿Una caricia que le haga mas llevadera la puta vida? No hay. Pero no importa. Bancárselas y construir, loco, construir a pesar de todo. Aunque la señora no vea. Construir...Construí primero el pelo, después la panza...parate bien, que los rollos no existan. ¿Que querés de mi? ¿Que querés de mi? Esto soy. Esto doy. No puedo dar más. No tengo más. Tengo este gestito así, chiquitito, chiquito y estúpido. Así. Ah! También tengo sueños. Si, aunque nadie y menos vos, lo crean, tengo sueños. A esta edad, a pesar del pelo y de los rollos, tengo sueños como cuando era chico. Mas modestos, claro. Por lo menos no quiero vivir así. Quiero salvarme de la mierda. Quiero flotar, caminar sobre el mar de mierda...sentir las olitas bajo las plantas de los pies y caminar hacia la costa, hacia tierra firme, donde me esperen, donde alguien me espere. Alguien. No como el salvador, no. Simplemente como el que no se hundió, el que pudo caminar sobre ese mar de mierda y...y... Mirá las boludeces que digo...Bueno, en realidad es como una sensación, una sensación linda, como de buen sueño. Es al revés de esos malos sueños en los que querés correr, escapar y tenés el cuerpo pesado, hacés un gran esfuerzo, querés correr, pero no podés, te hundís, y cuando te estas ahogando te despertás agitado y con sed...¿Cuántos años tengo? Medio siglo...cincuenta...medio siglo...de eso también quiero escaparme. Del medio siglo de amigos muertos, de soledades, de hijos nacidos y olvidados., de muelas que se han ido perdiendo, careando. Dientes no, los tengo todos...pero muelas... De arrugas, de borracheras, de orgasmos...¡Ay, los orgasmos! ¡Tanta energía tirada a la basura y que ahora me vendría tan bien! Tanta leche desperdiciada. Pero no se...Dicen los machos viejos, los que conducen el rebaño, que así se aprende a vivir, derramando pedacitos de uno en cualquier agujero...¿Qué es esto, che? ¿Un balance? ¿El balance de los cincuenta? ¿Y porqué mierda tengo que hacer un balance, yo? No quiero. No me estoy por morir. Tengo mucho que hacer todavía. Con vos o sin vos. Yo soy como los perros ¿me entendés? Me muerden , me sacuden, me arrastran por el suelo, pero me levanto y sigo peleando. No se si voy a ganar, es mas, no se si me importa ganar, pero sigo peleando. A mi no me van a voltear así nomás, ni vos ni nadie.
ELLA: (Desde detrás de la cortina plástica que oculta la ducha.)¿Terminaste? ¿Me puedo ir? Tengo sueño.
EL: ¡Ah! La señora tiene sueño...No, no he terminado. Hoy quiero ser escuchado. Una sola vez, por lo menos quiero ser escuchado.
ELLA: Y que tengo que escuchar? ¿El festival de la autocompasión?
EL: (Apartando la cortina. Ella está sentada en la bañera. Unos cuarenta años, linda, camisón de satén.)No es autocompasión. Es la mierda de vida que tengo y en mi vida estás vos...no se si te enteraste. Sos la actriz principal.
ELLA: Y la culpable de todo, por supuesto. Me quiero ir.

EL: ¡No te vas de aquí hasta que a mi se me antoje!
ELLA: ¿Y que vas a hacer? ¿Me vas a pegar? ¿Vas a empezar a golpearte el pecho como un mono? Esos son tus recursos. Así establecés tus diálogos.
EL: ¡La puta que te parió! ¿No te das cuenta que soy un ser humano que sufre, que ya no sabe como hacer para que esto funcione de otra manera?
ELLA: Claro que no sabés. Nunca supiste. Nunca te enteraste como se hace para vivir con ese bicho raro que es una mujer. Y no hablo de mi, hablo de todas.
EL: Hablá por vos. No conocés el resto de mi historia. No conocés mi relación con las otras.
ELLA: Hablo por todas, porque vos has sido siempre igual...unas bestia que se golpea el pecho , grita o llora, según le convenga. Siempre primario.
EL: Sos fría. Fría como un cuchillo. Y egocéntrica además. Nunca te va a interesar lo que le pase al otro, lo que sienta el otro.
ELLA: Es tarde. Me quiero ir.
EL: ¿Y que te importa a vos que sea tarde? Soy yo el que mañana tiene que ir a trabajar. Soy yo el que mañana tiene que dar la cara.
ELLA: Estoy muy cansada.
EL: Claro. Me olvidaba que sos la dueña del cansancio. La reina del dolor de cabeza.
ELLA: Dejame pasar.
EL: (Sentado en el inodoro) ¿Cómo podés ser tan dura, tan insensible? ¿No te das cuenta que ya no se como arreglar esto? ¿Qué se me va la vida en cada pelea?
ELLA: Si me doy cuenta. Pero así no se arregla nada. Los gritos y las lágrimas no sirven. Nada de lo que hacés, sirve. Yo te voy a explicar como...
EL: ¡No quiero explicaciones! ¡No necesito explicaciones! Necesito una caricia, un gesto tierno, una palabra amable.
ELLA: Dejame pasar.
El: (La abraza por detrás, la besa.) Hija de puta. ¿No te das cuenta de lo que necesito? ¿No podes ser menos dura, una vez en tu vida? Un puto gesto de ternura, es todo lo que quiero.(La besa y la acaricia.) ¿Qué menos le puede pedir un hombre a su mujer?(Le toma las manos. la obliga a acariciarlo. Ella no se resiste. ) ¿Tan poca cosa soy para vos? ¿No merezco nada tuyo? ¿No sentís nada? (Le baja la bombacha. Le acaricia el sexo) ¿Que mierda soy yo para vos?
ELLA: Violame, es lo único que te falta.(Forcejean.) Por lo menos tené cuidado con la cortina.
EL: (La deja. Arranca a tirones la cortina de la ducha. Se sienta en el inodoro) ¡Mirá lo que hago con tu cortina! ¡Mirá! Hija de puta...hija de puta...sos de hielo. ¿No hay forma de arreglar esto? ¿Que tengo que hacer? ¿arrastrarme? ¡Porque no me di cuenta antes...! ¿¡Por que, carajo, por que!? !No puedo mas...no quiero mas... Ya está. Terminemos con esta historia. Tenés razón, es tarde...yo no puedo seguir así. No puedo ir a trabajar así. Mañana me tengo que levantar temprano. Andate.
ELLA: (Trata inútilmente de arreglar la cortina.)Siempre destruís lo que yo hago. Así sos. Así has sido siempre. Ahora vas a hacer el numerito del macho humillado. No se consigue nada de esa manera. Ni violencia, ni lágrimas sirven. Andá a acostarte. Mañana cuando estés mas calmado, vamos a hablar.
EL: No quiero calmarme. Quiero estar solo. Andate por favor.
ELLA: Vamos a dormir.
EL: ¡Andate, carajo! ¡Dejame solo! ¡No me toqués!
ELLA: No grités, es tarde.
EL: Necesito gritar porque sino me ahogo. Salí de aquí, este es mi lugar.
ELLA: No sabés lo que decís. Dale, vamos a dormir.
EL: No quiero dormir. Quiero estar solo, quiero respirar. Andate.
ELLA: Necesito el baño.
EL: Meá en otro lado. Quiero quedarme aquí, con mi cepillito y mi tijerita.
ELLA: ¿Te das cuenta que así no se puede hablar? Así, no hay razones que valgan.
EL. Me importan un carajo las razones. Yo quiero amor, no razones. Pero mirá a quien le pido amor...Sos una discapacitada del alma, nunca vas a entender lo que necesito.
ELLA: Claro que se lo que querés. Pero no le pidas amor a una mujer a la que has maltratado física y emocionalmente.
EL: Vos me has maltratado. Vos y tu intolerancia. Vos y tu dedo acusador. Pero no vamos a empezar de nuevo, no me vas a enredar de nuevo. Andate, dejame solo.
ELLA: No. Yo también quiero ser escuchada alguna vez.
EL: Ya te escuché lo suficiente. Diez años te escuché.
ELLA: ¡Mentira! Nunca me escuchaste.
EL: Andate. Salí de mi territorio.
ELLA: No quiero. Este baño también es mío. Esa cortina que rompiste la hice yo con mis manos.
EL: (La empuja.) ¡Salí de aquí!
ELLA: ¿Qué? ¿Vas a pegarme? ¡Dale, pegame!
EL: (Abre la puerta y la saca a los empujones.) ¡Andate, dejá de provocarme!
ELLA: ¡Quiero que me pegués...¡ ¡Dale, pegame!
EL: ¡Salí de aquí!
(Consigue sacarla del baño. Ella finalmente se sienta en el piso del otro lado de la puerta.)
ELLA: Hijo de puta. Compadrito de barrio. Eso sos, un compadrito de barrio, golpeador de mujeres.
EL: ¡Callate! ¡No te quiero escuchar!
(Se tapa los oídos. Busca desesperadamente en un bolsillero del baño algo
con que amortiguar las palabras que llegan del otro lado de la puerta.
Finalmente encuentra restos de cinta de embalar con la que sella los
intersticios.)
ELLA: Tenés miedo de escucharme. Como siempre.
EL: No te escucho. No te escucho.
ELLA: Si me escuchás. Aunque no te guste. ¿Ves? Siempre fue así. Desde que estamos juntos, siempre fue igual: Vos interrumpiéndome siempre. Nunca dejarme desarrollar una idea. Siempre poniendo zancadillas para no escuchar lo que no te conviene. O compitiendo: Si yo reclamo algo, vos buscando otra cosa, algo que yo haya hecho para invalidar el reclamo. Si te señalo que vos dejaste las medias sucias en el piso, al lado de la cama, vos marcás que yo dejé la bombacha colgada del caño de la ducha. Si digo que jamas sos tierno, que únicamente me acariciás cuando querés coger, vos decís que te sentís solo y que nunca recibís una caricia, salvo en público. Claro, a vos te molestan las caricias en público porque un macho no acaricia ni se deja acariciar delante de la gente. Porque así sos. Así es el macho argentino, no hay que mostrar ternura en público. Porque la mujer de uno no les gusta a ellos en público...en público tienen que gustar las mujeres ajenas, nunca la propia. Con la mujer del amigo si se tiene gestos amables, si se le dice que está linda, se le alaba la comida, a la de uno no. Eso está prohibido en el código del macho. ¿Qué? ¿Vos te crees que yo no me siento sola? ¿Sin tener con quien hablar? Pero hablar de verdad, no trivialidades. No “¿Que comemos mañana?” o “José necesita una silla de ruedas nueva.” O tus anécdotas del trabajo. No. Hablar de verdad. De las cosas que hacen que esta relación se hunda. Si, vos lo has dicho, se va a la mierda. ¿Y sabés porqué? Por tu incapacidad para escuchar. Por no saber decir las cosas a tiempo. Por no saber pedir disculpas cuando hace falta. Porque no, el “pantócrator” nunca pide disculpas, porque el no comete errores, el nunca tiene la culpa de nada. Si llegamos tarde es porque yo me demoré maquillándome u ordenando la cocina. Pero claro, el se viste, se sienta y espera...y fuma... Y yo tengo que ser la estúpida que haga todo. El no. El piensa en él, en sus cosas. Y va y viene con su portafolios, por la vida como si nada mas importara. Y silba. Porque al señor el silbido lo aísla, lo encierra. Es una coraza que nadie puede romper. Y yo me quedo muerta de rabia, afuera. No sabés como odio tu silbido. Silbar significa: “Bajé la persiana. Podés gritar lo que quieras, ya no estoy. No escucho.” Y si hablás es peor. Porque te ponés violento y te golpeas el pecho como un gorila. Usas las peores armas. Bastardeás todo. Todo lo que te haya contado sirve para ser bastardeado y ser usado de la peor manera en la discusión: Que mis anteriores parejas. Que “el pobre boludito ese...” o “el muerto tirado a empresario...” o “el fracasado...” Nadie sirve, nadie que haya estado a mi lado. Todo era mugre y tengo que darte gracias a vos por haberme salvado del pantano. Porque según vos mi vida era un desastre hasta que vos llegaste. Claro, el “pantócrator”, el que todo lo sabe, el que todo lo puede, viene a salvar a la perdida. Y yo tengo que agradecértelo eternamente. ¿Agradecer qué? ¿Esta vida de silencios? ¿De no ser escuchada nunca? ¿De hablar siempre con una pared? ¿ Con un tipo que silba? ¿Qué no habla ni escucha? ¡Y después pedís ternura! Llorás y pedís ternura. El supermacho, el que todo lo puede, llora. Llorás como mujer lo que no has sabido conservar como hombre. Porque una mujer se cuida, por si no sabés. No podés pedir ternura si no has sabido darla. Una no puede ser tierna con un cactus aunque llore. Y no podés decir que siempre he sido así, fría, porque es mentira. Yo te esperaba...no sabés como te esperaba. Cocinaba para esperarte. Y cuando llegabas la comida siempre estaba fría. Porque el señor, llegaba tarde, siempre tarde...tenía que trabajar. Por supuesto cualquier cosa era más importante. El trabajo era más importante que la tonta que esperaba. Y me harté. Claro que me harté. Ahora venís y si no hay comida, lo siento. ¿Qué soy yo? ¿ La cocinera? ¿La estúpida que espera a que llegue el “pantócrator” siempre mudo, siempre sin nada para decir? Me harté. ¡Y ahora te acordás de cuando decía que el que ama, ama hasta los defectos del otro! Bueno, ya no pienso así. Me pudren tus defectos. Me pudre tu silencio...o tus ataques de violencia o tu torpeza cuando me buscás para hacer el amor. Ese no es el tipo del que yo me enamoré. Yo me enamoré de otro. Me enamoré de un hombre tierno que escuchaba, que sabía calmarme cuando yo me ponía mal, que siempre tenía un gesto amable cuando a mi me hacía falta...y eso duró un año, mientras fuimos amantes. Porque al otro día de irnos a vivir juntos, todo cambió. No mas ternura, no mas cuidados. Apareció el hombre hosco, áspero en el mejor de los casos. Porque también apareció el “australopithecus”, el que se golpea el pecho para afirmar sus razones. Yo me enamoré de otro, de una imagen que yo tenía de vos, de una mentira. Y todo por las ganas que tenía de ser bien tratada, de estúpida, de carenciada, de ingenua, de ganas de creer que había hombres distintos. Y ya ves que me equivoqué...otro fracaso. Otro mas para sumar a la larga lista. A mi colección de fracasos.
(Durante este monólogo, el estuvo sentado en el inodoro realizando pequeñas acciones con el papel higiénico.)
EL: No me pienso hacer cargo de tus fracasos.
ELLA: Vos no tenés la culpa. Soy yo la que siempre eligió mal. La estúpida, la boluda que siempre terminó ensartándose por no saber ver, por no saber escapar a tiempo. Primero, con un tipo encantador pero inútil para la vida. Después con el otro...una bestia muy parecida a vos, aunque no te guste. Y ahora entrampada aquí...Igual...igual que el otro. Que no saben lo que es una mujer...que no saben como se trata ese bicho raro que es la mujer. Todos se mueren de amor pero no saben como tratarme. Ninguno se toma el trabajo de tratar de entender como soy.
EL: Yo se como sos: Intolerante, egocéntrica, fría. El mundo tiene que girar alrededor suyo, de lo contrario nada sirve. Ella la única que siente, la única que sabe, ella la dueña de la verdad, ella la que necesita atención. Yo no. Yo no siento nada, no necesito nada, ni palabras amables, ni ternura, ni caricias...Yo soy torpe para buscarla en la cama, pero ella nunca hará un gesto. Y si accede a la propuesta de la bestia que ella aceptó que duerma a su lado, será con resignación, haciéndote sentir que “te atiende”, que “se deja” a pesar de estar cansada, o con sueño o triste o no se que mas mierda.
ELLA: Somos distintos, lo siento. Yo necesito estar bien. Descansada. Además necesito que me seduzcan, no que me toquen el hombro. Un poco de romanticismo, es todo lo que pido.
EL: Hoy a mí me exigís eso. Antes no. Con los otros eras la diosa del erotismo.
ELLA: Vos que sabés.
EL: Yo sé. Claro que sé. Vos me lo contaste con lujo de detalles. Y no solo a mí, al que iba pasando.
ELLA: Hijo de puta. ¿Ves que bastardeás? Siempre usando cualquier dato que hayas obtenido por ahí, para joderme.
EL: (Mientras habla, saca la cinta que bloquea la puerta y la abre.) No bastardeo nada, repito lo que vos contás. Eso no es bastardear. Porque esa es otra de tus virtudes: Lengua larga y falta de pudor. Todo lo contás. ¿Qué me pedís? ¿Qué yo sea Becker? Bueno, no soy. Esto soy: Un animal, un mono, como vos decís. Pero un mono que te quiere y que lo único que pretende es ser bien tratado. ¿Es mucho pedir?
ELLA: ¿Ves? Ya empezás a golpearte el pecho. ¿Para decirme que me querés, necesitás golpearte el pecho?
EL: Yo, por lo menos así. ¿Y vos?
ELLA: Yo ya no se si te quiero. No...no...yo no puedo querer a un hombre así.
EL: Si no me querés, andate. Levantá tus cosas y andate. Yo no necesito una mujer que no me quiera.
ELLA: Esta casa también es mía. Yo puse todo mi esfuerzo aquí. ¿Por qué me tengo que ir?
EL: Por dignidad. Nadie se queda al lado de alguien que no quiere.
ELLA: ¿Vos me hablás de dignidad? Mirate. Mono, en calzoncillos. A medio teñir.
EL: (La empuja y vuelve a cerrar la puerta.) Sos una hija de puta. ¿Por qué me torturás así? ¿Porqué me agredís así, carajo?
ELLA: No agredo, digo la verdad. Si la verdad te duele lo siento. Porque vos no te ponés así porque te hable de tu pelo. Te jode saber que ya no te quiero. Bueno, lo siento, a eso lo construiste vos.
EL: ¿Cómo he construido tu desamor? ¿Yendo todos estos años a trabajar, como un boludo, para tener lo que tenemos? ¿Llevándote, trayéndote, aguantando tus berrinches? ¿Poniendo el lomo en esta casa?
ELLA: Por eso estamos como estamos. Porque vos crees que eso es todo lo que necesita una mujer. Una mujer también necesita ser escuchada, cuidada.
(El juega el diálogo con dos cepillos para el pelo, como si fueran títeres.)
EL: ¡Sos cuidada, mierda! ¡Sos escuchada! ¿Cómo no vas a ser escuchada si sos la única que habla todo el tiempo hasta por los codos. Yo, yo, yo, bla, bla, bla... yo, yo, yo, ble, ble, ble... Te quejás de llena. Porque en la puta vida has tenido cerca, un buen tipo. Un boludo, torpe y rutinario si querés, pero que se jugó la vida por esta pareja.
ELLA: No entendés. No vas a entender nunca. Para vos todo es demasiado simple: Ir, venir, trabajar, comer, tener tu dosis de sexo higiénico...
EL: Sexo higiénico tengo cuando quiero ¿me entendés? cuando se me antoja. Yo necesito una mujer que me quiera, no sexo higiénico. Boluda, insensible. Vos tampoco entendés nada.
(Largo silencio. El abre la puerta.)
ELLA: Necesito el baño.
EL: Yo quería envejecer con vos.
ELLA: Cuando pienso que voy a envejecer así, me da terror.
EL: ¿Qué vamos a hacer?
ELLA: Dormir. Permiso, por favor.
EL: Dormir, sí. Como si aquí no pasara nada.
(El la deja pasar. Ella entra al baño y cierra la puerta.)
ELLA: Pasa lo de siempre.
EL: Sos dura. Dura y mala.
ELLA: Andá a dormir.
EL: Y vos meá, meá mucho A lo mejor así expulsás todo el resentimiento que tenés adentro.
ELLA: No puedo orinar si vos estás ahí, detrás de la puerta, vociferando.
EL: No me voy a ir. Quiero saber que mierda nos pasó.
(Ella en el inodoro. En efecto, hace esfuerzos pero no puede orinar.)
ELLA: Muchas noches me quedo despierta, pensando en la oscuridad. Soñando que te morís y al fin me quedo sola. Que no tengo que compartir nada con nadie, con ningún hombre. Y que sola vuelvo a reconstruir todo, como otras veces lo hice. Sin que nadie me ronque en el oído con ese resuello de oso y ese insoportable olor a cigarrillo y alcohol que tengo que soportar todas las noches.
(El se sienta lentamente en el suelo. Ella limpia meticulosamente los cepillos.)
EL: Yo podría dejar de tomar mi whisky de las noches que tanto te molesta. ¿Pero porque voy a dejar de tomarlo? Es el único placer que me puedo permitir en esta casa.
ELLA: Gracias.
EL: De nada. ¿Sabés? Yo también me quedo muchas noches despierto pensando como pudimos llegar a esto, si todo iba a ser distinto. Si lo único que faltaba para completar el idílico cuadro, era irnos a vivir juntos y compartir todo lo que hasta entonces no habíamos podido compartir, toda la rutina diaria que ahora tanto te jode y de la que según vos, soy el único culpable. Compartir la mesa, la cama. No tener que hacer el amor en un telo y en días previamente establecidos.
ELLA: Nunca me voy a olvidar de ese día. Todavía éramos amantes. Yo estaba muy mal, chorreaba los mocos, estaba muy congestionada, pero como era el día que “tocaba” hacer el amor, había que hacerlo a como diera lugar, no importaba que me sintiera mal o que no estuviera en condiciones. Me acuerdo como te pusiste cuando te propuse dejarlo para otro día. Dijiste que estaba bien, que hiciéramos como yo quisiera y te fuiste sin despedirte. Yo necesitaba tanto que te quedaras conmigo, que me hicieras un té, que me preguntaras si necesitaba algo. Pero no. Eras el macho insatisfecho porque la hembra no había cumplido con su deber. Ese día debería haberme dado cuenta de cómo eras, de cómo actuarías en el futuro. Ahí tendría que haber terminado todo y hoy no estaría aquí sin saber como salir de este pantano en el que estoy.
EL: Sos tan tonta, tan insensible...tan egocéntrica. Yo también tendría que haberme dado cuenta ahí que esto no iba a funcionar. Si alguien puede privilegiar los mocos al amor, si no puede superar una pura circunstancia física a la posibilidad de compartir un momento supremo, único. El momento que tienen dos tipos, llenos de dificultades para juntarse, pero que han convenido que ese va a ser “el momento de estar juntos” a pesar de cualquier cosa...Si los mocos o el dolor de cabeza, importan mas, es porque no se piensa en el otro, en los dos, se piensa en uno. En lo que a uno le molesta, le incomoda. Pero ¿y el otro? ¿El que esperó toda la semana para sentirse importante para alguien? ¿Para sentirse querido, atendido por alguien por única vez en siete días? Ese no importa, ese puede esperar, importan los mocos, el malestar del resfrío, el no verse bien. Porque no importa, no solo la necesidad del otro, tampoco importa la mirada del otro. Importa tu mirada, sobre vos misma.
(Ella consigue orinar. Aprieta el botón de descarga del tanque de agua.)
ELLA: La vulgaridad es lo que me espanta. Esta vulgaridad en la que hemos caído. Yo quiero, necesito alguna sutileza, una mínima elegancia para vivir. No soporto esta estupidez cotidiana. Caer en lo que todos caen. En las peleas, los gritos y la violencia por lo cotidiano. No soporto tu obsesión por el orden, por respetar lo establecido. Los domingos asado o visita a tus padres. Me dan nauseas las conversaciones sobre dinero que tienen en tu familia, los manteles con manchas, la mesa mal puesta. El futbol, odio el futbol y la televisión encendida a la hora de almorzar.
EL: ¿Ahora le toca a las familias? Empezamos a hablar de las familias. Perfecto. Hablemos de tu padre y de tus hermanos.
ELLA: ¿Y que tenés que hablar de mis hermanos, vos? Si no los conocés. Si no tenés qué decir de ellos. Y de mi padre, menos. Vos no sabés lo que era mi papá. Todo lo que me dio mi papá. Ese si era, es, un hombre. Un hombre como vos nunca vas a poder ser. Nunca.
EL: Vas a volver a contar la misma historia.
ELLA: ¿Por qué no? Total nunca la escuchás de verdad. Y si la escuchás, no conseguís decodificar lo que significa.(Pausa) Mi papá escuchaba música clásica con los ojos cerrados. Eran discos que encargaba por catálogo y que fue guardando hasta que pudo comprar el tocadiscos. El escuchaba y yo dibujaba tirada en el piso. Eran los momentos más felices. Estábamos los dos solos. El llegaba del trabajo, se bañaba, se cambiaba, se sentaba en su sillón con el lugar en penumbras. Afuera hacia calor, siempre hacia calor. Y empezaba la música. Ninguno de los dos hablaba, pero era nuestro momento, era cuando lo tenía para mi. Solo yo compartía esa parte de su vida con él. Ni mis hermanos ni mi mamá...debe ser por eso que amo la música clásica.
EL: Mirá vos que padre maravilloso. Culto y refinado el señor. Culturas distintas y clases distintas...porque mi viejo no era así... ¿Cuántos años tenías en tu maravilloso recuerdo?
ELLA: Nueve o diez.
EL: Yo en cambio a esa edad me acuerdo de mi viejo matando un gallo en el fondo de la casa. Para el almuerzo, supongo. Yo andaba jugando por ahí pero cuando vi los preparativos, me acerqué al gallinero. Me fascinó la presunción de la muerte que el animal tenía. Nada aparentemente hacía suponer que él sería el elegido, pero cuando mi viejo se acercó al gallinero, comenzó a correr desesperadamente. Mi viejo lo arrinconó y lo agarró de las patas, lo sacó –me acuerdo como si fuera hoy- y justo a mi lado le torció el pescuezo y luego lo soltó. El gallo saltaba con movimientos desarticulados a mi alrededor. Recuerdo que di un grito y salí corriendo a esconderme debajo de mi cama. Recién entonces mi viejo pareció darse cuenta de mi presencia...supongo que mi huida le debe haber parecido un acto de suprema cobardía, porque fue a buscarme, me sacó de un brazo de mi escondite y me llevó de vuelta al patio. Allí me obligó a presenciar la agonía del gallo hasta el final...El animal saltaba en los últimos espasmos. Yo no podía respirar, ni llorar, ni nada. Solo miraba. Cuando el gallo se quedó definitivamente quieto, mi viejo me dejó ir. No me acuerdo más.
ELLA: ¿Ves que somos distintos? ¿Qué nunca podríamos funcionar juntos?
EL: ¿Y recién ahora te das cuenta? ¿Después de diez años?
ELLA: Hace tiempo que me di cuenta.
EL: ¿Y porqué seguimos?
ELLA: Por inercia, supongo.
EL: ¿¡Y porqué mierda nos juntamos entonces, carajo!?
ELLA: Por calentura, por necesidad... o por las dos cosas.
EL: ¿Cómo podés tener una explicación fría y racional para todo?
ELLA: Porqué pienso. Todo el tiempo pienso en nosotros.
EL: ¿Y?
ELLA: ¿Y qué?
EL: ¿Qué pensás? ¿Qué salida encontraste?
ELLA: ¿Salida? Ninguna.
EL: Entonces ¿qué hacemos?
ELLA: No sé.
(Largo silencio. El se levanta del piso.)
EL: ¿Salís mañana temprano conmigo?
ELLA: Sí. Tengo que retirar unas órdenes de análisis.
EL: ¿Te pasa algo? ELLA: No. Son los análisis de ruti
ELLA: No. Son análisis de rutina nomás.
EL: ¿Saco algo del freezer?
ELLA: Las pechugas de pollo.
EL: Se pueden descongelar en el microondas.
ELLA: No. Quedan como hervidas. Mejor sacalas.
EL. Esta bien.
ELLA: Por favor, sacá la basura antes de acostarte, que después hace mal olor.
EL: Bueno.
(El lentamente se pone en camino mientras baja la luz.)
FIN
Rafael Nofal
Marzo de 2002
Pje. Alvarez Thomas 2369
Tel 0381-4343092
S.M. de Tucumán- Rep.Argentina

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