lunes, 5 de enero de 2015

EL TIEMPO DE LAS MANDARINAS (Dirección: Jorge de Lassaletta) 2014

                                     Tuly Lopez, Kika Valero, Romina Muñoz, Ines Haedo

sábado, 3 de enero de 2015

MARATHON de Ricardo Monti



Acerca del montaje de MARATHON de Ricardo Monti


Hoy, a la distancia, en el tiempo y en el espacio, recuerdo cuando casi por casualidad cayó en mis manos una nota que alguna revista especializada le había hecho a Ricard Salvat. Me dije entonces, y a pesar de venir de un largo tránsito por los siempre sinuosos caminos de la dirección teatral,  en mi país y en latinoamérica: “De este hombre de teatro tengo mucho que aprender”. Algún tiempo después, entre varios jóvenes directores argentinos, tomaba aplicadamente clases con Ricard en un seminario de puesta en escena, que impartía en el Teatro San Martín de Buenos Aires. Algo mas tarde, con una beca de la Universidad Nacional de Tucumán,  me encontraba en Barcelona para desempeñarme como  su ayudante de dirección en un montaje de “En la Ardiente Oscuridad” de Buero Vallejo, y bebiendo con fruición cada palabra de quien yo había adoptado como “maestro”, casi a pesar de él. Finalmente esta relación devino en la posibilidad de montar “Marathon” de Ricardo Monti.


Con Manuel Maccarini en la presentación de EL TIEMPO DE LAS MANDARINAS Y OTROS TEXTOS

viernes, 2 de enero de 2015

Prólogo de "HACHA Y QUEBRACHO" de Raul Dargoltz

EL TEATRO EPICO DEL SALITRAL



¿Que es “Hacha y Quebracho”? ¿A que nos remite la sonoridad  de la frase?                                                 
Cualquier santiagueño que se precie ligaría el significativo golpe de las dos “CH” a Raúl Dargoltz. Hombre de teatro, historiador, investigador, pero fundamentalmente un intelectual preocupado por los destinos de su tierra natal.
                    “Hacha y Quebracho” es, que duda cabe, una especie de marca registrada en el imaginario popular de la provincia en estos últimos años, porque nombra varias cosas: un libro de ensayos sobre la realidad santiagueña publicado en el año 91, una sala de teatro que durante algún tiempo regenteara  su autor junto a Tito Díaz o un texto teatral de notable aceptación pública, cuya fuerza testimonial ha convocado desde que comenzó a rodar, allá por 1984, a miles de espectadores en los lugares mas insólitos.
                  Obra extrañamente maleable, que fue mutando de pieza didáctica a cantata, a obra para un actor y un cantante,  o para  dos actores, o para actores y ballet,  a veces fue un monólogo, etc.
                   Vi varias versiones de esta pieza. La primera, creo recordar que en un teatro de La Banda, aquel ya mítico montaje con Daniel Nasif y Juan Carlos Almada y lo que aquella vez me llamó inmediatamente la atención fue la “epicidad” del espectáculo: La obra de Darlgotz que hoy comentamos no tiene una fábula en el sentido aristotélico. Está escrita en  escenas sueltas y cerradas en si mismas, unidas solo por la pertenencia a la  historia de la provincia de Santiago del Estero. Esta estructura secuencial, le permite al emisor señalar mas de un punto de vista, pero indudablemente siempre se ha de privilegiar uno, el del autor. Sobre el escenario van desfilando personajes como Rams y Rupert, el Conde del Castaño, Antenor Alvarez, Saint Germes, el entrañable Zenobio Campos entre otros. Cada uno es protagonista de su propia y reveladora anécdota. La irrupción de datos estadísticos y canciones  tienen la clara intención de reforzar el sustrato ideológico y evitar la empatía, produciendo el efecto de “extrañamiento” tan caro al teatro brechtiano. El espectador no debe comprometerse emotivamente, su placer estará en comprender los procesos históricos que llevaron a la provincia a ser lo que es. Hay aquí una concepción activa del hecho teatral, este debe ser un producto usable y aplicable, debe servir para enseñar y concientizar
                   Teatro épico de la mas rancia estirpe, aunque claro...con el inevitable toque latinoamericano, porque la pasión sobrevuela constantemente el escenario. Los actores se llaman por sus nombres, actúan pero también discuten, reflexionan. Con algún elemento de vestuario y utilería que cambian a la vista del público pasan de un personaje a otro. La “literarización” esta planteada en  la actitud aleccionadora de los actores en ciertos tramos del espectáculo y en  la música, pero también través de diapositivas que comentan y refuerzan la posición discursiva del texto. Las canciones, si bien tienen en general, una carga dramática importante, acentúan lo formulado, comentan y hacen explícito lo implícito.
                   Dargoltz no anda con medias tintas, quiere, necesita que todo quede claro. Ya el comienzo desconcierta y sorprende: los actores juegan a ser folkloristas que hacen humor con el tópico de la pereza santiagueña, justo cuando el desprevenido público comienza a divertirse con lo vulgar e insustancial de los chistes, un actor grita “¡Mentira, todo esto es mentira!” y el espectador acalla sus risas, casi avergonzado, para recibir a partir de ese momento un alegato fuerte, áspero y sin concesiones  acerca de los porques históricos de la  actualidad santiagueña.
                       Santiago es tierra de paradojas y contrastes. De la  memoria mítica de bosques umbríos, de sachayoj protectores de  maravillosos animales y árboles indestructibles que poblaban esos bosques rodeados por ríos que desbordaban en esteros de edénica fertilidad;  pasamos al salitral inmenso, al desierto interminable, al secadal que condena a sus habitantes a la tristeza eterna. Esta tierra alberga y albergó como no podía ser de otra manera a hombres diversos: Desde el criollo corajudo y peleador como el Silverio Leguizamón de Canal Feijóo  al hombre manso pero igualmente heroico como Zenobio Campos. Hombres de prodigiosas utopías pagadas con la muerte como Saint Germes y otros de mirada corta y mezquina. En esta tierra cohabitaron franceses, daneses, árabes y judíos con los descendientes de los juríes y aun de los negros que alguna vez fueron traídos como mano de obra esclava. Aquí se cobijó el quichua, idioma imperial que se adoptó como propio. Aquí conviven el ritmo alegre y festivo de la chacarera con el quejido de la vidala.
                     Quizás el que todas esas contradicciones y paradojas estén contenidas de una manera u otra en “Hacha y Quebracho” explique la razón de su perdurabilidad en el tiempo y el porque se ha convertido ya, en parte de la historia del teatro de Santiago del Estero.


                                                             Rafael Nofal