sábado, 3 de enero de 2015

MARATHON de Ricardo Monti



Acerca del montaje de MARATHON de Ricardo Monti


Hoy, a la distancia, en el tiempo y en el espacio, recuerdo cuando casi por casualidad cayó en mis manos una nota que alguna revista especializada le había hecho a Ricard Salvat. Me dije entonces, y a pesar de venir de un largo tránsito por los siempre sinuosos caminos de la dirección teatral,  en mi país y en latinoamérica: “De este hombre de teatro tengo mucho que aprender”. Algún tiempo después, entre varios jóvenes directores argentinos, tomaba aplicadamente clases con Ricard en un seminario de puesta en escena, que impartía en el Teatro San Martín de Buenos Aires. Algo mas tarde, con una beca de la Universidad Nacional de Tucumán,  me encontraba en Barcelona para desempeñarme como  su ayudante de dirección en un montaje de “En la Ardiente Oscuridad” de Buero Vallejo, y bebiendo con fruición cada palabra de quien yo había adoptado como “maestro”, casi a pesar de él. Finalmente esta relación devino en la posibilidad de montar “Marathon” de Ricardo Monti.



Sabía que el desafío era gigantesco, sabía que Monti  no era un dramaturgo “comercial” ni de éxito fácil, tenía absolutamente claro que su teatro era hermético, no solo para el público, sino para actores que no tuviesen un conocimiento profundo del “ser latinoamericano”. Aun así, postergué un par de proyectos que tenía en mi país, armé nuevamente mis valijas y me instalé en un piso de la calle Escornalbou, la casa de Xavier Padulles, dilecto hombre de la AIET, por ese entonces, para volver a tener en mis oídos la dulce y añorada cadencia del catalán. Y allí comenzó todo: Con un casting (Odio ese anglicismo) donde aparecieron actores de las más diversas vertientes: Profesionales del teatro comercial, del teatro experimental, universitarios, aficionados etc. para conformar finalmente, un elenco heterogéneo pero de una energía y una actitud de trabajo absolutamente inusual.
Comenzó así la ardua tarea de desentrañar la maravillosa maraña que Monti proponía: Texto fragmentado, profundo compromiso ideológico con su “argentinidad , esta convicción tan nacional de ser descendientes de los barcos. Monti, “autor de teatro”, poeta de la escena, pero un poeta denso y nada fácil que exige del receptor un compromiso y una capacidad de decodificación poco usual, una especie de “moderno marginal” que sostiene tesis sociopolíticas pero con una alta densidad simbólica, con alteraciones en el manejo del tiempo y aun en el orden del discurso. Todo ello vehiculizado en una extraña pero fascinante mezcla del grotesco criollo con el expresionismo; del esperpento con el melodrama.  Apretamos los puños, pusimos el pecho y allí fuimos: Actores catalanes y director argentino,  con el  secreto convencimiento de que en esta provocación descansaba, al menos en ese momento para nosotros, la escencia del teatro: Un texto que disparaba imágenes perturbadoras, un espacio mágico a develar y toda nuestra emoción   puesta al servicio de construir junto a nuestros hipotéticos espectadores, una realidad  distinta a la de todos los días. Nada fue individual, todo fue colectivo: Por allí andaba M. Jesús Andany corrigiendo a los jóvenes actores en su abordaje del castellano, Jordi Serrat, enseñando con su presencia, Gal Solé y Xavier Torres desbordando disciplina y entrega y los mas jóvenes viviendo cada ensayo como una apasionada ceremonia. Recuerdo ahora, casi con ternura, que mi primera idea era montar “Marathon” en alguna nave de una fábrica abandonada. Que de entre  los  hierros herrumbrados surgieran los fantasmas de Monti. Largos días se sucedieron buscando ese espacio soñado. Pero, claro, la imagen de fábrica abandonada y en desuso es mas bien argentina que catalana. Y  si bien cada obra requiere “su espacio”, de la concepción a la realización hay un largo trecho. La idea de “fábrica abandonada” fue mutando hasta  encontrar en pleno centro de Barcelona una discoteca con toda la estética de los 80, que junto al Laboratori Tridimensió del Departament d’Escultura de la Facultat de Belles Arts que dirige Josep Cerdá, conseguimos transformar, con cientos de metros de lienzo, en ese fantasmagórico espacio que yo sentía como el lugar de las pesadillas sudamericanas de Monti.  Y allí, en ese “espacio hallado” diría Shechner evolucionaban, torturados por Albert Roig, en tangos y milongas: Alvar y Cristina, Vicenc y Marta, Albert y Denisse...en fin, actores catalanes que asumían la carga simbólica de esta afiebrada pasión sudamericana. No fue un éxito. Si entendemos como tal a la siempre deseable imagen del público peleándose para conseguir una entrada o a desmedidas loas de los críticos. Si fue un éxito en otros sentidos y por sobre todo, fue un hito. Por primera vez se representaba a Monti en España. Por primera vez actores catalanes asumían la responsabilidad de verter  un texto de este autor de tanta densidad semántica...y en castellano. Remarco esto porque muchas veces había escuchado decir a Ricard Salvat, el respetado maestro catalán: “la patria es la lengua”. Pero también señalaba: “tenemos que romper la endogamia en la que estamos inmersos” y era precisamente por ello que este ferviente defensor de su idioma impulsó este montaje. No a la búsqueda del éxito fácil, a la respuesta vocinglera de público y crítica, sino apuntando a la investigación y por sobre todo a una, muchas veces poco entendida actitud de sembrar para el futuro. Asumiendo la siempre incomoda posición del que marca rumbos, señalando caminos poco transitados.
Aun recuerdo la cara entre asombrada y extrañada de Monti, que en otro obstinado esfuerzo de la AIET pudo estar para el estreno, al ver a estos actores catalanes decir su texto mientras evolucionaban entre la pista de baile, las escaleras y el pequeño escenario de esta discoteca, toda cubierta de lienzo “crudo”, como de casa deshabitada hace tiempo y en la que los muebles se tapan, se ocultan, se protegen (¿se niegan?). ¿Que habrá pensado? ¿Cual habrá sido su percepción de esa ceremonia de los mitos argentinos jugada fervorosamente por el elenco de la AIET?  Durante los agitados tres días que permaneció en Barcelona fue imposible conversar con él, sobre el tema. Ya de vuelta en La Argentina, país vasto y propicio para el desencuentro, como pocos; yo me aboqué al montaje de “Sacco y Vanzetti” que me esperaba en Tucumán y él retornó a sus fantasmas en Buenos Aires. Hasta hoy, no volvimos a vernos... y es para mi una asignatura pendiente.
De Barcelona conservo el íntimo placer de haber podido realizar este montaje, el recuerdo del entrañable maestro Salvat, del amigo Xavier, de algunos alumnos y actores, y unos versos de Espriú  que a veces repito en un catalán lamentable, pero cargado de amor por esa ciudad y los hombres y mujeres que la habitan.-

Rafael Nofal

(Texto publicado en la revista ASSAIG DE TEATRE de la AIET, Barcelona, España)


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