miércoles, 24 de enero de 2018

Y UN DÍA SU OLOR CAMBIÓ




Y UN DÍA SU OLOR CAMBIÓ




de

Rafael Nofal




Y UN DÍA SU OLOR CAMBIÓ

Personajes: 1-Él, que cuida la calle.
                 2-Ella, la mujer que no duerme.
                 3-La mujer con perdigones.


Cruce de dos calles de barrio. Es de noche. Algunas ramas, cubiertas de automóvil, un viejo colchón doblado y otras cosas bastante insólitas arman una especie de barricada. Un hombre joven, solo, con  una vieja escopeta en la mano y un machete en la cintura, vigila mirando por encima del parapeto. Es claro que su relación con las armas es poco frecuente . Tiene una linterna y en algún lugar esconde una botella de una bebida alcohólica a la que acude de vez en cuando.

Los testimonios son en algún lugar indeterminado del espacio escénico.

I
TESTIMONIO DE LA MUJER QUE NO DUERME:                 
No tengo demasiado para decir. Lo hecho,  hecho esta.



II
EL:     (Habla por teléfono celular) No hay problema…aquí me quedo. Solo, si. No…si se acercan los cago a tiros, no te preocupes. Si, yo hago el aguante, pero cuando puedan manden a alguien. Por aquí no van a pasar. (pausa) Todo tranquilo. Los vecinos están encerrados en las casas. (Corta.) Se ha puesto fresco, carajo.
(Ordena todo como para pasar una larga noche de vigilia. Es meticuloso. Se sienta a esperar en algún elemento que forma parte de la barricada pero no puede estar quieto. Camina y trata de adivinar  algún movimiento en la noche. Algo que pasa sobre su cabeza, lo asusta.)

¿Qué mierda es eso? (Aferrado a su arma) ¡De nuevo! Parecen pájaros…¿pero qué pájaros van a andar de noche? ¿Serán murciélagos? Son muy grandes para ser murciélagos…Bichos de mierda, ni se los ve, solo la sombra y el chillido.


III
TESTIMONIO DE LA MUJER CON PERDIGONES:
¿Por qué no puedo hablar? ¿Por estos estúpidos agujeritos? ¿Y que tiene que ver? Yo necesito hablar. Aquí hay algo que está mal y no quiero irme sin saber que es. Todos tenemos que hablar. El silencio es malo. El silencio engorda rencores, anuda malos entendidos. Hace crecer tumores en el interior de los cuerpos. El silencio arrastra dolores hondos y oscuros, pesados como carros. El silencio es malo porque en algún momento todo explota,  como ese auto que estalló hace años frente a la casa de la Rosa, en las épocas malas del país. Las paredes chorreaban aceite y sangre, había pedazos de cosas y de gente desparramadas por todos lados. -Así debe ser cuando el silencio estalla- me acuerdo que pensé, mientras trataba de contener el vómito. Durante años me quedó esa imagen en la cabeza y de la única manera en que pude no digo olvidarla, porque esas cosas no se olvidan, sino no sentirla tan terrible, es hablando sobre eso. Esto que pasó aquí también es terrible y hay que hablar…para que la pena y el odio se alivianen, hay que hablar.


IV
ELLA:          Ves algo? Allá…me parece que algo se mueve, detrás tuyo…pero no te des vuelta.
EL:              ¿Será un…? (Gira, apunta con el arma. Va a tirar.)
ELLA:         No, aflojá. Es el perro grande ese de Isidro.
EL:              Es que me pareció…
ELLA:           Siempre lo suelta a la noche, el viejo.
EL:              ¡Escuchá…es una moto!
ELLA:          Si, pero va para el otro lado, como para la avenida.
EL:              Ahá. Tenés razón.
ELLA:          Parece que te han dejado solo, aquí.
EL:             Solo no. Estás vos. Raro que hayan mandado a una mujer.
ELLA:           No me mandó nadie. Vine porque te vi solo. Desde el techo de mi casa estuve mirando.
EL:              ¿Viste los pájaros?
ELLA:           ¿Qué pájaros?
EL:              Unos pájaros grandes, negros, o a mi me parecieron negros por la oscuridad. Recién pasaron.
ELLA:           No vi nada.
EL:              ¿Y tu marido?
ELLA:          Hoy no viene. Trabaja veinticuatro por veinticuatro, pero si la cosa sigue así… ¿es tuya la escopeta?
EL:              Era de mi abuelo, de cuando iba a cazar, hace años que está en casa.
ELLA:          Prestámela.
EL:              (Se lo da) Tené cuidado, tiene gatillo sensible.
ELLA:         No te hagás problema. Yo se de esto, mi marido me enseñó. Como quedo tanto tiempo sola…
EL:              Ah, claro…Raro, vivir tan cerca y nunca conversar ¿No? Apenas nos saludamos.
ELLA:          Y… si. A veces pasa.  
EL:              Se te ve poco… 
ELLA:          Yo te veo de vez en cuando en la carnicería. ¿Vos vivís con tu mamá, no?   
EL:              Vivía. Se murió el mes pasado.
ELLA:          Uh! Perdoná…no sabía. ¿Pero como no me enteré?
EL:             Es que la tuve como un año en el hospital. Cáncer. Mucha quimio y esas cosas, al final me parece  que no estuvo mal que se muriera. Sufría mucho.
ELLA:          Te quedaste solo…
EL:              Si.
ELLA:          ¿Novia?    
EL:              No.
ELLA:          ¿Por qué?
EL:              La verdad, no se. Mucho no me dan bolilla las mujeres. No, no pensés que soy…
ELLA:          Gay.
EL:             Eso.
ELLA:           ¿Y…?
EL:              Simplemente no se me acercan mucho. Y yo tampoco me esfuerzo por acercarme. No me molesta estar solo.
(Larga pausa)
ELLA:          Que noche rara ¿no?
EL:              ¿Por…?
ELLA:         Y que se yo… de golpe, en unas horas todo cambia. Yo estaba viendo la novela por la tele y se corta para pasar noticias de Villa Amalia. Que estaban atacando ahí. Un montón de motos avanzaba y la gente hacia tiros desde los techos. Algunos caían. Muertos seguro que hay.
EL:             Yo también vi eso por la tele. Uno de esos de las motos miraba a la cámara y se reía. La cara ocupaba toda la pantalla. Le faltaban dientes.    
ELLA:         ¿Que hora será?    
EL:              Como las tres de la mañana.              
ELLA:          No parece. (Se alarma) Por allá se escuchan algo como tiros…shhh, escuchá.
EL:              (En voz baja) ¡Quieta! Que piensen que no hay nadie…
(Se oyen sonidos extraños, indefinidos)
ELLA:           ¿Vos crees que vienen?
EL:              Si. Todavía no intentaron por aquí.
ELLA:           Algo se mueve en la oscuridad…
EL:              ¡Escucha! ¿Que mierda es eso?
ELLA:           No se.
EL:              No me gusta nada esto. Encima me estoy quedando sin carga en el teléfono. Los muchachos dijeron que iban a mandar a alguien a acompañarme pero hasta ahora no vino nadie. En la otra esquina están tres. No se porque no mandan uno para aquí.

V
TESTIMONIO DE  ELLA, LA MUJER QUE NO DUERME:
Me parece que hay momentos, no son muchos en la vida, tres o cuatro, no mas, en los que uno hace lo que vino a hacer. Es lo que justifica los años vividos. Tu paso por el mundo. Para mi siempre, esos momentos fueron de noche, no se porque. El resto del tiempo son solo inmensos huecos, espacio de años vacios, entre esos momentos. Creo yo, mucho no entiendo de estas cosas, pero pienso en mi vida y fue así.

VI
EL:              ¿No escuchás nada vos?
ELLA:           Calmate. No pasa nada.
EL:              Hace un rato decían que habían entrado en el Grido de la avenida. Que el dueño murió.
ELLA:          ¿Lo mataron?
EL:              No. De un infarto murió.
ELLA:           En la otra esquina mataron a uno que iba en una moto. Dicen que tenía un revolver.
EL:              Siempre mandan uno primero para ver si pueden pasar.
ELLA:           ¿Porque no prendés fuego?
EL:              Para que crean que no hay nadie cuidando y cuando lleguen los cago a tiros. Por aquí no van a pasar.
ELLA:           Yo te puedo ayudar.
EL:              ¿Tenés arma, vos?
ELLA:           En casa. Mi marido me dejó la veintidós. Pistola de mujer, dice.
EL:              ¿Y el donde anda?
ELLA:           Dice que de reunión con los compañeros de la seccional, pero seguro que está en la otra casa.
EL:              ¿Qué otra casa?
ELLA:           El tiene otra mujer…con hijos. En La Banda.
EL:              ¿Otra mujer? Y vos…
ELLA:           Yo se… él cree que no, pero yo se. Una vez me la crucé en la obra social. Parece buena, iba con una chiquita de la mano. La misma cara de José.
EL:              ¿Y no le dijiste nada?
ELLA:           ¿A ella? No. ¿Qué le iba a decir?
EL:              ¿Y a él?
ELLA:           No. Esta semana iba a hablar con él… pero con todo esto que está pasando la cabeza se me fue para otro lado y…
EL:              ¿Qué?
ELLA:           Nada.
EL:              Dicen que en La Banda esta peor.
ELLA:           Si, ahí los líos empezaron antenoche. Llevan dos días.
EL:              Aquí, dentro de todo está tranquilo. Hace un rato alguien gritó que venían por los techos.
ELLA:            ¿Y…?
EL:              Nada. Salió Mario a la terraza, hizo unos tiros por las dudas, pero no pasó nada.
ELLA:           Encima, noche clarita…con luna.
EL:              Hermosa la luna.
ELLA:           Raro que un hombre se fije en la luna.
EL:              ¿Por?
ELLA:           Los hombres no miran esas cosas: Ni lunas, ni amaneceres, ni mariposas, ni lluvias de verano sobre las chapas.
EL:              ¿Por qué no?
ELLA:           Porque no les importa. Si hay lluvia les preocupa que no los moje, las mariposas les molestan. Y al amanecer putean porque tienen que levantarse. Son así.
EL:              No creas. No siempre. Mi vieja me enseñó a gozar  del ruido de las primeras gotas de las lluvias de verano sobre las chapas y a esperar la luna llena en la terraza del fondo. Esa luna en la que se ve o mi vieja veía a San José, María y el burro.
ELLA:           Yo en estos días, espero que los chicos se duerman y me quedo en la reposera en el patio. Cuando hay viento las hojas de la palta se mueven y  con la luna se ven figuras y sombras raras. No me da miedo.
EL:              Te dormís ahí.
ELLA:           No. Eso es algo que descubrí. Si uno se aguanta el sueño, pero se aguanta de verdad. Los ojos se te cierran pero te aguantas. Tiene que ser en el mismo sitio, sin moverte mucho. Después de un rato, no se cuanto tiempo, es como si la cabeza se te hiciera mas liviana…como que la mente flota. Todo empieza a verse distinto, todo se escucha distinto. ¿Nunca probaste?
EL:              No.
ELLA:           Tenés que probar. Cada ruido de la noche no es lo que es, sino otra cosa. Un auto por ejemplo, que pasa a lo lejos es el rugido lejano de un león y la figura que se ve en la palta es un tipo con un rifle que camina muy lento. La figura se arma y se desarma con el viento. Suena una sirena a lo lejos y ya no es una sirena. El tipo desaparece. La sirena es ahora el aullido de una mujer que grita sola, nadie esta con ella, vuelve a gritar y en la palta, arriba ahora hay una mano grande.
EL:              Sos rara.
ELLA:           ¿Rara? No ¿por qué?
EL:              Y…no se. Por esas cosas que decís que ves.
 ELLA:                   Ahora, cuando te empiece a dar sueño vamos a probar.
EL:              Shhh…¡callate!
ELLA:           ¿Qué, escuchas algo?
EL:              Ahora si, ahora vienen. Escondete. Hijos de puta los estoy esperando, no se la van a llevar de arriba.
 (Hay un sonido extraño y continuo. El hace silencio, escucha.)
(Cuando la tensión es máxima, grita) ¿Y? ¿Vienen o no? ¡Cagones! ¡Vengan, acérquense! ¡Acérquense a ver si pueden avanzar por aquí! ¡Vamos, putos! ¡No se escondan!
(Zumbido y aleteo  como de pájaros que pasan volando a poca altura)

VII
TESTIMONIO DE ELLA, LA MUJER QUE NO DUERME:                  
Me siento extranjera. Como una habitante de otra tierra, muy lejana. Mi marido me trajo cuando era casi una niña. Yo no tuve quien me enseñara como se trata a un hombre, como se complace a un marido, por eso fui a ver a una vieja de barrio Echeverría, una mujer que cura casas, une y desune parejas, hace amarres. Ella me enseñó y me ató a él para siempre. El me trajo a esta casa, a este barrio. En esa casa parí mis hijos, sus hijos. En esa casa viví sola y orgullosa de ese hombre que salía a cuidar y defender su ciudad. Esa casa era mi fortaleza. El lugar donde nada ni nadie podía hacerme daño. El lugar donde lo esperaba junto a mis cachorros. Pero hasta aquí llegó la traición y la trajo él. En un instante todo lo que era dulce se hizo hiel. Sabía y me callé. Sabía que de pronto había aparecido otra mujer. Nadie me lo dijo. Su olor había cambiado. Cuando el llegaba a la casa yo lo olía como una perra, como su perra. Y un día su olor cambió.

VIII
EL:              Esperar es lo que cansa. Esperar en silencio.
ELLA:           Bueno…este silencio, no es silencio. Hay mil pequeños ruidos que tu cabeza va deformando. A veces no tan pequeños…
EL:              Esos pájaros por ejemplo.
ELLA:           Aha…
EL:              Te quedas callada…
(Silencio)
ELLA:           Solo pienso. Pienso mucho, la cabeza no me para nunca.
EL:              Y que pensás?
ELLA:          Cosas.
EL:              Pero ¿qué?
ELLA:           Por ejemplo pienso en esta noche.
EL:              Que tiene esta noche?
ELLA:          Es rara. Es la noche más rara que he vivido. Nada está en su lugar. Estas gomas no están en donde tendrían que estar, ni ese cuchillo que tenés ahí. Ni la gente que anda. Nadie, nadie está donde tiene que estar.
EL:              Yo estoy donde tengo que estar.
ELLA:          Vos tendrías que estar en tu casa durmiendo y estas aquí con un arma en la mano esperando a alguien para matar.
EL:              Y… si vienen, no se la van a llevar de arriba.
ELLA:          ¿Ves? Hoy cualquier cosa puede pasar.
EL:              Entonces vos tampoco estas donde tendrías que estar.
ELLA:          No.
EL:              Tendrías que estar en tu casa cuidando tus hijos por si se despiertan.
ELLA:          No se van a despertar. (Larga pausa) ¿Qué pasaría si esta noche no existiera?
EL:              ¿Como, si no existiera?
ELLA:          Si mañana o ahora o no se…de pronto vos te despertaras en tu casa y yo en la mía y vos te preparas para ir a trabajar y yo me levanto a cambiarle el pañal a la Araceli.
EL:              ¿Qué estamos soñando, querés decir?
ELLA:          Algo así.
EL:              Pero estaríamos los dos soñando lo mismo.
ELLA:          Si, pero no sería lo mismo. Por ejemplo: ponele que vos le contás a alguien tu sueño y que yo también le cuento a otra persona. Ninguno de esos dos que nos escucharon se imaginarían lo mismo, sería parecido, pero no lo mismo. Y si esos dos le cuentan a otros el sueño que le contamos sería cada vez mas distinto…
EL:              Mucho no te entiendo, pero está pasando. Esta noche existe, está pasando.
ELLA:          Como sabés?
EL:              Los dos lo vimos por la tele.
ELLA:          ¿Te parecía verdad lo que viste? ¿Cuántas veces un tipo sin dientes te miró y te sonrió por la tele? Eso me lo contaste vos.
EL:              La verdad es que nunca. Fue raro. Era como si me mirara a mi.
ELLA:          ¿Cuantas veces viste en la tele, bandas de motos y gente haciendo tiros desde los techos?
EL:              Y…en películas, algo parecido. Pero que pase aquí…
                (Larga pausa. El mira por sobre la barricada)
ELLA:           Así que no tenés novia…
EL:              Tenía. Hace tiempo.
ELLA:           ¿Y…?
EL:              No se que pasó. No nos vimos mas.
ELLA:           Como no vas a saber. ¿Te dejó ella o la dejaste vos?
EL:              Shhh…alguien viene…
MUJER:        (Entrando) Permiso…No vaya a tirar m’hijo.  Soy yo. Del frente de tu casa.
EL:              Ah, si. ¿Qué hace aquí, señora? Es peligroso.
MUJER:        Vengo a ver si necesitas algo.
EL:              No.
MUJER:        Hola, hija.
ELLA:           Buenas…
MUJER:        Haces bien en acompañarlo al muchacho. Lo han dejado solo aquí.
ELLA:           Ahá.
MUJER:        ¿Saben algo de otros lugares?
ELLA:           Lo que dicen en la tele, nomas.
MUJER:        Parece que en la tele no quieren decir todo. Para no alarmar. Ahora parece que entran en las casas. No solo en los comercios
EL:              Se escuchan ruidos para el lado de la avenida. Parecen tiros.
MUJER:        ¿Quieren café? Tengo hecho.
El:               Bueno, gracias.
MUJER:        Ya traigo.
ELLA:           La acompaño.
MUJER:        No, dejá hija, si es aquí nomas. Ahora vuelvo. (Sale)

IX
TESTIMONIO DE LA MUJER CON PERDIGONES:                
Si, señor. Soy yo. Quien le habló de mi? Yo sabía que todo esto iba a terminar mal. Se veía venir. Es que cuando el niño aparece, anuncia  que algo va a pasar. ¡Y pasaron tantas cosas raras en estos días! Somos de aquí, de Villa Muñecas, nosotros. Cerquita del Echeverría, pero no…ese barrio queda mas para el centro. La villa era pura quinta antes. Limones, mandarinas, naranjas…ah! Y la fábrica de cohetes…de  fuegos artificiales. Hace mucho que cerraron. Dicen que ahora está en otro lado. Era otra cosa antes… volvíamos a la madrugada. No había peligro, no estaba el asentamiento… Esa gente ha ido apareciendo de a poco, Los primeros venían del campo, de cuando cerraron los ingenios .… después han venido otros, me parece que estos son mas peligrosos, creo que vienen de algunas villas que se llenan de gente y como ya no entran mas, empezaron a ocupar a orillas de las vías. Los primeros son los que tienen carros y caballos. Con eso han empezado trabajando, vendiendo verdura o haciendo transporte de material o de basura…siempre se la rebuscan con los carros. Los otros, no. Esos tienen motos, robadas debe ser, y para eso, para robar las usan. Duermen todo el día esos y salen a la tardecita noche.

X
ELLA:           ¿En qué trabajás?
 EL:             En una lavandería.
ELLA:           ¿Cómo es?
EL.              Hay ruido todo el tiempo, de las máquinas lavadoras. No hablás mucho con nadie, no se puede. Solo algunos gritos del encargado y te manejas por señas. También hay vapor, mucho vapor. Se trabaja como en una nube calentita. Lavamos manteles, sabanas, acolchados, toallas, cosas de hotel. Ahí la conocí.
ELLA:           ¿A tu novia?
EL:              Si. Era medio raro porque nunca hablamos. Todo empezó un día en que sacábamos sábanas de una máquina. Sábanas blancas, húmedas, que teníamos que revisar. Sin querer le toqué aquí.
ELLA:           La teta.
EL:              Si. Ella se rió y seguimos trabajando. Sacábamos las sábanas, las revisábamos y las tirábamos en un canasto. Nos tocábamos. Con cada sábana nos tocábamos. Ella se reía y…bueno terminamos en un cuartito del fondo. Duró como un año hasta que un día no vino mas.
ELLA:           ¿No fue mas a trabajar?
EL:              No.
ELLA:           ¿Y que hiciste?
EL:              Al principio me puse mal. Pregunté pero no me dieron muchas explicaciones. La extrañaba.
ELLA:           ¿Que extrañabas?
EL:              Todo. Su piel húmeda por el vapor. Su risa sin sonido por el ruido de las máquinas. Sus gestos, su mirada en medio de la nube.
ELLA:           ¿No la buscaste?
UNA MUJER: Permiso…traigo el café. No se puede dormir, hay ruidos raros. A veces suenan como aullidos de animales o a mi me parecen.
EL:              Si. También escuchamos.
MUJER:         A  veces se escuchan gritos o el ruido de las motos que pasan. Alguien andaba en el techo de mi casa. Apagué las luces y me escondí, pero no apareció nadie. Servite, hija.
ELLA:           Gracias.
MUJER:        Ya tiene azúcar.
ELLA:           Se esta levantando viento…a lo mejor llueve.
MUJER:        (Mientras sirve el café en tazas de plástico que ha traído)  Allá cerca de la esquina hay uno tirado. Estaba de espaldas y con la moto caída a la par. Tiene ropa de policía pero no le pude ver la cara. Además estaba oscuro. Me dio miedo y me vine rápido para aquí. No hay a quien avisarle, tampoco. Pero me parece que ya está muerto. Hace como una hora cuando estaba haciendo el café, escuché un tiro. ¿Van a ir a ver? Aunque no se si vale la pena meterse. Se ve raro un cuerpo tirado así. Como, no se, como un muñeco. Las piernas como al revés…
EL:              ¿Cómo, al revés?
MUJER:        Así, (Gesto) una para un lado, la otra para el otro lado, como descaderado. Tomá café que ya tenés cara de sueño, vos.
EL:              Gracias.
MUJER:        Esta refrescando. (A ella) ¿Vos no conocías el barrio, de antes, no?
ELLA:         No.
MUJER:        La Villa  Muñecas de antes, cuando pasaba el tren.
ELLA:           Yo vine cuando me casé.
MUJER:        Ah…claro.
ELLA:           El terreno era de mi suegra y le dejó a mi marido.
MUJER:        Les quedó linda la casita. Yo la conocía a tu suegra, de jovencita, cuando vivía aquí. Con ella íbamos a veces a las quintas a traer naranjas en el verano. Linda época esa. No había peligro, todos nos conocíamos. Buena, la señora. Y el hijo le salió igual. Serio, trabajador. Dicen que es buen  policía.
ELLA:           Eso dicen.
MUJER:        Son lindos tus hijos. Parecidos a él.
ELLA:           Si.


XI
TESTIMONIO DE ÉL, EL QUE CUIDA LA CALLE:
Uno tiene sus obligaciones. Si hay que ayudar se ayuda. La verdad es que yo vivo medio aislado. Del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, como se dice. En el barrio salgo poco. Para hacer las compras de la comida, nomas. Es vieja esta escopeta. Era de mi abuelo, él le recortó el caño. Me contó que cuando era rondín de las quintas, el mismo cargaba los cartuchos con sal para tirarle a los que entraban a robar naranjas y limones. No mata a nadie a menos que le tires de muy cerca. Yo vivo solo, mi vieja…mi madre, que era la que me quedaba, se murió hace poquito. No…la gente se organizó para defenderse y a mi me dejaron solo en esa esquina…para cuidar que no pasen. Estuve, no se, un par de horas solo…yo no soy de tener miedo pero hay noches que…no se, el pavimento cruje como si fuera madera vieja. Es un sonido raro, que no viene de ningún lado, a veces suena cerquita tuyo y a veces se mezcla con los gritos lejanos y el ruido de las motos que recorren el barrio buscando por donde atacar. Estaba empezando a ponerme nervioso y llegó ella. Un rato después vino la mujer esa, la vecina.


XII
MUJER:        Y … aparece el chico solo. “El niño”, lo llamamos.  A veces viene con dos hermanitos…es que hace mucho cuando había pocas casas por aquí, unos cuantos ranchitos de gente que había venido del campo después de que se quedaron sin trabajo por el cierre de los ingenios. La fábrica de fuegos artificiales les daba el material:  pólvora, mechas, el líquido ese para mojar las mechas…y la gente hacia los cohetes en la casa. Trabajaban por tanto. Pero una noche hubo una explosión en un rancho. Dicen que a una señora se le cayó la lámpara sobre un tarro de pólvora. Incendio grande fue. Murieron muchos, chicos sobre todo. Desde entonces, de vez en cuando aparece el changuito ese por la noche.
EL:              Deje de hablar cagadas, señora, quiere?
ELLA:           Yo también escuché, pero nunca vi nada.
MUJER:        Dicen que no puede descansar porque él es el que tiró la lámpara y por su culpa se murieron con él, sus hermanitos, su mamá y se quemaron los ranchos vecinos. No hace nada, se acerca y pregunta: -Señora, ¿no ha visto a mi mamá?- Uno le tiene que contestar: - No, m’hijo…vaya descanse.- Y el se va.
EL:              Yo no creo en esas cosas, señora…deje de joder.
MUJER:        Yo lo he visto. Un par de veces cuando venía de jugar a las cartas de la casa de las Ortiz, a la madrugada, me pasó a la par… Los martes y los jueves nos juntamos ahí a jugar. Pobrecito, una mirada bien triste tenía, pero no me habló.  A la viuda del ferroviario si le preguntó por la madre.(pausa)
ELLA:           ¿Qué día es hoy?
EL:              Jueves, y si aparece vayan sabiendo que lo cago de un balazo. A mi no me va a espantar.
MUJER:        Si ya está muerto, pobre angelito.
EL:              ¿Cuánto faltará para que amanezca?
 ELLA:                   Bastante. Ya no queda café.
MUJER:        Si quieren voy a buscar mas. Creo que tengo un poquito de torta que quedó del cumpleaños de la Stefy. Seguro que deben tener hambre  (No recibe respuesta) Ahora vengo. Y no tenga miedo joven, el niño es un almita en pena que anda nomas, pero no le hace mal a nadie. Anda por el barrio. A veces lo acompañan pájaros que le vuelan alrededor de la cabeza. Bueno…eso dice la gente, la verdad es que yo no los vi.

XIII
TESTIMONIO DE ELLA,  LA MUJER QUE NO DUERME:                 
Esa cama jamás fue visitada por nadie que no fuera él. Ni a los chicos los dejaba subir,  era el lugar de los dos, solo de los dos. Esa cama y esa casa eran el lugar donde se ocultaban todos los dolores, estuviera o no estuviera. Es la casa que defendí a tiros de los hombres que entraron una noche por el fondo y que nunca sabré si eran solo ladrones o lo buscaban a él. Vivimos en una época extraña. Ya nada es lo que parece ser. Ahora un policía no es solo un policía, es otras cosas también. Pero a la casa hay que defenderla, es como un templo donde no puede entrar cualquiera…y la cama es el altar. Es el lugar del goce y el sacrificio. Ahí se abren las piernas para hacer los hijos y también para parirlos. Yo los parí ahí, nada de sanatorios u hospitales. En mi casa, en mi cama. Los dos nacieron de noche. Sola los tuve, sin un grito, mordiendo una madera para contener el aullido y bañada en sudor. El estaba de guardia las dos veces. Cuando llegó, a la madrugada, ya tenía ese hermoso pedacito de carne y sangre, su carne y mi sangre, en nuestra cama. El me miraba en silencio, como con miedo. ¿Por qué no me llamaste? Me preguntaba. Porque no, porque quería parirlos sola. Son mis cachorros. De mi sangre. ¿Ahora entiende porque hice lo que hice?




XIV
(Comienza un extraño juego)
EL:              Se nubló. Ya no hay luna. No me gusta esta noche donde nada se ve como debiera verse.
ELLA:           Todo pasa en tu cabeza.
EL:              Ya se. A mi también me pasan cosas en la cabeza, no solo a vos. Me imagino cosas, gente.
ELLA.           ¿Cómo que?
EL:              Una mujer…
ELLA:           ¿Tu novia de la lavandería?
EL:              No otra…otra. Inventada. Estoy solo en mi casa, es tarde, muy tarde, y de pronto aparece en el patio y me llama por la ventana.
(Ella le sigue el juego)
ELLA:           Gustavo…
EL:              No tengo miedo. La conozco. Me necesita.
ELLA:           Gustavo.
EL:              Pasá.
ELLA:           Alguien… algo, me sigue.
EL:              Son los pájaros negros, esos que parecen murciélagos.
ELLA:           Hace tiempo que me buscan.
EL:              Esta es mi casa. Aquí nadie entra. ¿De donde venís?
ELLA:           Del baile. ¿Te acordás que querías bailar conmigo? ¿Que todos los sábados querés bailar conmigo la música esa que llega del club?
EL:              Pero yo no se bailar.
ELLA:           Si sabés. Vení. (Bailan)
EL:              Tu vestido tiene que levantarse. Se te ven las piernas. Transpiras un poco y el pelo se te pega en la cara. Yo bailo. Con vos se bailar.
ELLA:           Con vos no tengo miedo (Lo abraza y bailan apretados.)
EL:              Yo tengo una fuerza extraña. Me siento bien. Bailamos como si siempre hubiéramos bailado juntos. Te parecés un poco a mi mamá, pero también a otras mujeres. Te deseo. Tu miedo me calienta mas.
ELLA:           Te falta la capa
EL:              ¿Que capa?
ELLA:           La del superhéroe
EL:              Te burlas.
ELLA:           No. Me gustan los superhéroes. Me calientan.
EL:              ¿A qué le tenés miedo? El vestido se te pega en el cuerpo. Yo no se quien sos pero vos si me conocés. Me mirás con deseo pero yo no puedo tocarte. Sos casi una niña. ¿A que le tenés miedo? ¿Cómo llegaste hasta mi patio?
ELLA:           No se. Vos decís que son pájaros. Pero no. ¿Seguimos bailando? Tengo frio.
EL:              Tomá. (Le pone su campera sobre los hombros). ¿Ahora vas a desaparecer?
ELLA:           ¿Por qué?
EL:              Una vez escuché una historia…
ELLA:           Contame.
EL:              Es de una mujer muy linda, como vos, que aparece en el club y baila con un tipo. Le dice que tiene frio. El le da su campera. Ella se va y luego la campera aparece sobre una tumba en la que esa chica estaba enterrada desde hace años.
ELLA:           Ahí tenés tu escopeta. Tirame. Si estoy muerta, no podés matarme de nuevo. Probá.
EL:              No. No se…No.
ELLA:           La música sigue. Bailá. (Bailan una especie de vals lento y distorsionado) Bailamos bien, juntos.
EL:              Parece que nos conociéramos desde hace mucho tiempo.
ELLA:           Es que me conocés hace mucho.
EL:              ¿Te vas a quedar conmigo?
ELLA:           Vos vivís bien solo. Y yo no puedo quedarme. Entonces bailo y bailo (Juega entre los elementos que componen la barricada.) Bailo con tu campera y me voy pero no a una tumba, esos son cuentos de viejas. Me voy al club donde otros me esperan.


XV
TESTIMONIO DE LA MUJER CON PERDIGONES:      
Un cliente de Mario, el que vende la porquería esa, los vio anoche. Bah…no los vio, pero es como si los hubiera visto. Los sintió, digamos. Parece que ya andaban rondando. Dice que estaba esperando que Mario lo atienda como a las cuatro de la mañana y de pronto sintió como un viento…una cosa rara, la copa del naranjo se movió como si hubiera viento fuerte, miró los otros árboles de la calle y no se movían. Al tipo le dio un escalofrío… es lo que le contó a Mario. Le dio miedo y se quedó quietito contra la pared. Sintió como que pasaban, el se escondió detrás del árbol y no quiso mirar. Que no hacían ruido, dicen que dijo. Tiene que haber sido fiero, digo, para que un hombre de esos que lo buscan a Mario, tenga miedo...Mas no se. Es lo que me contaron en la carnicería.


XVI
ELLA:           Ahora me toca a mi.
EL:              Dale, que tengo sueño.
ELLA:           Ni se te ocurra dormirte. Un barco…esto es un barco, pero un barquito chico. Si me subo aquí (Algún objeto con el que se armó la barricada) veo a lo lejos. El mar es inmenso.
EL:              Conocés el mar?
ELLA:           No.
EL:              Yo tampoco. Pero en la tele lo he visto.
ELLA:           Yo también. Es inmensidad de agua, yo voy parada aquí, el viento me empuja para atrás.
EL:              Y yo que hago?
ELLA:           No se. Vas conmigo en el barco, pero no se que hacés. Hace mucho ruido. Este mar hace mucho ruido. (Lanza un largo alarido)
EL:              Eh! Callate! Que te pasa?
ELLA:           No te aflijas, con el ruido de este mar nadie escucha nada.
EL:              Los vecinos escuchan.
ELLA:           ¿Y…? Están muertos de miedo. Escuchan y ni siquiera espían para no comprometerse. (Vuelve a gritar)
EL:              Ya está. Bajate.
ELLA:           Puedo gritar una hora seguida y no va a salir nadie.
EL:              Bajate.
ELLA:           No. Este es mi barco; nuestro, si querés. ¿Adonde podríamos viajar?
EL:              ¿En este barco? Y …no se. Habrá alguna isla por ahí…una vez vi una película de  un tipo que vivía solo en una isla y era amigo de una pelota. Bajate, es peligroso.
ELLA:           Si, el náufrago.
EL:              Debe ser terrible el mar, o quedarse solo en una isla como el tipo ese.
ELLA:           Peor es estar solo en medio de tanta gente. Tener un hombre, parir hijos y seguir sola. Es peor.
EL:              Por lo menos tenés tus hijos, yo ni eso. Bajate.
ELLA:           (Baja) Llegamos a tu isla. Es una isla penumbrosa y donde no vive nadie. Aquí establecemos nuestro lugar. Aquí vivimos con mis hijos durante años hasta que un día (El ha subido a la misma altura en la que ella estuvo para intentar mirar hacia la oscuridad.) te encuentro mirando hacia el mar. Algo extrañás, te han venido ganas de subir al barco y partir. Yo me doy cuenta pero no puedo detenerte.
EL:              En la otra esquina están prendiendo mas fuego. Por la avenida no se ve nada, parece que cortaron las luces.
ELLA:           La angustia me consume. Largos días con un nudo en la garganta. Se que te vas a ir. Es mas fuerte que vos y que yo.
EL:              No se ve nada pero de ahí  viene ese olor a humo. ¿Sentís? El viento lo trae. Algo incendiaron estos hijos de puta.
ELLA:           No puedo detenerte y un día al levantarme ya no estás. Te has ido durante la noche. Nos quedamos solos con los chicos.
EL:              Me jode este silencio. Ya ni las motos se escuchan. ¿Por qué?
ELLA:           No quiero que los chicos me pregunten nada. No los quiero conmigo.
EL:              No debe faltar mucho para el amanecer…

XVII
TESTIMONIO DE LA MUJER CON PERDIGONES:
Cuando el amor se convierte en odio pasan estas cosas, señor. Cuando una siente la traición. A veces una se queda callada durante años. Una pone el cuerpo, él hace uso pero ese cuerpo ya no le pertenece. Una va guardando los rencores, pero cuando todo estalla, no hay medida. Como la explosión esa que quemó el barrio hace una punta de años. Ahora  todo se ha vuelto raro, señor. Pasan cosas que antes no. Las noches son de miedo. Hay que encerrarse, atacan, uno escucha una moto y tiembla. Antes era entre hombres la cosa, se emborrachaban y peleaban entre ellos. Ahora no respetan nada. Caminan por los techos. Los perros ladran o lloran y es mejor no salir. Esa chica no es de aquí. Vino de otro barrio, él la trajo. Ahora ahí está, sola, con el gusto amargo de la traición debajo de la lengua y la culpa en el alma, hasta que muera.


XVIII
 ELLA:                   Era…es bueno. Los chicos lo quieren y lo admiran como si fuera Dios. Mi papá es un gigante decía la Araceli, la menor, la que es operadita, cuando él la levantaba del piso y la ponía sobre los hombros. Y Juancito lo miraba asombrado, como con miedo, cuando se sacaba el correaje con la pistola y las esposas y las ponía sobre el ropero.-Eso no se toca- decía el solito…-el papá dice que no se toca.
EL:              Claro. Es peligroso.
ELLA:           Nunca nos hizo faltar nada, ni a los chicos ni a mi.
EL:              Esta refrescando.
ELLA:           No es linda.
EL:              Quien?
ELLA:           La chica esa que encontré en la mutual. Es una chica común, como yo. Quizás si fuera una pendeja como la Stefy, la nieta de la vieja esta…a lo mejor entendería…a lo mejor todo podría arreglarse, pero no…ya no se arregla mas. No es calentura, no es que se va con una mocosita linda, se saca las ganas y vuelve a la casa.
EL:              Si yo tuviera una mujer como vos…
ELLA:           ¿Qué?
EL:              No se, te cuidaría.
ELLA:           ¿Por qué? ¿Cómo es una mujer como yo?
EL:              No se sos fuerte, o parecés. Una mujer que puede arreglárselas sola. Pero a veces das como una sensación de desamparo…
ELLA:           ¿Qué mas?
EL:              Un poquito loca, también. (Ríen)
ELLA:           ¿Qué mas?
EL:              Nada mas. No me hagas hablar…si sabes que me cuesta. Las palabras me cuestan.
ELLA:           Esta bien. No hace falta que digás mas.
EL:              Vos tendrías que hablar. Estas llena de rabia.
ELLA:           No, ya no. Solo me queda como una tristeza muy honda. También un cansancio grande, infinito. Cuando pienso que queda tanto por andar, que estoy al principio del camino…
EL:              No te entiendo. 
ELLA:           Esta noche no hay castigo. Como nada parece real,  uno anda como dentro de una película y parece que no hay castigo. Pero vos tenés razón, esta noche esta pasando de verdad y algunas cosas que esta noche pasen van a tener castigo eterno.
EL:              De Dios ¿querés decir?
ELLA:           O tuyo. Bah, de uno mismo quiero decir. Vas a tener que cargar con tu culpa hasta que te mueras.
EL:              ¿Yo puedo hacer algo?     
ELLA:           Si. Cogeme.
EL:              Como?
ELLA:           Cogeme.
EL:              Pero vos…usted…
(Ella se apoya contra la barricada. Solo se le ve la espalda y la cabeza. El duda.)
ELLA:           Vení. (Es casi una orden)
(El se acerca y comienza dificultosamente a maniobrar. Ella lo guía. El acto es mecánico, sin placer.)
ELLA:                    Ahora así. (Se pone de espaldas. Ella mira al frente con frialdad, de su boca sale un sonido sordo y rítmico,  un rugido entrecortado, como de animal herido. Entra la vieja y se queda mirando un instante.)
MUJER:                 (Entrando) Traigo torta.


XIX
TESTIMONIO DE ÉL, EL QUE CUIDA LA CALLE:
 Con los ojos abiertos siempre, mirando, controlando. Hay momentos en los que uno cierra los ojos, ¿no? Yo  no escuchaba nada, ni motos, ni gritos, nada. Solo escuchaba ese sonido que salía no de su boca, le salía de las tripas, como de alguien que se está muriendo. Una vez, en la calle vi morir un tipo, lo había atropellado un colectivo. Era un sonido parecido, como de alguien que quiere empujar el dolor para afuera de su cuerpo. La verdad es que me dio un poco de miedo. Yo nunca lo había hecho así, pero ese rugido me ponía peor, o mejor, ya no se que decir y empujaba, empujaba con una violencia que desconocía en mi, como si quisiera atravesarla. Parecía que nada existiera en el mundo, solo nosotros dos. Yo se que un hombre no habla de estas cosas, por respeto. No se cuanto duró, unos minutos quizás… hasta que llegó la mujer esa.

XX
ELLA:           Ya está.
EL:              Que?
ELLA:           La vieja. La maté. Ya no va a contar nada.
EL:              Estas loca.
ELLA:           Si vos decís…
EL:              Pero…¿Por qué?
ELLA:           Nos vio. No quiero que tengas problemas. Esta cuenta todo, lo que ve y lo que no ve. Me enferma lo chismosa que es. La encuentro siempre en el almacén o en la verdulería y siempre hablando, hablando. A mi me pregunta de todo.  Me enferma. -¿Cómo esta su marido?- ¿Está trabajando?- Es tan bueno ese muchacho. Que sabe ella. Se mete en todo. Todo el barrio pasa por su lengua. Ahora no va a hablar más. Tomá (Le da la escopeta.)
EL:              ¿Y ahora que vamos a hacer?
ELLA:           Vos nada. Yo me voy.
EL:              A tu casa.
ELLA:           No. Por ahí, a caminar.
EL:              Tus hijos se va a despertar solos.
ELLA:           No. No se van a despertar. Están tranquilos. Ahora ya están tranquilos.
EL:              Pronto va a amanecer. No voy a volver a verte  ¿verdad?
(Ella sale sin contestar. Largo silencio. Ha quedado solo. Comienza a recoger sus cosas)


XXI

TESTIMONIO DE ELLA:
(Luz sobre la actriz. Largo silencio)  No tengo nada mas para decir.

(Apagón final)


Rafael Nofal
 Tucumán(República Argentina)

       4 de Diciembre de 2014

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