lunes, 25 de julio de 2016

Rey Lear
William Shakespeare

Versión  de Rafael Nofal


(En el palacio de Lear)

KENT:                   Yo creí que el rey estimaba mas a Albania que a Cornwall.
GLOSTER:              También yo,  pero ahora al dividir su reino no queda claro a cuál de los duques aprecia mas.
KENT:                   ¿No es aquel tu hijo, señor?
GLOSTER:              De crianza solamente…en realidad tengo que confesarte que no  es mi hijo.
KENT:                   ¡No puedo concebirlo!
GLOSTER:              Pero la madre de este muchacho si pudo. Tuvo un hijo en la cuna antes que un marido en la cama…pero también tengo un hijo legítimo, casi de la misma edad y le aseguro que están equiparados en mi afecto, los quiero a ambos por igual, aunque este hijo de puta apareció en forma un tanto…impertinente. (llama) ¡Edmundo! ¿Conoces a este caballero?
EDMUNDO:            No.
GLOSTER:              Es el señor de Kent…un gran amigo.
EDMUNDO:            Mis respetos, señor.
(Percusión. Entra Lear, Cornwall, Albania, Gonerilda, Regania, Cordelia y asistentes)
LEAR:                    Que venga el señor de Francia, Gloster.
GLOSTER:              En seguida, señor (salen Gloster y Edmundo).
LEAR:                    Entretanto expondré mi plan. Alcáncenme ese mapa. Sepan que he dividido mi reino en tres partes y que es mi propósito sacudirme todas las preocupaciones y cargas que abruman a mi edad. He de confiar en fuerzas mas jóvenes. En tanto yo, mas liviano me encaminaré lento hacia la muerte. Acércate Cornwall, y tu también Albania…hijos,  ya es necesario que conozcan la dote de sus esposas, mis hijas mayores. También tendré que dar una respuesta al señor de Francia que te pretende, Cordelia …en fin, la cuestión es que he decidido dividir ya para evitar futuras contiendas. Pero antes, hijas, quiero preguntarles a fin de evaluar merecimientos…¿Cuál de ustedes me quiere mas? Digo, para dejar mejores dones en quien índole y mérito compitan…¿Gonerilda?
GONERILDA:                   Señor,  solo puedo decir que te amo mas que cuanto puedan expresar las palabras. Mucho mas que al espacio, la libertad, la vista. Tanto como nunca amo un hijo a su padre. Tanto como nunca un padre se sintió amado. Un amor que deja sin aliento y sin palabras.
LEAR:                    De todo cuanto abarcan estos límites. Desde esta línea hasta aquí, con todo lo que hay dentro: selvas, fértiles praderas y ríos caudalosos, te hago dueña para siempre. A ti, a Albania tu esposo y a tus descendientes. ¿Regania?

REGANIA:              Señor. Yo estoy hecha del mismo metal que mi hermana y me valoro en su mismo precio. Sus palabras han expresado lo que yo también siento…aunque creo que se ha quedado un poco corta. Yo debo agregar además que solo encuentro dicha y felicidad en el amor que te profeso, padre mio.
LEAR:                    Para ti y los tuyos queda este tercio de mi reino, no menor en valor, en espacio ni en riquezas que lo que le fue otorgado a tu hermana. Y ahora  Cordelia, mi alegría, mi amada hija menor. ¿Que tienes para decir?
CORDELIA:            Nada, señor.
LEAR:                    ¿Nada?
CORDELIA:            Nada.
LEAR:                    De nada, nada obtendrás. Te escucho, hija.
CORDELIA:            Te amo padre conforme a mi deber y de acuerdo a nuestro vínculo. Ni mas ni menos que eso.
LEAR:                    ¡Vamos Cordelia! Mejora tus palabras si no quieres empeorar tus intereses.
CORDELIA:            Querido padre: me has engendrado cuidado y amado. Yo correspondo a ese amor, te obedezco y te honro. ¿Por qué tienen marido mis hermanas si dicen que te aman solo a vos? Cuando yo me case, seguramente mi esposo se llevará la mitad de mi amor, mis deberes y mis cuidados. Si no me caso será porque solo amo a mi padre.
LEAR:                    ¡Tan joven y tan dura!
CORDELIA:            Joven y sincera, señor.
LEAR:                    ¡Muy bien…que tu sinceridad sea tu dote, entonces! ¡Por el resplandor del sol, por los astros conforme a los cuales somos y dejamos de ser, abdico de todo cuidado paternal, parentesco e identidad de sangre! ¡Desde hoy te consideraré una extraña a mi corazón…y cualquiera hallará mayor amor y cobijo en mi corazón que tu, que en otro tiempo  fuiste mi hija!
KENT:                   Escúchame, señor…
LEAR:                    ¡Silencio Kent! No te interpongas entre el dragón y su furia! Era la que mas quería…en ella pensaba confiar mi vejez. (A Cordelia)¡Fuera de aquí, no quiero volver a verte! Llamen al de Francia…¡Vamos, muévanse! Dividan lo que  le hubiera correspondido del reino, entre ustedes dos. Y que ella se case con su orgullo. En cuanto a mi, reservaré cien caballeros a cargo de ustedes y residiré un mes con cada una. Tan solo voy a mantener el nombre, el rango y el tratamiento que conviene a un rey. Poder, tributos, gobierno…todo será de ustedes.
KENT:                   Rey Lear…yo siempre te honré como a mi rey, te seguí como a mi señor y te quise como a mi…
LEAR:                    EL arco esta tirante…cuidado con la flecha, Kent.
KENT:                   Que se suelte entonces y que se me hunda en el pecho. Sea Kent atrevido si Lear esta loco. ¿Qué crees, viejo…que el deber se  va a asustar cuando el poder se inclina ante la adulación? Piensa…reconsidera tan cuidadosamente como puedas tus decisiones. Tu hija menor no es la que menos te quiere ni están vacios los corazones que no hacen resonar la hipocresía.
LEAR:                    ¡Basta, Kent. Por tu vida!
KENT:                   ¿Mi vida? Siempre he sido solo un peón a tu servicio. No temo perder mi vida si es para  hacerte abrir los ojos.
LEAR:                    ¡Fuera de mi vista!
KENT:                   ¡Mira mejor Lear…piensa!
LEAR:                    (Se abalanza sobre Kent. Lo detienen) ¡Hijo de puta!
KENT:                   ¡Muy bien! Mata al médico y págale la cuenta a la enfermedad. Reconsidera tus decisiones, Lear, que mientras me quede aliento te repetiré que has hecho mal.
LEAR:                    ¡Cinco días! Cinco días tienes para prepararte y al sexto volverás tu espalda a mi reino y te marcharás para siempre. Si al día siguiente te encontraras todavía en mis dominios, será el momento de tu muerte. Y te juro que esto no será reconsiderado.
KENT:                   Que te vaya bien, rey. Afuera  esta la libertad, aquí el exilio. Has pensado bien y hablado mejor, Cordelia. En cuanto a ustedes, espero que tantas palabras de amor se transformen en realidades. Yo seguiré, lejos, hablando tan claro como pueda.
(Sale mientras entran Gloster y el rey de Francia.)
FRANCIA:              Ya se lo que ha pasado, señor. Pero me parece tan extraño que la que hasta ayer era la hija mas querida, hoy sea la mas despreciada. ¿Tan grave es la ofensa?
CORDELIA:            Solo dos palabras, señor. Se que no tengo el arte de hablar untuoso y sin un propósito. Yo solo se hacer antes que decir. Ruego que pienses que no es ninguna acción deshonrosa la que me ha condenado a tus ojos sino precisamente la falta de una lengua que me siento dichosa de no tener.
LEAR:                    Mas te valdría no haber nacido si no sabes agradar un poco mas.
FRANCIA:              Cordelia, ahora que no tienes dote, eres mas rica. ¿Puedo recoger lo que tu padre ha arrojado? Si no te opones quiero tomarte así. Rey Lear: quiero que tu hija despreciada sea reina de Francia.
LEAR:                    Puedes tomarla si quieres. Ya no es mi hija. Vamos Gloster. (Sale)
FRANCIA:              Despídete de tus hermanas.
CORDELIA:            Adiós…por favor  amen y cuiden a nuestro padre.
REGANIA:              No nos digas cual es nuestro deber.
GONERILDA:                   Dedícate mas bien a complacer al hombre que te ha recibido como una limosna.
CORDELIA:            Ya descubrirá el tiempo lo que los pliegues de la astucia han escondido.
FRANCIA:              Vamos, Cordelia.  (Salen)
GONERILDA:                   Cordelia desheredada, Kent desterrado…cuantas explosiones y caprichos nos esperan.
REGANIA:              Son chocheces de viejo, tendremos que estar muy atentas y no permitirle otros arrebatos.


ESCENA II                  (En el castillo de Gloster)

EDMUNDO:            (Una carta en sus manos) ¿Por qué un bastardo no es igual que un legítimo? ¿Solo porque fue engendrado en la cama del placer y no entre las aburridas sábanas del matrimonio? Esta bien, legítimo Edgardo, si esta carta produce el efecto que espero y mi plan prospera, tus legítimos bienes serán para el ilegítimo Edmundo.
GLOSTER:              (Entrando) Kent desterrado, el rey sin poder…Edmundo…¿Qué otras novedades hay?
EDMUNDO:            (Finge esconder la carta) Ninguna, señor.
GLOSTER:              ¿Por qué tratas de esconder esa carta, que dice?
EDMUNDO:            No es nada, señor. 
GLOSTER:              Si no es nada, no tiene necesidad de ocultarse.
EDMUNDO:            Disculpa, padre. Es una carta de mi hermano Edgardo y no quisiera…
GLOSTER:              Dame esa carta.
EDMUNDO:            Por favor, padre mio…
GLOSTER:              (La arrebata) Veamos si no es nada. (Lee) “Esta costumbre de reverenciar a la vejez nos amarga y nos tiene apartados de la fortuna de los viejos hasta que es demasiado tarde y ya no podemos disfrutarlas. Ven a verme para que hablemos mas sobre esto. Si nuestro padre pudiese dormir hasta que yo lo despertara…gozarías para siempre de la mitad de sus bienes  y vivirías cuidado y protegido por tu hermano. Edgardo” ¿Qué es esto? ¿Una conspiración? ¿Edgardo escribió esto? ¿Quién te lo trajo?
EDMUNDO:            La arrojaron por la ventana, señor.
GLOSTER:              ¿Reconoces la letra de tu hermano? (Silencio) ¡Es su letra!...¿Te hablo alguna vez del tema?
EDMUNDO:            No…en realidad, si…Solo en broma, alguna vez me decía que a cierta edad los padres debieran depender de sus hijos y estos administrar los bienes de los viejos.
GLOSTER:              ¡Lo mismo que sostiene en la carta! ¡Apenas puedo creerlo…mi amado hijo legítimo!
EDMUNDO:            A lo mejor es solo una broma, no te apures a juzgarlo, te pido que me dejes averiguar si tus sospechas son ciertas…aunque yo no lo creo, padre.
GLOSTER:              Eres un buen hermano y un buen hijo…puedes hacer lo que quieras, yo esperaré. (Reflexiona mientras sale) Estos últimos eclipses de sol y de luna deben ser los culpables. Ya nada es como debe ser: los amores se enfrían, el rey hace lo que no debe, el padre se pone contra la hija, el hijo contra el padre, Kent desterrado, solo por ser honesto…ya nada es como tiene que ser en este país.
EDMUNDO:            ¡Que maravillosa estupidez la del ser humano, dejar la responsabilidad de las cosas que le pasan, en manos del sol y de la luna! Este viejo se encamó con mi madre cuando la luna estaba patas para arriba y yo nací en día nublado. ¿Y que indica eso? ¿Yo sería distinto si nacía en día de sol o la luna estaba  con los cuernos para abajo mientras mi padre y mi madre hacías sus “cositas”?
(Entra Edgardo)
EDGARDO:            Hola, Edmundo.
EDMUNDO:            ¡Shhhh! ¿Te ha visto nuestro padre?
EDGARDO:            No sé…No, creo que no. ¿Por qué?
EDMUNDO:            Esta muy enojado con vos.
EDGARDO:            ¿Conmigo…por qué?
EDMUNDO:            No se…pero parece que es grave, hablaba de desheredarte.
EDGARDO:            ¿Qué le pasa?. Solo que alguien le haya metido algo raro en la cabeza, no entiendo de que puede acusarme.
EDMUNDO:            Yo  pienso igual, hermano.
EDGARDO:            Voy a hablar con él, ahora mismo.
EDMUNDO:            ¡No! Es terrible como se ha puesto, no va a querer ni mirarte. Déjalo por mi cuenta, deja que yo averigüe de que se trata, lo calmo y después será mas fácil.
EDGARDO:            Está bien. Si te parece lo mejor…¿y ahora qué crees que debiera hacer?
EDMUNDO:            Nada, solo desaparecer y dejar que yo hable con el viejo.
EDGARDO:            Te lo agradezco mucho.
EDMUNDO:            ¡Para que estamos los hermanos!
EDGARDO:            Me voy.
EDMUNDO:            Si, será lo mejor…Cuidate.

ESCENA III                   (Palacio del duque de Albania.)

GONERILDA:                   ¡Viejo inútil y caprichoso! ¡Quiere que se lo siga tratando como rey…parece un niño y como a niño habrá que reprenderlo entonces, porque no se trata solo de mimarlo! ¡Menos mal que mi hermana piensa lo mismo! (Sale)
(Kent oculta su rostro y se disfraza. Por el otro lado entra Lear.)
LEAR:                    ¡Vamos! ¿No se cena en esta casa? (Ve a Kent) ¿Y esto qué es?
KENT:                   Un hombre, señor.
LEAR:                    ¿Y qué quieres?
KENT:                   Servir, señor.
LEAR:                    ¿Servir…a quién?
KENT:                   A usted.
LEAR:                    ¿Me conoces?
KENT:                   No, pero me gustaría servirle.
LEAR:          ¿Qué sabes hacer?
KENT:          Guardar un secreto, llevar un mensaje, arruinar un chiste al contarlo, en fin… Lo que hace cualquier hombre común, señor.
LEAR:          ¿Y que edad tienes?
KENT:          No soy tan joven como para enamorarme de una mujer solo por calentura,  ni tan viejo como para chochear por la primera que pase.
LEAR:          (Ríe) ¡Bien, hombre, bien! Me gusta tu ingenio, desde hoy estas a mi servicio.
(Pasa Osvaldo)
  ¿Viste a mi bufón, por ahí? ¡Eh! Te hice una pregunta.
OSVALDO:    Con permiso…
LEAR:          ¿Y mi hija, dónde está?
 (Osvaldo sale sin contestar) ¡Vuelve aquí!
¿Qué pasa aquí..este hombre es sordo o me toma por estúpido?
(Entra un caballero de su séquito que se cruzó con Osvaldo)
CABALLERO I : Dice que su hija no se siente bien, señor.
LEAR:          Pero…acabo de llamarlo y no me contesta.
CABALLERO I : Discúlpeme, señor pero creo que Ud. no es bien tratado en esta casa, y no solo por los sirvientes. Tampoco el duque ni su hija le guardan el debido respeto.
LEAR:          ¿Eso piensas?
CABALLERO I :       Perdóneme si me equivoco, señor, pero esta a la vista.
LEAR:          No te equivocas. Ve a buscar al bufón.
CABALLERO I :       Ese loco está bastante triste desde que su hija menor se fue.
LEAR:          ¡Ya he dicho que no quiero hablar más de eso! Ve a buscarlo.
(Sale el caballero y se cruza con Osvaldo) ¡Eh, sordo! Acércate. (Osvaldo se acerca) ¿Sabes quién soy, yo?
OSVALDO:    El padre de mi señora.
LEAR:          ¿Solo el padre de tu señora? ¿Nada más que eso? (Osvaldo no contesta, Lear lo toma del cuello y o zamarrea.) ¡Vas a aprender a respetar a tu rey, estúpido!
OSVALDO:    (Se suelta con violencia) ¡No me toque, señor!
(Kent interviene y de un empujón tira a Osvaldo al piso)
KENT:          Mas vale que te levantes y te vayas, si no quieres medir el tamaño de tu estupidez…¡Vamos, fuera! (Osvaldo sale)
BUFON:        (Entrando)¡ Vamos…fuera! Gracias, señor, gracias. Por lo que has hecho te regalo mi cresta.
KENT:          ¿Por qué, bufón?
BUFÓN:        Porque te pones de parte del que no es nadie. Si no sabes calcular de donde viene el viento, pronto estarás resfriado. Vamos, toma mi gorro. ¡Hola, tío! ¿También quieres un gorro? Mendígaselo a tus hijas.
LEAR:          Cuidado con el látigo, loco.
BUFON:        ¡Muy bien! La verdad es un perro que hay que echar a latigazos. ¿Quieres escuchar unos versos que acabo de componer, bufón?
LEAR:          Adelante.
BUFON:        Posee mas de lo que muestras
                   Habla menos de lo que sepas
                   Presta menos de lo que tengas
                   Usa caballo mas que piernas
                   Escucha mas de lo que creas
                   Juega menos de lo que llevas
                   Olvida putas y tabernas
                   Entra en casa y cierra la puerta
                   Y de ese modo  pronto tendrás
                   Lo que tenías y mucho mas.
KENT:          Eso no es nada, loco.
BUFON:        Entonces es como el alegato de un abogado que no cobra…ustedes no me han dado nada a cambio.
LEAR:          Y nada puede hacerse con nada, muchacho.
BUFON:        (a Kent) Dile que a eso, a nada, asciende la renta de sus tierras, al loco no le creería.
LEAR:          Eres un loco amargo.
BUFON:        ¿Conoces la diferencia entre un loco amargo y un loco dulce?
LEAR:          No
BUFON:        El que te ha aconsejado
                   Que regales tu reinado
                   Póngase aquí a mi lado
                   Por ti está representado
                   El loco dulce, el amargo
                   Verás aquí de inmediato:
                   De este lado el loco a cuadros
                   Y el otro loco a mi lado.
LEAR:          ¿Me estás diciendo loco, muchacho?
BUFON:        De todos tus títulos ya te has desprendido, pero con este naciste, tío.
KENT:          Este no está del todo loco, señor.
BUFON:        ¡Te juro que no! Los señores y los gobernantes no me lo permitirían. No puedo tener yo el monopolio ¿Y ellos?. Algunas honradas damas tampoco me dejarían tener toda la locura para mi solito, ellas también necesitan de la locura para justificar la calentura…¡huy! Me salió en verso.
LEAR:          ¿Desde cuándo estas tan lleno de rimas, loco?
BUFON:        Me salen solas, colega desde que hiciste de tus hijas tus madres; cuando les diste la vara y te bajaste los calzones.
(Canturrea)   Porque ellas lloraban de alegría
                   Mientras yo por aflicción cantaba
                   Viendo que el rey a la escondida jugaba
                   Y que después entre locos andaba
Te lo ruego, tío, amiguito mío, paga a un maestro para que  enseñe a tu loquito a mentir. De buena gana aprendería a mentir.
LEAR:          El día que mientas, loco atrevido, ese día si te haré azotar.
BUFON:        Me quieres azotar si miento, pero tus hijas me azotan por decir la verdad y hasta hay alguno que quiere azotarme cuando me quedo mudo. ¡Que oficio este! Preferiría ser otra cosa…Pero no quiero ser un loco como tu…eso no…¡Ay, allí viene una!
LEAR:          Hola, hija. ¿Por qué esa cara?
BUFON:        ¡Que época aquella en la que no tenías que preocuparte por su cara! Está bien…me callo…me callo.
GONERILDA:          Señor, no solo este bufón parece tener permiso para todo, sino también todos los de tu séquito. Son insolentes, peleadores, bebedores y por cualquier razón se enfrentan a mis hombres espada en mano. Todo amparado en tu silencio y consentimiento.
BUFON:                 ¡Ya has escuchado, tío…digo señor!
LEAR:                    ¿Eres mi hija?
GONERILDA:                   Estoy esperando una respuesta de tu buen juicio, padre.
BUFON:                 Hasta un burro reconocería que ahora, el carro tira del caballo.
LEAR:          ¿Alguien me reconoce? ¿Soy Lear? ¿Lear camina así? ¿Habla así Lear?
¿Alguien puede decirme quién soy?
BUFON:        La sombra de Lear.
LEAR:          Me gustaría saber quién soy. Porque me cuesta mucho trabajo pensar que soy aquel rey que alguna vez tuvo hijas.
BUFON:        Que harán de ti un padre muy obediente.
GONERILDA:          Como eres viejo y digno de respeto, debieras mostrarte mas sensato. Tienes un centenar de hombres que creen que este lugar es una taberna o un burdel. Desde hoy vas a reducir a la mitad tu séquito y los que queden deberán ser personas que convengan a tu edad.
LEAR:          ¡Te desconozco, mentirosa, bastarda! No voy a importunarte mas, todavía me queda una hija. ¡Que ensillen mis caballos!
GONERILDA:          ¡Tu mismo golpeas a mi gente!
(Entra el duque de Albania y algunos hombres de Lear que se ponen a su lado.)
LEAR:          ¡Ah, apareciste! ¿Tu también piensas lo mismo? ¡Que preparen mis caballos!
ALBANIA:     Pero…¿Qué pasa señor?
LEAR:          ¡Esa mujer es una mentirosa! Mis hombres son elegidos y de singulares cualidades. Conocen sus deberes. ¡Ahora veo que pequeña fue la falta que tan grave me pareció en Cordelia! (Se golpea la cabeza) ¡ Oh, Lear… Lear, golpea la puerta que se abrió para dejar salir a tu buen juicio y entrar a la locura! ¡Vamos… a preparar todo para partir! (Salen Kent y sus hombres)
ALBANIA:     Yo también soy culpable, señor, porque no se que te enoja.
LEAR:          Es posible, caballero. Espero que a esta mujer no le nazca jamás un hijo que la honre. Y que si llega a concebir, que sea para ella un tormento que la llene de lagrimas y arrugas. Que todos sus cuidados de madre le sean devueltos por ese hijo, en desprecios y desaires. ¡Vamos!
(Sale junto al bufón)
ALBANIA:     ¿Puedes decirme que ha pasado?
GONERILDA:          Tranquilo. Déjalo dar rienda suelta a su malhumor y a su chochera.
ALBANIA:              ¿No habrás exagerado con tus exigencias?
GONERILDA:                   ¿Exagerado? ¡Por favor!... ¡Osvaldo! No pienso permitirle que tenga cien hombres en los que amparar sus caprichos de viejo chocho. ¡Osvaldo!
OSVALDO:             Señora…     
GONERILDA:                  Toma pronto una escolta y lleva la carta que te di a mi hermana, infórmale mis temores y agrégale todas las razones que se te ocurran, para darle peso.
OSVALDO:             Bien, señora.  (Sale)
GONERILDA:                   Y en cuanto a ti…debo decirte que eres demasiado blando e indulgente. Pareces mas pusilánime que prudente
ALBANIA:              ¿Tu crees? Tiempo al tiempo, señora.

ESCENA V ( Frente al palacio de Albania)

LEAR:                    Lleva esta carta a Gloster, no demores.
KENT:                   No dormiré hasta que la carta este en sus manos, señor.
BUFON:                 ¡Corre…corre! que si tu cerebro estuviera en tus pies ya tendría sabañones…corre. Ya verás como tu otra hija te trata un poquito  mejor, tío, pero solo un poquiiito.
LEAR:                    Tu que sabes, loco.
BUFON:                 Porque una manzana se parece a otra manzana y tienen parecido sabor.
LEAR:                    ¿Crees que me porté mal con ellas?
BUFON:                 Estas muy loco, tío. ¿Sabes para qué el caracol tiene una casa?
LEAR:                    ¿Para qué?
BUFON:                 Para meter la cabeza adentro, no para regalársela a sus hijas y dejar los cuernos al descubierto.
LEAR:                    Me tienes harto, loco. ¿Están listos mis caballos?
BUFON:                 Tus burros han ido a buscarlos.
LEAR:                    Nunca voy a poder entender semejante ingratitud, loco.
BUFON:                 Si tu fueras mi bufón ya te hubiera castigado, tío.
LEAR:                    ¿Por qué?    
BUFON                  Por haberte hecho viejo, antes que sabio.
LEAR:                    Lo único que quiero, bufón, es no volverme loco. Que la razón me acompañe, que no me abandone…no quiero enloquecer, muchacho.
BUFON:                 Mmmm…no te prometo nada, señor.
CABALLERO I :       (Entrando) Todo está listo.
LEAR:                    Vamos.
BUFON                  (Sale cantando) La virgen que con mi partida goza
                                                   No lo seguirá siendo a menos
                                                   Que se me acorte cierta cosa
ACTO SEGUNDO

(Castillo de Gloster)
EDMUNDO:            Cornwall y su mujer Regania, vienen a visitar a mi padre a una hora un poco extraña…¿Qué habrá pasado?
EDGARDO:            ( Oculto) ¡Pst! ¡Edmundo!
EDMUNDO:            ¡Hermano! Nuestro padre me vigila…no quiere que te ayude, me parece que es mejor que escapes ahora que es de noche. Ha mandado hombres a prenderte. ¿No estuviste complotando en contra de Cornwall? Quizás sea ese el motivo, porque viene en este momento a visitar a nuestro padre.
EDGARDO:            Juro que no. No hice nada.
EDMUNDO:            ¡Creo que viene nuestro padre…atácame…vamos…atácame!
EDGARDO:            ¿Atacarte…para qué?
EDMUNDO:            ¡No preguntes! ¡Atácame y luego escapa…vamos!
(Edgardo lo hace, Edmundo cae aparatosamente al suelo)
GLOSTER:              (Entrando) ¿Qué pasó?
EDMUNDO:            Traté de detenerlo, padre pero no pude, escapó.
GLOSTER:              ¡Te ha golpeado!
EDMUNDO:            Es que se enojó mucho cuando le dije que debíamos respetarte y que el plan de asesinarte me parecía una infamia.
GLOSTER:              ¡Como quisiera no haber engendrado ese hijo! Mejor es que haya huido y olvide para siempre esta casa, este padre y este buen hermano que alguna vez tuvo. (Tambor) Allí vienen Cornwall y Regania. Ya te declararé públicamente mi único heredero.
EDMUNDO:            Por favor, padre, no es necesario que…
CORNWALL:           (Entrando) Extrañas noticias he escuchado al llegar, Gloster.
REGANIA:              De ser cierto lo que escuchamos, pocas serían todas las venganzas. ¿Cómo estás?
GLOSTER:              Con el corazón partido en dos, mi señora.
REGANIA               ¡El ahijado de mi padre amenaza tu vida! Aun recuerdo que fue el rey quien le puso Edgardo.
GLOSTER:              Así es señora, ahora me avergüenzo de ese hijo.
REGANIA:              ¿Es uno de aquellos escandalosos cien caballeros que rodean a mi padre?
GLOSTER:              No se.
EDMUNDO:            Si, señora. Es uno de ellos.
REGANIA:              Entonces no es extraño que actúe así. Terribles informes he recibido de mi hermana. Dice que incluso quieren matar al pobre viejo chocho. Vienen hacia casa pero no me hallarán.
CORNWALL:           Tampoco a mi.  ¿Y este otro hijo?
GLOSTER:              Se ha portado en forma valiente y leal con su padre, señor.
CORNWALL:           Necesitamos jóvenes leales y valientes. ¿Quieres entrar a mi servicio?
EDMUNDO:            Será un honor, señor.
GLOSTER:              Agradezco en su nombre, señor.
REGANIA:              Necesitamos consejo, Gloster. Mi hermana ha escrito, pero también mi padre ha enviado una carta. Cada uno da una versión de sus desavenencias. Necesitamos tus palabras, viejo y querido Gloster.
GLOSTER:              Hablaremos dentro, mi señora.
(Van a salir y entran Kent y Osvaldo peleando.) (Es la ESCENA II que funde con la anterior)
KENT:                   ¡Hijo de puta! Estaba seguro que iba a encontrarte de nuevo. ¡Alcahuete! ¡Vieja chismosa!
OSVALDO:             ¡No te conozco! ¿Por qué me tratas así?
KENT:                   ¿Como que no me conoces? ¡Cotorra! (Lo empuja)¿Con que chismes has venido ahora?
OSVALDO:             No se quién eres, viejo.
KENT:                   Soy el que te empujó así (Lo hace, Osvaldo cae) delante del rey por atrevido.
OSVALDO:             ¡Socorro, que me matan!
EDMUNDO:            Ya basta, viejo.
KENT:                   Viejos, tus calzones. Mocoso.
GLOSTER:              ¡Ya basta!
CORNWALL:           ¿Qué ha pasado?
REGANIA:              Son los mensajeros de mi hermana y mi padre.
CORNWALL:           ¿Por qué peleaban? ¡Hablen!
OSVALDO:             Estoy sin aliento, señor.
KENT:                   ¡Sin aliento! ¡Vieja chismosa!
OSVALDO:             Este viejo malhumorado me atacó, señor. Yo por respeto a sus canas no quise golpearlo.
KENT:                   ¿Respeto a mis canas? ¡Yo lo mato! (Edmundo lo detiene) ¡Suéltame! Ya voy a enseñarle a esta cotorra quien soy yo!
GLOSTER:              Creo que se quién eres. Es mejor que te calmes…
CORNWALL:           ¿No tienes respeto por nadie?
KENT:                   La ira tiene algunos privilegios, señor.
OSVALDO:             Yo no le di ningún motivo, señor. Es un viejo loco. Yo solo he venido a traer una carta de mi señora.
KENT:                   Y también has venido a contar tus mentiras y a atizar el fuego, cotorra.
CORNWALL:           ¡Basta! Traigan el cepo, vamos a ver como se calma este mensajero.
KENT:                   ¿Vas a poner en el cepo al mensajero del rey? Estas agraviándolo, señor.
CORNWALL:           ¡Pónganlo en el cepo y que se quede ahí hasta el mediodía!
REGANIA:              Hasta la noche, mi señor.
KENT:                   Si fuera el perro de tu padre, me tratarías mejor.
CORNWALL:           Este es de la misma calaña de los escoltas de tu padre, según cuenta tu hermana.
REGANIA:              Así es. En el cepo aprenderá a respetar a sus señores.
(Salen)
GLOSTER:              Tranquilo amigo mío, ya hablaré con el duque para que te saquen de aquí.
KENT:                   No lo hagas. Después de todo no se esta tan mal aquí. He caminado mucho. Dormiré la mitad del tiempo y silbaré la otra mitad.

ESCENA III   (En un bosque)

EDGARDO:            (Mientras se quita sus ropas) Hasta que todo se aclare, dejaré de ser Edgardo. Nadie perseguirá a un pobre loco mendigo que vaga muerto de frio rogando por un plato de comida. Ya está. Poco queda del hijo de Gloster.

ESCENA V    (Frente al castillo de Gloster. Kent en el cepo. Entran Lear, el Bufón, un caballero.)   

LEAR:                   Es extraño que se hayan ido así, sin enviar de vuelta a mi mensajero.
KENT:                   Buen día, señor.
LEAR:                    ¿Qué haces allí?
BUFON:                 ¡Que bonitos zapatos tienes! A los perros los atan del cogote, a los caballos de la cabeza y a los hombres con piernas inquietas les ponen zapatos de madera.
LEAR:                    ¿Quién te ha puesto ahí?
KENT:                   Tu hija y su marido, señor.
LEAR:                    No.
KENT:                   Si.
LEAR:                    Que no, digo.
KENT:                   Digo que si, señor.
LEAR:                    Quiero que me expliques con mucha calma que hiciste para merecer esto. Sabiendo que eras mi enviado, es como si a mi me hubieran puesto en el cepo.
KENT:                   Señor, estaban leyendo la carta que les entregué cuando llegó un  mensajero de tu hija Gonerilda  al que recibieron y escucharon largamente. Luego de esto y tratándome con mucha frialdad, subieron a sus caballos y vinieron hasta aquí, la casa de Gloster. No tuve mas remedio que seguirlos para esperar respuesta pero al llegar a la puerta encontré al mensajero que había envenenado mi llegada y no pude contenerme, señor…le di un par de golpes y este comenzó a gritar de tal manera que tu hija y su marido decidieron sujetar mi furia con este cepo.
LEAR:                    ¿Dónde están?
KENT:                   Adentro.
LEAR:                    No me sigan. Espérenme aquí.
KENT:                   ¿Por qué viene el rey con tan poca escolta?
BUFON:                 No preguntes que te dejarán largo tiempo en el cepo.
KENT:                   ¿Por qué, loco?
BUFON:                 Para que tienes nariz, si no es para oler lo que apesta. Si un carro con ruedas grandes va colina abajo, suéltate para que no te rompas el cuello, pero si va cuesta arriba agárrate para que te ayude a subir. Consejo de loco para otro loco.
KENT:                   ¿Dónde aprendiste eso, bufón?
BUFON:                 Seguro que en el cepo, no, payaso.
(Entran Lear y Gloster)
LEAR:                    ¿Qué no pueden verme? ¿Qué no se sienten bien? Que están cansados? ¡Quiero una respuesta mejor!
GLOSTER:              Ya conoces al duque, señor…tiene muy mal carácter cuando se lo molesta.
LEAR:                    Gloster, Gloster…una vez mas: quiero hablar con tu duque y su mujer, mi hija.
GLOSTER:              Ya les he informado de ello, señor.
LEAR:                    Gloster…El rey quiere hablar con tu duquecito y el cariñoso padre quiere hablar con su hija y reclamar su obediencia. ¿Es difícil de entender eso? ¡Mal carácter…así que el duque tiene mal carácter! Dile a ese duque que su rey… No, calma Lear, a lo mejor es cierto y no se sienten bien, no tengo porque prejuzgar…calma y espera a que estén mejor. (Ve a Kent) ¡No…por qué voy a calmarme si mi mensajero sigue en el cepo! ¡Libérenlo! Quiero ya mismo al duque o voy a mandar a tocar el tambor en la puerta de su dormitorio hasta que despierten.
BUFON:                 ¡Eso es, rey! ¡Tambor…tambor! Porque si sigues como hasta ahora, te parecerás a aquel que de puro bueno le enmantecaba el heno a su caballo para que tenga mejor sabor…
(Entran Regania y Cornwall. Un caballero libera a Kent.)
LEAR:                    ¡Ah, veo que ya están mejor!
REGANIA:              Yo también me alegro de verte padre.
LEAR:                   Si no te alegrara verme, me divorciaría de la tumba de tu madre por adúltera. (a Kent) ¿Ya estas libre? Enseguida hablaremos. Regania, tu hermana como un buitre ha clavado aquí, el  pico de la ingratitud. La perversa ha faltado a sus deberes para con su padre.
REGANIA:              No puedo creer que mi hermana te falte, señor. Se que solo ha puesto freno a los alborotos de tus servidores.
LEAR:                    Ah…¿Ya sabes todo la historia.
REGANIA:              Estas viejo, padre. Debes ser guiado y conducido por los que están mejor que vos, por eso te ruego que vuelvas a casa de mi hermana y le pidas disculpas.
LEAR:                    ¿Qué le pida disculpas? No puedo creer lo que escucho. (se arrodilla. Grandilocuente) Querida hija, es cierto que estoy viejo. Los viejos son innecesarios. De rodillas te pido que me des abrigo y comida.
REGANIA:              Tus payasadas son desagradables, padre. Vuelve con mi hermana.
LEAR:                    ¡Nunca! Me dejó con la mitad de mis hombres y me maltrató. ¡Que todos los castigos del cielo caigan sobre ella! ¡Que sean lisiados todos sus descendientes!
CORNWALL:           ¡Basta, señor, basta!
REGANIA:              ¡Dios mío! Lo mismo me desearías a mi en otro ataque de mal humor.
LEAR:                    No Regania…porque tu no eres como ella. Tu conoces mejor que esa los deberes de una hija. Tu no olvidas que te di la mitad de mi reino. Estoy seguro que…
REGANIA:              ¿Qué intentas decir, padre?
LEAR:                    Solo pregunto. ¿Quién puso en el cepo a mi mensajero?     
(Se escuchan tambores)
OSVALDO:             Es mi señora que se acerca.
LEAR:                    ¿Qué haces aquí, intrigante, chismoso? ¡No quiero verte cerca!
CORNWALL:           ¿Qué te sucede ahora, viejo rey?
LEAR:                    ¿Quien puso a mi hombre en el cepo?
CORNWALL:           Yo lo hice.
LEAR:                    ¡Es como si a mi me hubieran aprisionado…y ahora van a recibir a la infame desagradecida!
GONERILDA:                   ¿Y por qué no han de recibirme?  ¿solo porque no tolero tus caprichos de viejo chocho?
REGANIA:              Por favor, padre. Te ruego que te calmes y vuelvas con mi hermana hasta que se cumpla su mes. Ahora no puedo alojarte.
LEAR:                    ¿Volver con esta desagradecida? ¡Nunca!
GONERILDA:                   Como quieras, padre.
LEAR:                    Les suplico…no me vuelvan loco. Está bien, no voy a molestarte mas. Adiós, no nos veremos mas aunque seas mi hija, mi sangre, mi carne o no se…una enfermedad de mi carne, un absceso, una úlcera. Bueno, basta, puedes ser lo que quieras, ya no me importa…puedo ser paciente y quedarme con mi otra hija y con mis cien hombres.
REGANIA:              Te equivocas padre. Ella te dijo cincuenta, pues yo solo te aceptaré con no mas de veinticinco hombres.
LEAR:                    ¡Pero…era lo que habíamos pactado cuando les di todo!
REGANIA:              Y menos mal que lo diste justo a tiempo. Ni diez hombres te hacen falta.
GONERILDA:                   ¿Por qué no te avienes a ser atendido por  los criados que cada casa tiene? ¿Para que necesitas tus propios hombres?
REGANIA:              En mi casa serás muy bien recibido si vienes solo, padre, no necesitas a tus hombres.
(Ruidos que anuncian  tormenta)
LEAR:                    ¡No razones sobre la necesidad! ¡Tampoco necesitas de suntuosos vestidos y sin embargo los tienes! El cielo me de paciencia para soportar el desagradecimiento de estas hijas que no son mis hijas. Ruja el cielo, venga esta tormenta para ver como este pobre viejo es desairado por estas dos mujeres que recibieron todo de mi. ¡Es para volverse loco, bufón!
BUFON:                 Ya estabas chiflado cuando hiciste de tus hijas, tus madres, loco.
LEAR:                    ¡Que venga la tormenta y me ayude a soportar el escarnio! No voy a llorar, loco. Las lágrimas son armas de mujer y no voy a utilizarlas. Vamos.
(Sale junto al bufón, y sus hombres. Gloster corre detrás.)
CORNWALL:           Entremos, la tormenta se acerca.
REGANIA:              ¿Adonde va?
GONERILDA:                   Ya nos enteraremos luego.
GLOSTER:              (Volviendo) El rey esta furioso. Ordenó montar, no quiso decir adonde va.
CORNWALL:           Es mejor dejarlo.
GLOSTER:             la tormenta será terrible y no hay donde refugiarse en varias leguas a la redonda.
REGANIA:              Que se haga cargo de su locura. Entremos.


ACTO III

ESCENA I (Un páramo. Tormenta, truenos y relámpagos)

KENT:                   ¿Cómo está el rey?
CABALLERO II:                Luchando con los fieros elementos. Lucha en su pequeño mundo humano por vencer a la tormenta, al turbulento ir y venir de la lluvia y el viento. En esta noche en que agotada yacen la osa y el león, y el lobo se resguardan la pelambre, el corre y grita: ¡Que se lo lleven todo! Que se lo lleven todo!
KENT:                   ¿Quién lo acompaña?
CABALLERO II:                Solo el bufón.
KENT:                   Escúchame. Sabemos que hay desacuerdo entre Albania y Cornwall, por ahora cubiertos por el disimulo. Pero  además  sabemos que se acerca el señor de Francia con un ejército a punto de levantar sus estandartes. Tu eres uno de los pocos caballeros leales al rey. Te pido que vayas hasta Dover y les cuentes a Francia y a su esposa Cordelia de los agravios que su padre sufre.
CABALLERO II:                ¿Quién eres?
KENT:                   A su tiempo lo sabrás. Cuando veas a Cordelia, entrégale este anillo,  esto dará fe de lo que cuentes y ella te dirá entonces quien te envía.
CABALLERO II:                Adiós, cuida al rey.
(En otro lugar del páramo, en medio de la tormenta.)
LEAR:                    ¡Rabien, soplen huracanes y trombas hasta que se ahoguen las veletas! ¡Ruge trueno que todo lo sacudes y destruye de una vez la simiente del hombre ingrato!
BUFON:                 ¡Ay, tío! Esta es una noche que no se apiada de los cuerdos ni de los locos. ¿No será mejor pedirle a tus hijas…?
LEAR:                    Ni el viento, ni la lluvia, ni los truenos, son mis hijas. ¡No son ingratos ni me deben lealtad!
BUFON:                 ¡Que frio! Braguetón que quiere casa sin que su cabeza la tenga, criarán al final piojos,  él y ella. Que es boda de pobres, esta.
KENT:                   No es noche para caminar al descubierto, señor.
BUFON:                 Es lo que la bragueta le dice a la cabeza, señor.
KENT:                   Refúgiense en esa cueva. Mientras tanto yo iré hasta esa casa para tratar de forzar su cortesía. (Sale)
LEAR:                    Así lo haremos ¿Tienes frío, muchacho? Vamos a buscar esa cueva.
BUFON:                 Por supuesto. Esta es noche para enfriar a una puta ardiente, loco.
(Salen)


ESCENA III   (Castillo de Gloster)

GLOSTER:              No se procede de esta manera con un hombre, Edmundo. Cuando pedí permiso para ayudar al rey me lo prohibieron. Ni siquiera puedo usar mi propia casa para refugiarlo.
EDMUNDO:            Esta muy mal esto, padre.
GLOSTER:              Pero terminará pronto. Ya ha desembarcado parte de un ejército que ha de vengar las injurias que sufre el rey. He recibido una carta que lo prueba. Ve a conversar con los señores mientras yo voy a tratar de ayudarlo en secreto. Si preguntan por mi, estoy enfermo. (Sale)
EDMUNDO:            De esas ayudas le interesará saber al duque. Pronto lo perderás todo, padre. También le llevaré la noticia del ejercito que se avecina, el sabrá recompensarme. Gane el joven lo que el viejo pierde.

ESCENA IV                  (Páramo)

BUFON:                 Es aquí. Entra, señor.
LEAR:                    Entra tu. Déjame hablar con la tormenta. (El bufón entra) Cuando la mente es libre, nuestro cuerpo se vuelve delicado  y vulnerable. Esta tormenta quita de mi mente todo sentimiento salvo el de la ingratitud de mis hijas. Pero  no voy a llorar…no voy a llorar, ese es un camino que solo lleva a la locura.
EDGARDO:            (Desde adentro)  ¡Mucha agua…mucho frio!
BUFON:                 (Sale corriendo) ¡Un espíritu! ¡No entres señor, hay un espíritu en la cueva!
LEAR:                    ¿Quién anda ahí?
EDGARDO:            ¡Vete!
LEAR:                    ¿Quién eres?
BUFON:                 Un espíritu, tío.
EDGARDO:            ¡Fuera! El viento me hiela y el demonio me persigue.
LEAR:                    ¿También tus hijas te dejaron así? ¿Les diste todo? ¿No salvaste nada?
EDGARDO:            ¿Quien le da algo al pobre Tomás? Piedad para este pobre a quien el demonio lo ha llevado al fuego y al pantano y le ha puesto veneno matarratas en su sopa. ¡Que el cielo te guarde, rico señor! ¡La caridad para el pobre Tomás que se muere de frío!
LEAR:                    Todas las plagas del mundo caigan también sobre tus hijas, hombre.
BUFON:                 Este, ni hijas tiene, tío.
EDGARDO:            (Canta) Pillicock se cansó/ y en el suelo se sentó/ y en el suelo se sentó.
BUFÓN:                 Esta noche,  todos nos volvemos locos de frio y de miedo.
LEAR:                    ¿Qué eras tú?
EDGARDO:            Un caballero de guante y sombrero, satisfacía los deseos de mi dama y me dormía planeando mas actos de lujuria. Era rápido en la mesa y en la cama. Amaba profundamente el vino, y las mujeres. Un cerdo por mi pereza y un zorro por mi astucia. Valiente como el que mas, listo para enfrentar al mismo demonio. ¡El viento frío sigue soplando a través del espino blanco! ¡Hace Uuuhhh…uuhh…vamos Delfín, dulce muchacho, deja ya de trotar…uhhh!
LEAR:                    Tu estarías mejor en una tumba que enfrentando con el cuerpo desnudo estos excesos de los cielos. Pero me parece que es mejor así: tu no le debes seda al gusano, ni piel a las bestias, ni lana a la oveja…¡Todos debiéramos estar desnudos!
BUFON:                 ¡No, señor mío, no! ¡Te lo ruego! Esta fea la noche para nadar. Necesitamos un fuego, no desnudeces, esta noche. ¡Miren! ¡Allí viene un fuego andante!
(Entran Gloster y Kent con una antorcha)
EDGARDO:            Ese es el maldito demonio que aparece al atardecer y se va con el primer gallo, trae el mal de ojo y el labio leporino para los que lo encuentran. ¡Fuera, demonio, fuera!
GLOSTER:              ¡Señor…mi rey!  ¿Estás ahí?
LEAR:                    Aquí estoy.
KENT:                   ¿Y tu quien eres?
EDGARDO:            Soy Tomás, el que come renacuajos, escuerzos y escarabajos y de postre ratas viejas y salamandras, el que toma el agua verde de la laguna y es echado a golpes y palos de los poblados, el que antes tenía seis camisas, caballo y espada y hoy no tiene nada. Porque los demonios persiguen a Tomasito. ¡Cuidado con ese que muerde! ¡Fuera demonio, deja a los señores en paz!
GLOSTER:              ¿No encontró mejor compañía, mi rey?
 EDGARDO:           ¡Tomás tiene frio!
GLOSTER:              He venido a buscarte, señor. No puedo en todo obedecer a tus hijas. No puedo dejarte en medio de esta tormenta, ven conmigo a un refugio donde comida y abrigo te esperan.
KENT:                   Vamos, señor.
BUFON:                 ¡Vamos, por favor, tío!
LEAR:                    Está bien, pero tenemos que llevar a este filósofo con nosotros.
KENT:                   (A Gloster) ¿Filosofo? Cada vez está peor.
GLOSTER:              Es entendible, yo también tenía un hijo querido al que iba a dejar todo, un hijo de mi sangre, que ahora quiere atentar contra mi y adelantar mi muerte para quedarse con mis bienes.
EDGARDO:            ¡Tomasito tiene frío!
BUFÓN:                 ¡Y yo también, tío!
GLOSTER:              Puedes traerlo, señor.
LEAR:                    Vamos, noble ateniense.

ESCENA V  (Interior del castillo de Gloster)

CORNWALL:           Voy a castigar a tu padre antes de dejar esta casa.
EDMUNDO:            He sacrificado mis sentimientos de hijo para serte fiel, señor.
CORNWALL:           Y has hecho bien. Ahora veo a quien ha salido tu hermano, el traidor.
EDMUNDO:            ¡Que mala es mi suerte! ¡Tener que arrepentirme de ser justo! Esta es la carta de la que te hablaba y que prueba que mi padre es espía de Francia. ¡Ojalá no hubiera sido yo el que tuvo que delatarlo, señor!
CORNWALL:           Era tu deber, lo has cumplido y eso te ha hecho conde de Gloster. Ve a ver donde está el traidor, yo comunicaré a la duquesa  estas novedades. Confio en ti, muchacho.

ESCENA VI      (Una cabaña)

BUFON:                 No es mal refugio este, señor.
EDGARDO:            Permiso, demonios. Dicen que Nerón anda pescando con una caña en el lago de las tinieblas.
BUFON:                 ¿Qué opinas, tío, un loco es noble o plebeyo?
LEAR:                    ¡Es rey, es rey! ¡Ah, no tener lanzas ardientes para arrojarlas sobre ellas!
EDGARDO:            ¡Au…au…el demonio me muerde la espalda!
BUFON:                 Loco es el que confía en la mansedumbre del lobo, en el amor de un muchachito o el juramento de una puta, tío.
LEAR:                    ¡Acabo de decidirlo! Vamos a aprovechar este tiempo vacio para juzgarlas. (A Edgardo) Ven, siéntate aquí, señor juez. (Al bufón) Y usted, doctor…este es su lugar. ¿Dónde están esas zorras?
EDGARDO:            ¡Mmmm…como le brilla la mirada! Pero que empiece el juicio a esas señoras. (Canta) Cruza el rio Beba/ Ven hacia mi…
BUFON:                 (Se une al canto) Que tu bote se acaba de rajar/ pero tienes que confesar/ porque no te animas a cruzar.-
EDGARDO:            ¡Atención, atención! Que otro maldito demonio me persigue…y ahora un perro me muerde el estómago… un ruiseñor me canta aquí, pero se tendrán que calmar porque ahora no tengo comida para darles.
KENT:                   (Entrando) Por favor, señor…es necesario que descanses.
LEAR:                    ¿Descansar? Es hora del juicio. Juez, a tu lugar. Tu, docto señor, al tuyo.
EDGARDO:            Que obre la justicia…la justicia. ¡Cuidado con el gato gris!
LEAR:                    Que juzguen primero a esta. Es Gonerilda. Yo juro a esta honorable asamblea, que ella echó a su padre, el rey, como a un perro.
BUFON:                 (A una silla) ¿Te llamas Gonerilda?
LEAR:                    No lo puede negar.
BUFON:                 Perdón, te tomaba por una silla.
LEAR:                    Y aquí está la otra. (Otra silla) Ya verán de que está hecho su corazón. ¡Cuidado! ¡Que no se escape! ¡Cuidado! ¡Que hablen las espadas! ¡Mal juez, la dejaste escapar! ¡Corrupto!
EDGARDO:            ¿Yo?
KENT:                   ¡Por favor, señor! ¡Un poco de calma es todo lo que te pido!
BUFON:                 ¡Basta, tío!
EDGARDO:            ¿Quién es corrupto?
LEAR:                    ¡Ahora los tres perros me ladran!
EDGARDO:            Cada vez me pesa mas este disfraz….¿Perros? ¡Yo los voy a echar! ¡Fuera perros…fuera!
LEAR:                    Si solo ha quedado esta, juzguémosla. ¿Qué hay en la naturaleza que produzca corazones tan duros? Y tu, filósofo y juez, es hora de que des el veredicto.
KENT:                   Te ruego, señor, que reclines la cabeza un rato y descanses…esta tormenta ha sido demasiado fuerte y el cansancio te hace desvariar.
LEAR:                   Esta bien…Pobre filósofo, ya comeremos en la mañana, ahora deja el juicio.
BUFON:                 Descansa, tío, que yo velaré tu sueño.
GLOSTER:              (Entrando) ¿Como está el rey?
KENT:                   Mal. El cansancio y la naturaleza lo hacen desvariar. Ahora descansa.
GLOSTER:              Tenemos que sacarlo de aquí, conspiran contra él. Su vida y la de los que lo ayudamos corren peligro. Tienen que tratar de llegar a Dover, por favor váyanse ya, yo volveré a mi casa que ya no es mi casa.
EDGARDO:            Demasiado me pesa este disfraz. Si lo que padezco yo, lo padece el rey siendo ya un hombre viejo, ¿para qué seguir ocultándome? Si la desgracia tiene compañeros no es tanta desgracia ¿Por qué no luchar con justas pruebas contra la infamia? Si yo lucho por mi verdad, quizás ayude también al rey.

ESCENA VII         (En el castillo de Gloster: Cornwall,  Regania, Gonerilda,                          Edmundo, Osvaldo y otros)
CORNWALL:           (a Gonerilda ) Ve a avisar a tu esposo que el rey de Francia a desembarcado. ¡Que prendan a Gloster, el traidor! (Salen servidores)
REGANIA:              ¡Que lo cuelguen!
GONERILDA:                   ¡Que le arranquen los ojos!
CORNWALL:           Déjenlo por mi cuenta. Edmundo, acompaña a Gonerilda, lo que va a pasar con tu padre en cuanto lo prendamos, no es asunto tuyo. Adiós hermana, adiós, señor de Gloster. (Salen Edmundo y Gonerilda) Un traidor como este viejo no merece ser bien tratado.¡Tráiganlo!  (Aparece Gloster encadenado. Lo atan a una silla.) ¡Sujetenle los brazos!
GLOSTER:              ¿Por qué me tratan así? Son mis huéspedes.
REGANIA:              ¡Por qué eres un traidor!
GLOSTER:              ¡Traidora de tu padre eres tu, infame señora!
CORNWALL:           ¿Qué carta recibiste de nuestros enemigos de Francia?
REGANIA:              Responde la verdad que lo sabemos todo.
GLOSTER:              Recibí una carta, pero no de enemigos.
CORNWALL:           Eres astuto, viejo.
REGANIA:              ¡Y falso, falso!
CORNWALL:           ¿Donde está el rey?
GLOSTER:              Camino a Dover.
REGANIA:              ¿Por qué a Dover, traidor? ¿No se te encargo que…?
CORNWALL:           ¡Deja que conteste! ¿Por qué a Dover?
REGANIA:              ¿Por qué a Dover?
GLOSTER:              Porque no quería ver tus crueles uñas arrancando sus ojos, ni los colmillos de tu hermana hundidos en su carne. ¡Pero ya verán mis ojos la venganza sobre semejantes hijas!
CORNWALL:           ¡No veras ninguna venganza, traidor! (Le arranca un ojo)
REGANIA:              ¡Los dos…! ¡Que un lado no se burle del otro!
UN SERVIDOR:      Deténgase, señor.
CORNWALL:           Un siervo se subleva…
SERVIDOR:            Siervo o no, un hombre no puede tolerar tanta crueldad.
CORNWALL:           ¡Hijo de puta!
(Cornwall lo ataca, el siervo se defiende  con un puñal pero Regania lo ataca por la espalda y el servidor muere.)
GLOSTER:              Por la espalda como corresponde a tu condición.
CORNWALL:           (Le saca el otro ojo) ¡Para que no veas mas, lo que no tienes que ver, viejo!
GLOSTER:              (Grita de dolor y furia) ¡Edmundo! ¡Ven a vengar a tu padre!
REGANIA:              Llamas justo al que no te quiere, viejo. Fue él quien nos advirtió de tus traiciones. Tu querido Edmundo.
GLOSTER:              ¿El? Entonces Edgardo…soy un viejo estúpido.
REGANIA:              (A Cornwall) ¿Qué te sucede?
CORNWALL:           Ese sirviente me hirió. LLévame adentro. ¡Que arrojen este cuerpo a la basura, y saquen a este viejo ciego al camino para que olfatee el camino a Dover! Vamos.
UN SIERVO:           Si este hombre termina bien, las maldades tienen premio.
OTRO:                   Y si esta mujer, vive mucho tiempo, todas las mujeres se convertirán en monstruos.
SIERVO:                (A Gloster) Vamos, señor.
OTRO:                   Te curaremos las heridas, con lino y clara de huevo.
SIERVO:                Te llevaremos a donde quieras ir.


ACTO IV

ESCENA I                             (En un descampado)
EDGARDO:            ¡Que frío hace! Pero al fin de cuentas es mejor así, vivir pobre y despreciado, que ser despreciado y adulado. ¿Quién se acerca? (Es Gloster guiado por un servidor) ¡Es mi padre!
GLOSTER:              Déjame aquí. Ya puedes irte.
SERVIDOR:            Pero no puedes ver tu camino, señor.
GLOSTER:              Yo no tengo camino, por lo tanto no necesito ojos. Ya tropecé cuando veía. Ya fui injusto con mi hijo Edgardo. ¡Ah, si por lo menos pudiera vivir para mirarte con las manos y decirte que fui engañado!
EDGARDO:            ¡Dios!
SERVIDOR:            ¿Quién anda por ahí!
EDGARDO:            ¡Uh!
GLOSTER:              ¿Quién es?
SERVIDOR:            Es Tomas, un pobre loco.¿Qué haces por aquí, Tomás?
GLOSTER:              ¿Es un mendigo?
SERVIDOR:            Loco y también mendigo, señor.
GLOSTER:              Algo razona, de lo contrario no podría mendigar. Debe ser el que vi anoche en medio de la tormenta. Me recordó a mi hijo Edgardo.
EDGARDO:            (Para si) ¿Podré seguir con esta farsa ante mi padre malherido? Mala cosa es esta de fingir locura ante el que sufre.
GLOSTER:              ¿Es el desnudo?
SERVIDOR:            Si, señor.
GLOSTER:              Entonces déjame con él.  Será mi guía de ahora en adelante, pero antes trae algunas ropas para que se cubra.
SERVIDOR:            ¡Pero, señor, es un loco!
GLOSTER:              Que mas da. Malos han de ser estos tiempos en que los locos guían a los ciegos. Por favor trae la ropa que te pido.
SERVIDOR:            Si, señor.  (Sale)
GLOSTER:              ¡Eh…desnudo!
EDGARDO:            El pobre Tomas tiene frio.
GLOSTER:              Acércate.
EDGARDO:            (Para si) Sus ojos sangran.
GLOSTER:              ¿Conoces el camino a Dover?
EDGARDO:            Todos, el de caminar y el de ir en carro. Al pobre Tomas han asustado hasta enloquecer. Cinco demonios he tenido en el cuerpo, así que cuídate, señor.
GLOSTER:              Tienes que conducirme a Dover, muchacho. Allí, frente al mar hay un acantilado al que da miedo acercarse, tendrás que llevarme hasta el borde mismo. Desde allí ya no necesitaré de tu guía.

ESCENA II           (Palacio de Albania, Edmundo y Gonerilda)

GONERILDA:                   Ya estamos en casa y mi manso marido no ha salido a recibirnos. (Entra Osvaldo) ¿Donde está el señor?
OSVALDO:             Adentro, señora. Pero jamás he visto un hombre que haya cambiado tanto. Al informarle que vienen tropas a atacar, se encogió de hombros. Al contarle la traición de Gloster, me llamó idiota y me dijo que entendía todo al revés. Lo que debía disgustarle le agrada y lo que debía agradarle le disgusta.
GONERILDA:                   ¡Eso es miedo! (A Edmundo) Vamos a cumplir con los planes que hicimos en el camino. Es mejor que te vayas Edmundo…ve a ayudar a los Cornwall mientras yo deberé cambiar todo en esta casa. Yo tomaré la espada y mi marido se ocupara de tejer. Osvaldo nos servirá de intermediario.( Lo besa) Recibirás mucho mas que eso cuando triunfemos.
EDMUNDO:            Soy tuyo, señora.
GONERILDA           ¡Que diferencia entre un hombre y otro! Tu mereces a esta mujer y no ese imbécil que ocupa mi cama.
OSVALDO:             El señor se acerca.
GONERILDA:                   Vete, Gloster. Ya nos comunicaremos.
(Sale Edmundo, entra Albania) Bueno…bueno…antes merecía que me recibieran en la puerta.
ALBANIA:              No tienes límites, Gonerilda. La rama que se separa de su tronco por propia voluntad, ha de secarse y podrirse rápido.
GONERILDA:                   Es ridículo lo que dices.
ALBANIA:              La prudencia te parece ridícula…lo sucio gusta de lo sucio. ¿Qué han hecho? ¡Tigres son, no hijas! A un pobre viejo que les ha dado todo, dejan abandonado a su suerte. ¿Como pudo permitirlo Cornwall que también recibió sus beneficios?
GONERILDA:                   ¡Cobarde! ¡Higado de leche que no sabes discernir entre lo que te beneficia y lo que te perjudica! ¿Donde están tus hombres? Francia ataca y tu te quedas sentado diciendo “¡Ay! ¿Por qué hará eso?”
ALBANIA:              Eres un demonio, no una mujer.
GONERILDA:                   ¡Estúpido, impotente!
ALBANIA:              ¡Sujeta tu lengua, demonio disfrazado de mujer! ¡Sujeta tu lengua!
GONERILDA:                   ¡Ay…que miedo!
MENSAJERO  I :               (Entra corriendo)¡ Señor…señor! El duque de Cornwall ha muerto.
ALBANIA:              ¿Muerto?
MENSAJERO I :                Así es, señor. Lo mató un sirviente  cuando estaba torturando cruelmente a Gloster.
ALBANIA:              ¿Torturaba al viejo Gloster?
MENSAJERO I:                 Le sacó los ojos, señor.
ALBANIA:              Pronto pagó su maldad, entonces.
MENSAJERO I :                Y para usted traigo esta carta, señora. Es de su hermana.
GONERILDA:                   Voy a leerla (Sale)
ALBANIA:              ¿Donde estaba el hijo de Gloster cuando torturaban a su padre?
MENSAJERO I:                 No estaba allí. Fue él quien lo delató. Luego dejó la casa para permitir el castigo.
ALBANIA:              Traidores y delatores de su padre, juntos. Ven aquí amigo, tienes mucho mas que contar, todavía. (Salen)

ESCENA III                  (Campamento de Francia, Kent y un caballero.)
KENT:                   Que dijo Cordelia al leer la carta que le envié?
CABALLERO II:                La leía en mi presencia, señor. Al principio lloraba, luego una gran indignación pareció apoderarse de ella.
KENT:                   ¿Te preguntó algo?
CABALLERO II:                No, señor. Solo lloraba y de vez en cuando decía algo así como: “¡En medio de la tormenta!” “¡Vergüenza de mujeres”!
KENT:                   Lear, nuestro rey está cerca, pero se encuentra muy mal y desvaría. En sus momentos de lucidez dice que no quiere ver a Cordelia.
CABALLERO II:                ¿Por qué?
KENT:                   Siente una gran vergüenza. Dice que fue muy cruel con ella, que la maltrató y dio a sus hermanas bienes que le pertenecían. ¿Que sabes de Cornwall y Albania?
CABALLERO II:                Lo que se dice. Que ya marchan para enfrentarnos.
KENT:                   Vamos, te llevaré con nuestro rey.
(Salen. Tambores. Entra Cordelia con un médico y soldados.)
CORDELIA:            ¡Que lo busquen, lo encuentren y lo traigan! (Salen soldados a la orden) ¿Que está loco? ¡Algo podrán hacer los médicos!
FRANCIA :             Si es verdad que hace días anda a la intemperie, sin comer ni dormir bien, lo primero que necesitará es descanso y cuidados, señora. Luego veremos.
CABALLERO II :               (Entrando) Las tropas británicas vienen hacia aquí, señora.
CORDELIA:            Ya estamos prevenidos, muchacho. Y el cielo sabe que no es la ambición lo que pone las armas en nuestras manos, sino el derecho de mi anciano padre.

ESCENA V    (Castillo de Gloster. Regania y Osvaldo con una carta en la mano.)

REGANIA:              ¡Llegas con gran apuro, Osvaldo! ¿Ya están las tropas de Albania en marcha?
OSVALDO:             Vienen, señora. Yo me adelanté.
REGANIA:              ¿Las manda él en persona?
OSVALDO:             Así es señora, pero su hermana es mejor soldado. Traigo carta de mi señora.
REGANIA:              ¿Para mi?
OSVALDO:             No, para Edmundo.

REGANIA:              Así que traes una carta de mi hermana para Edmundo…¿sabes qué dice?
OSVALDO:             No, señora…
REGANIA:              Déjame abrirla.
OSVALDO:             Te lo ruego, señora…
REGANIA:              (Le quita la carta) Escúchame bien, hombre. Ya he podido descubrir miraditas y sonrisas de mi hermana a Edmundo y como tu eres su confidente…
OSVALDO:             ¿Yo, señora?
REGANIA:              ¡Te conozco, estúpido! Por eso vas a decirle a tu señora que ya se lo que intenta, pero yo soy viuda y Edmundo es mas apto para mi cama que para la suya. El resto ya te lo puedes imaginar. Ve y aconséjala bien. Que calme sus ardores. Ah! Si en el camino encuentras a un ciego traidor recuerda que su cabeza tiene precio.
OSVALDO:             Bien, señora. Si lo encuentro, dalo por muerto.

ESCENA VI                   (Un campo cerca de Dover. Edgardo ya vestido guía a  Gloster. Simula subida.)

GLOSTER:              ¿Falta mucho?
EDGARDO:            No. Ya estamos llegando. La pendiente es terrible.
GLOSTER:              La verdad, no la siento.
EDGARDO:            Es por el dolor de tus ojos. ¿Sientes el ruido del mar?
GLOSTER:              Puede ser. Hablas mejor, loco.
EDGARDO:            Hablo como siempre. Cuidado, ya estamos en la cima. Si pudieras ver te daría miedo. Allá abajo los pescadores parecen hormigas. Mas lejos esta una barca que se ve muy pequeña. La altura es terrible, ten cuidado.
GLOSTER:             Suéltame y vete. ¡Cielos…renuncio a este mundo no puedo soportar mas mi aflicción! ¡Cuiden de mi hijo Edgardo, con el que fui injusto!
(Se arroja desde muy poca altura, queda tendido en el suelo. Edgardo se acerca como si fuera otro personaje.)
EDGARDO:            ¿Quién anda por ahí?
GLOSTER:              ¡Ay…ay…! ¿No estoy muerto?
EDGARDO:            No, pero tendrías que estarlo, señor. La altura es inmensa pero flotabas como si fueras una pluma. El cielo  no quiere que mueras aun, es un milagro. Dame la mano. ¿Cómo te sientes?
GLOSTER:              Bien…demasiado bien.
EDGARDO:            ¿Qué era eso que estaba a tu lado en la cima del barranco?
GLOSTER:              Un pobre loco.
EDGARDO:            Parecía el mismo diablo. A la distancia pude ver que tenía grandes cuernos, y patas de cabra. No era humano.
GLOSTER:              ¿Qué quieres decir?
EDGARDO:            Que el demonio te empujó al vacio pero los cielos te salvaron porque todavía no ha llegado tu hora.
(Entra Lear)
LEAR:                    En estos lugares la naturaleza supera al arte.(Balbucea incoherencias y baila)
GLOSTER:              ¡Yo conozco esa voz!
LEAR:                   Gonerilda y Regania…¡malditas sean! Era buena estrategia decir “si” cuando yo decía “si” y decir “no” cuando yo decía “no”. Pero solo bastó que la tormenta me mojara y que los truenos me hicieran tiritar  para que me diera cuenta de quienes eran. ¡Mentirosas…falsas! Y sus hombres peor que ellas. Tengo fiebre…
GLOSTER:              Ya lo reconozco. ¿Eres el rey?
LEAR:                    Si. Si quieres soy rey. Mira como tiemblan mis vasallos. Perdono la vida de este hombre. ¿Cuál es tu delito? ¿Adulterio? Pero…¿No fornica el gorrión fuera de su casa? Estas perdonado. ¡Vamos que prosperen el adulterio y la lujuria que necesito soldados! ¡Oh!…miren a esa mujer de dulce sonrisa…parece que tuviera nieve entre las piernas, se sonroja cuando escucha la palabra placer…¡pero todo es falso…falso! Son mujeres de la cintura para arriba y yeguas de la cintura hacia abajo. El demonio habita debajo de sus faldas.
GLOSTER:              ¿Me reconoces, señor?
LEAR:                    ¿Y tus ojos?
GLOSTER:              Ya no están.
LEAR:                    Aun sin ojos, puedes ver como marcha el mundo. Escucha como ese juez injuria a aquel pobre ladrón. Ahora cámbialos de lugar: ¿Cuál es el juez y cuál es el ladrón? Y aquel otro ¿porque manda a azotar a esa puta? si lo que quiere, es hacer con ella lo mismo por lo que la azota. El usurero hace prender al ratero. Los delitos pequeños se ven a través de los andrajos y los ropajes caros ocultan los grandes pecados. Escúchame, te lo digo yo que tengo el poder de cerrar la boca del acusador: Ponte anteojos y como político hipócrita, simula ver lo que no ves.
GLOSTER:              Señor…
LEAR:                    Eres Gloster, te conozco. Si  quieres llorar te presto mis ojos. Resígnate, ya lloramos al nacer por el infortunio de entrar a este escenario de locos. (Entra un oficial y dos soldados)
OFICIAL:               ¡Allí está! Señor tenemos que escoltarlo…
LEAR:                    ¿Quién me busca? ¿A quienes responden ustedes?
OFICIAL:               Te reconocemos como nuestro rey.
EDGARDO:            Ve con confianza, señor. Son amigos.
GLOSTER:              Ve, mi señor, necesitas descansar.
LEAR:                    Está bien, Gloster. Espero que tu olfato sea mejor que mi vista.
OFICIAL:               Por aquí, majestad.   (Salen.)
EDGARDO:            Nosotros también debemos buscar refugio.
GLOSTER:              ¿Quién eres? Tu voz me es familiar.
EDGARDO:            Solo un campesino.
(Entra Osvaldo)
OSVALDO:             Este es el ciego que me hará rico. Suéltalo y aléjate.
EDGARDO:            ¿Qué quieres?
OSVALDO:             Matarlo y cobrar la recompensa.
EDGARDO:            Solo una advertencia. No te acerques.
OSVALDO:             ¡Fuera, basura!
(Osvaldo saca la espada y se abalanza pero Edgardo se la quita y lo hiere de muerte.)
EDGARDO:            No debías haber hecho esto.
GLOSTER:              ¿Quién era?
EDGARDO:            Un enviado de alguien que no te quiere vivo. (Busca entre sus ropas y encuentra la carta para Edmundo, la lee y la guarda.) Ya me será útil. Vamos, anciano.

ESCENA VII                            (Campamento de Cordelia)

CORDELIA:            ¿Cómo está el rey?
FRANCIA :             Mucho mejor, señora. Ya ha descansado.
CORDELIA:            ¿Puedo verlo?
LEAR:                    (Entra ayudado por sirvientes) Haces mal en sacarme de la tumba. Eres un alma bienaventurada y yo estoy atado a una rueda de fuego.
CORDELIA:            ¿Me reconoces?
LEAR:                    Te ruego, no te burles de mi. Soy un viejo tonto que ya ha pasado los ochenta y creo no estar en mi sano juicio pero te reconozco, eres mi hija Cordelia.
CORDELIA:            Asi es, padre.
LEAR:                    Si tienes veneno para mi, dámelo. Lo beberé sin problemas, tienes razones. Tus hermanas no tenían ninguna causa para maltratarme y me ultrajaron.
CORDELIA:            Ahora solo tienes que descansar, padre.
LEAR:                    Vas a necesitar paciencia conmigo. He sido y soy un viejo tonto.
FRANCIA :             Vamos a descansar, señor.

ACTO V

ESCENA I   (Campamento de Gonerilda y Regania)

EDMUNDO:            (A Regania que va con él.) ¡Apuremos que la batalla va a comenzar!
REGANIA:              ¡Espera! ¿Amas a mi hermana?
EDMUNDO:            ¡No, señora mía…además no creo que este sea el momento!
REGANIA:              ¡El momento es cuando yo digo! ¿Te has acostado con ella?
EDMUNDO:            Como se te ocurre, señora…es indigno de vos, ese pensamiento.
REGANIA:              No voy  a tolerarlo, Edmundo. No voy a tolerar tu traición.
EDMUNDO:            Soy tuyo, Regania…ahí vienen.
(Tambores. La batalla parece haber comenzado. Llegan Albania y Gonerilda. )
ALBANIA:              Cordelia está al frente de las tropas enemigas y el rey está con ella. Juro señoras que si tomo las armas no es para oponerme al rey sino a los que invaden esta tierra.
REGANIA:              ¿A que vienen esas palabras  ahora?
GONERILDA:                   Tienes razón, hermana, no es hora de hablar, hay que actuar.  La batalla ha comenzado.
REGANIA:              Si, la batalla esta en marcha, querida. Vamos Edmundo. ¿Vienes?
GONERILDA:                   No.
ALBANIA:              Todos debemos ir, Gonerilda . (Salen, Albania al último, cuando está por salir, Edgardo disfrazado lo detiene.)
EDGARDO:            Señor, ¿podrías escuchar un momento a un pobre campesino?
ALBANIA:              Habla.
EDGARDO:            Tengo esta carta para que leas y te enteres de algunas traiciones muy cerca de ti.
ALBANIA:              ¿Quién eres?
EDGARDO:            Un amigo tuyo, señor. Alguien que odia a los traidores. (Sale)

ESCENA II           (Descampado. Todo el tiempo se oyen ruidos de batalla.)

GLOSTER:              (Solo. Se oyen tambores) El fragor de la batalla es grande. El sonido de las espadas chocando da miedo. Que el cielo acompañe a los justos.
EDGARDO:            (Entra corriendo) ¡Vamos, anciano! Este ya no es un buen lugar para nosotros. El combate no ha sido favorable al Rey.  Cordelia y Lear han caído prisioneros. Vamos.
GLOSTER:              Es mejor que me dejes aquí…ya todo ha terminado.
EDGARDO:            (Mientras lo saca) No, no todo ha terminado ¡Vamos! Estoy seguro de que dentro de poco seremos útiles a Lear, nuestro rey.

ESCENA III     
 (Tambores y banderas. Entran victoriosos Edmundo, oficiales y soldados. Lear y Cordelia prisioneros.)
EDMUNDO:            Que se los lleven. Ya vendrán quienes los deben juzgar.
CORDELIA:            ¡Que se presenten aquí mis hermanas, las hijas del rey!
LEAR:                    No…ven, vamos a prisión. Allí como pájaros enjaulados nos cantaremos y cuando me pidas la bendición, yo me arrodillaré y te pediré perdón. Vamos, allí nos contaremos viejos cuentos y nos reiremos de los mariposones de la corte. Allí escucharemos a los pobres infelices hablar de noticias de palacio y con ellos conversaremos sobre quien pierde y quien gana entre los grandes, que crecen o menguan con la luna.
EDMUNDO:            ¡Llévenselos! ¿qué esperan? (Salen dos soldados con los prisioneros. El oficial queda un momento con Edmundo.) Ven aquí. En este papel están tus instrucciones y el camino de tu fortuna. A los hombres los hace la ocasión y esta es la tuya. Los pensamientos tiernos no convienen al que lleva espada. Si cumples con tu parte tendrás gran recompensa.
OFICIAL:               Haré lo que este papel mande, señor.
EDMUNDO:            En marcha, entonces.
(Sale el oficial. Tambores. Entran Gonerilda, Regania y el duque de Albania.)
CORDELIA:            Este triunfo debe celebrarse. (Un sirviente se acerca con copas. Ella las distribuye.) ¡Salud! ¡Por la victoria!
ALBANIA:              La fortuna te ha guiado al éxito en el campo de batalla y has tomado prisioneros al Rey y a Cordelia. Ahora te los reclamo para que sean tratados según su rango y nuestra seguridad.
EDMUNDO:            He mandado al viejo rey y su hija a una prisión con guardias especiales. Considero que son peligrosos, el viejo tiene el carisma necesario como para poner al pueblo de su parte y levantar aun a nuestros propios soldados. La batalla acaba de terminar, sudamos y sangramos. El amigo ha perdido al amigo. Pienso que el asunto de Cordelia y su padre necesita de un lugar y un momento mas conveniente.
ALBANIA:              En esta guerra, señor,  sigues siendo un vasallo, no un igual.
REGANIA:              Eso depende del lugar que yo le quiera dar. Edmundo ha conducido mi ejército con decisión y valentía. Lleva mi autoridad por lo que puede considerarse un igual.
GONERILDA:                   No se exalten, no es este el lugar ni el momento para estas discusiones.
REGANIA:              Es el momento porque yo pongo a Edmundo entre nosotros.
ALBANIA:              ¿Cómo si fuera tu esposo?
REGANIA:              A veces los bufones son profetas.
GONERILDA:                   ¿No estás un poquito confundida, hermana?
REGANIA:              No me siento bien, de lo contrario te contestaría como te mereces. General, toma aquí mis soldados, mis prisioneros y mi patrimonio, dispón de ellos. A partir de ahora te hago mi señor y dueño.
GONERILDA:                   ¿Es tu nuevo corcel?  ¿vas a montarlo?
ALBANIA:              Esa decisión no depende solo de tu voluntad, Regania.
EDMUNDO:            Ni de la tuya.
ALBANIA:              De la mía si, bastardo. Quedas arrestado por alta traición, y  junto con vos, acuso a esta serpiente vestida. En cuanto a tu demanda, Regania, me opongo en interés de mi esposa. Este caballero y ella están ya comprometidos por lo que si tanto quieres casarte puedes pensar en mi que pronto quedaré libre.
GONERILDA:                   ¡Bufón!
ALBANIA:              Estas armado, Gloster.  Que suene tres veces el tambor, si a la tercera nadie se presenta a probarte. Mi espada  se verá con la tuya.
REGANIA:              (Cae de rodillas) Me siento mal, estoy enferma.
GONERILDA:                   (Para si.) Si no lo estuvieses no me fiaría mas de los venenos.
REGANIA:              ¡Por favor…me siento muy mal!
ALBANIA:              Llévenla a su tienda. ¡Suene el tambor! “¡Si entre los hombres de armas hay quien quiera enfrentar a Edmundo, supuesto conde de Gloster, reiterado traidor, que se presente cuando los tambores suenen por tercera vez!” (tambor)¡Vamos…que suene otra vez! (Tambor. Avanza Edgardo, espada en mano.) ¿Quién eres?
EDGARDO:            Mi nombre está perdido, carcomido por los dientes de la traición y roído por los gusanos. Edmundo de Gloster, a pesar de tu espada victoriosa y de tu flamante fortuna, yo declaro que eres un traidor a tu padre, a tu hermano y a este noble señor.
(Edmundo se arroja sobre él, Edgardo lo hiere y cae.)
GONERILDA:                   ¡No lo mates!
ALBANIA:              No te entrometas. Suficiente has  hecho ya. Esta carta de tu mano, prueba tu traición y la de él.
GONERILDA:                   ¡No me digas lo que ya se! ¡Bufón! (Sale)
EDMUNDO:            ¿Quién eres?
(Edgardo se descubre)
EDMUNDO:            Te has tomado venganza. Voy a morir.
EDGARDO:            Antes debes decirnos adonde mandaste a Cordelia y al rey.
(Entra un sirviente.)
SIRVIENTE:           Mi señora, Gonerilda, se ha dado muerte.
ALBANIA:              Días funestos los que vivimos. Los hijos se obran en contra de los padres, hermanos contra hermanos. Las mujeres levantan el puñal contra si mismas…
EDGARDO:            El rey y Cordelia van hacia la prisión del sur. Allí un oficial tiene orden de matarlos.
ALBANIA:              ¡Hay que detenerlos!
KENT:                   (Entrando ) Ya no hace falta correr.
LEAR:                    (Entra con Cordelia muerta en sus brazos. Llora.) Ella se ha ido…yo se cuando alguien esta muerto o vive. Esta muerta como la tierra. ¡Un espejo…alcánceme un espejo! Quiero que lo empañes, Cordelia. Esta pluma se mueve…¿estas viva? ¿Qué dices? Siempre hablas tan bajo, hija…Miren mi pobre loquita se ha ahorcado. ¿Por qué un perro, una rata, un caballo pueden tener vida y tu nada de aliento…no, ya no volverás nunca. Suéltenme este botón que me ahogo…miren, miren sus labios. ¿los mueve? Ya no puedo respirar. El aliento nos abandona a los dos hija. A los dos. A los dos.(muere)
EDGARDO:            ¡Señor…señor!
ALBANIA:              Déjenlo morir en paz. Es hora de luto, luego ustedes dos deberán gobernar esta tierra sangrante y restablecer la cordura.
KENT:                   Yo tengo un largo viaje, me he de marchar. Mi señor me llama y no me pienso negar.
EDGARDO:            Con estos tiempos tristes cargaremos. Diremos lo que sentimos, no lo que debemos decir. Los viejos han padecido dolor y quebranto. Nosotros no hemos de ver, ni viviremos tanto.
(Tambores)



Fin

Rafael Nofal@hotmail.com

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