Y UN DÍA SU OLOR CAMBIÓ
de
Rafael Nofal
Personajes: 1-Él, que cuida la calle.
2-Ella, la mujer que no
duerme.
3-La mujer con perdigones.
Cruce
de dos calles de barrio. Es de noche. Algunas ramas, cubiertas de automóvil, un
viejo colchón doblado y otras cosas bastante insólitas arman una especie de
barricada. Un hombre joven, solo, con una vieja escopeta en la mano y un machete en
la cintura, vigila mirando por encima del parapeto. Es claro que su relación
con las armas es poco frecuente . Tiene una linterna y en algún lugar esconde
una botella de una bebida alcohólica a la que acude de vez en cuando.
Los
testimonios son en algún lugar indeterminado del espacio escénico.
I
TESTIMONIO DE LA MUJER QUE
NO DUERME:
No tengo demasiado para
decir. Lo hecho, hecho esta.
II
EL: (Habla por teléfono
celular) No hay problema…aquí me quedo. Solo, si. No…si se acercan los cago
a tiros, no te preocupes. Si, yo hago el aguante, pero cuando puedan manden a
alguien. Por aquí no van a pasar. (pausa)
Todo tranquilo. Los vecinos están encerrados en las casas. (Corta.) Se ha puesto fresco, carajo.
(Ordena
todo como para pasar una larga noche de vigilia. Es meticuloso. Se sienta a
esperar en algún elemento que forma parte de la barricada pero no puede estar
quieto. Camina y trata de adivinar algún
movimiento en la noche. Algo que pasa sobre su cabeza, lo asusta.)
¿Qué mierda es eso? (Aferrado a su arma) ¡De nuevo! Parecen
pájaros…¿pero qué pájaros van a andar de noche? ¿Serán murciélagos? Son muy
grandes para ser murciélagos…Bichos de mierda, ni se los ve, solo la sombra y
el chillido.
III
TESTIMONIO DE LA MUJER CON
PERDIGONES:
¿Por qué no puedo hablar?
¿Por estos estúpidos agujeritos? ¿Y que tiene que ver? Yo necesito hablar. Aquí
hay algo que está mal y no quiero irme sin saber que es. Todos tenemos que
hablar. El silencio es malo. El silencio engorda rencores, anuda malos
entendidos. Hace crecer tumores en el interior de los cuerpos. El silencio
arrastra dolores hondos y oscuros, pesados como carros. El silencio es malo
porque en algún momento todo explota, como ese auto que estalló hace años frente a
la casa de la Rosa, en las épocas malas del país. Las paredes chorreaban aceite
y sangre, había pedazos de cosas y de gente desparramadas por todos lados. -Así
debe ser cuando el silencio estalla- me acuerdo que pensé, mientras trataba de
contener el vómito. Durante años me quedó esa imagen en la cabeza y de la única
manera en que pude no digo olvidarla, porque esas cosas no se olvidan, sino no
sentirla tan terrible, es hablando sobre eso. Esto que pasó aquí también es
terrible y hay que hablar…para que la pena y el odio se alivianen, hay que
hablar.
IV
ELLA: Ves
algo? Allá…me parece que algo se mueve, detrás tuyo…pero no te des vuelta.
EL: ¿Será un…? (Gira, apunta con el arma. Va a tirar.)
ELLA: No,
aflojá. Es el perro grande ese de Isidro.
EL: Es que me pareció…
ELLA: Siempre lo suelta a la noche, el
viejo.
EL: ¡Escuchá…es una
moto!
ELLA: Si,
pero va para el otro lado, como para la avenida.
EL: Ahá. Tenés razón.
ELLA: Parece
que te han dejado solo, aquí.
EL: Solo no. Estás
vos. Raro que hayan mandado a una mujer.
ELLA: No me mandó nadie. Vine porque te vi
solo. Desde el techo de mi casa estuve mirando.
EL: ¿Viste los pájaros?
ELLA: ¿Qué pájaros?
EL: Unos pájaros grandes, negros, o a mi me parecieron
negros por la oscuridad. Recién pasaron.
ELLA: No vi nada.
EL: ¿Y tu marido?
ELLA: Hoy
no viene. Trabaja veinticuatro por veinticuatro, pero si la cosa sigue así… ¿es
tuya la escopeta?
EL: Era de mi abuelo,
de cuando iba a cazar, hace años que está en casa.
ELLA: Prestámela.
EL: (Se lo da) Tené cuidado, tiene gatillo
sensible.
ELLA: No
te hagás problema. Yo se de esto, mi marido me enseñó. Como quedo tanto tiempo
sola…
EL: Ah, claro…Raro,
vivir tan cerca y nunca conversar ¿No? Apenas nos saludamos.
ELLA:
Y… si. A veces pasa.
EL: Se te ve poco…
ELLA: Yo
te veo de vez en cuando en la carnicería. ¿Vos vivís con tu mamá, no?
EL: Vivía. Se murió el
mes pasado.
ELLA: Uh!
Perdoná…no sabía. ¿Pero como no me enteré?
EL: Es que la tuve
como un año en el hospital. Cáncer. Mucha quimio y esas cosas, al final me
parece que no estuvo mal que se muriera.
Sufría mucho.
ELLA: Te
quedaste solo…
EL: Si.
ELLA: ¿Novia?
EL: No.
ELLA: ¿Por
qué?
EL: La verdad, no se.
Mucho no me dan bolilla las mujeres. No, no pensés que soy…
ELLA: Gay.
EL: Eso.
ELLA: ¿Y…?
EL: Simplemente no se
me acercan mucho. Y yo tampoco me esfuerzo por acercarme. No me molesta estar
solo.
(Larga
pausa)
ELLA: Que
noche rara ¿no?
EL: ¿Por…?
ELLA: Y
que se yo… de golpe, en unas horas todo cambia. Yo estaba viendo la novela por
la tele y se corta para pasar noticias de Villa Amalia. Que estaban atacando
ahí. Un montón de motos avanzaba y la gente hacia tiros desde los techos.
Algunos caían. Muertos seguro que hay.
EL: Yo también vi eso
por la tele. Uno de esos de las motos miraba a la cámara y se reía. La cara
ocupaba toda la pantalla. Le faltaban dientes.
ELLA: ¿Que
hora será?
EL: Como las tres de
la mañana.
ELLA: No
parece. (Se alarma) Por allá se
escuchan algo como tiros…shhh, escuchá.
EL: (En voz baja)
¡Quieta! Que piensen que no hay nadie…
(Se oyen sonidos extraños,
indefinidos)
ELLA: ¿Vos crees que vienen?
EL: Si. Todavía no intentaron por aquí.
ELLA: Algo se mueve en la oscuridad…
EL: ¡Escucha! ¿Que mierda es eso?
ELLA: No se.
EL: No me gusta nada esto. Encima me estoy quedando sin
carga en el teléfono. Los muchachos dijeron que iban a mandar a alguien a
acompañarme pero hasta ahora no vino nadie. En la otra esquina están tres. No
se porque no mandan uno para aquí.
V
TESTIMONIO DE ELLA, LA MUJER QUE NO DUERME:
Me parece que hay momentos,
no son muchos en la vida, tres o cuatro, no mas, en los que uno hace lo que
vino a hacer. Es lo que justifica los años vividos. Tu paso por el mundo. Para
mi siempre, esos momentos fueron de noche, no se porque. El resto del tiempo
son solo inmensos huecos, espacio de años vacios, entre esos momentos. Creo yo,
mucho no entiendo de estas cosas, pero pienso en mi vida y fue así.
VI
EL: ¿No escuchás nada vos?
ELLA: Calmate. No pasa nada.
EL: Hace un rato
decían que habían entrado en el Grido de la avenida. Que el dueño murió.
ELLA: ¿Lo
mataron?
EL: No. De un infarto murió.
ELLA: En la otra esquina mataron a uno que
iba en una moto. Dicen que tenía un revolver.
EL: Siempre mandan uno primero para ver si pueden pasar.
ELLA: ¿Porque no prendés fuego?
EL: Para que crean que no hay nadie cuidando y cuando
lleguen los cago a tiros. Por aquí no van a pasar.
ELLA: Yo te puedo ayudar.
EL: ¿Tenés arma, vos?
ELLA: En casa. Mi marido me dejó la
veintidós. Pistola de mujer, dice.
EL: ¿Y el donde anda?
ELLA: Dice que de reunión con los
compañeros de la seccional, pero seguro que está en la otra casa.
EL: ¿Qué otra casa?
ELLA: El tiene otra mujer…con hijos. En La
Banda.
EL: ¿Otra mujer? Y vos…
ELLA: Yo se… él cree que no, pero yo se. Una
vez me la crucé en la obra social. Parece buena, iba con una chiquita de la
mano. La misma cara de José.
EL: ¿Y no le dijiste nada?
ELLA: ¿A ella? No. ¿Qué le iba a decir?
EL: ¿Y a él?
ELLA: No. Esta semana iba a hablar con él…
pero con todo esto que está pasando la cabeza se me fue para otro lado y…
EL: ¿Qué?
ELLA: Nada.
EL: Dicen que en La Banda esta peor.
ELLA: Si, ahí los líos empezaron antenoche.
Llevan dos días.
EL: Aquí, dentro de todo está tranquilo. Hace un rato
alguien gritó que venían por los techos.
ELLA: ¿Y…?
EL: Nada. Salió Mario a la terraza, hizo unos tiros por las
dudas, pero no pasó nada.
ELLA: Encima, noche clarita…con luna.
EL: Hermosa la luna.
ELLA: Raro que un hombre se fije en la
luna.
EL: ¿Por?
ELLA: Los hombres no miran esas cosas: Ni
lunas, ni amaneceres, ni mariposas, ni lluvias de verano sobre las chapas.
EL: ¿Por qué no?
ELLA: Porque no les importa. Si hay lluvia
les preocupa que no los moje, las mariposas les molestan. Y al amanecer putean
porque tienen que levantarse. Son así.
EL: No creas. No siempre. Mi vieja me enseñó a gozar del ruido de las primeras gotas de las
lluvias de verano sobre las chapas y a esperar la luna llena en la terraza del
fondo. Esa luna en la que se ve o mi vieja veía a San José, María y el burro.
ELLA: Yo en estos días, espero que los
chicos se duerman y me quedo en la reposera en el patio. Cuando hay viento las
hojas de la palta se mueven y con la
luna se ven figuras y sombras raras. No me da miedo.
EL: Te dormís ahí.
ELLA: No. Eso es algo que descubrí. Si uno
se aguanta el sueño, pero se aguanta de verdad. Los ojos se te cierran pero te
aguantas. Tiene que ser en el mismo sitio, sin moverte mucho. Después de un
rato, no se cuanto tiempo, es como si la cabeza se te hiciera mas liviana…como
que la mente flota. Todo empieza a verse distinto, todo se escucha distinto. ¿Nunca
probaste?
EL: No.
ELLA: Tenés que probar. Cada ruido de la
noche no es lo que es, sino otra cosa. Un auto por ejemplo, que pasa a lo lejos
es el rugido lejano de un león y la figura que se ve en la palta es un tipo con
un rifle que camina muy lento. La figura se arma y se desarma con el viento.
Suena una sirena a lo lejos y ya no es una sirena. El tipo desaparece. La sirena
es ahora el aullido de una mujer que grita sola, nadie esta con ella, vuelve a
gritar y en la palta, arriba ahora hay una mano grande.
EL: Sos rara.
ELLA: ¿Rara? No ¿por qué?
EL: Y…no se. Por esas cosas que decís que ves.
ELLA: Ahora,
cuando te empiece a dar sueño vamos a probar.
EL: Shhh…¡callate!
ELLA: ¿Qué, escuchas algo?
EL: Ahora si, ahora vienen. Escondete. Hijos de puta los
estoy esperando, no se la van a llevar de arriba.
(Hay un
sonido extraño y continuo. El hace
silencio, escucha.)
(Cuando
la tensión es máxima, grita) ¿Y? ¿Vienen o no? ¡Cagones! ¡Vengan,
acérquense! ¡Acérquense a ver si pueden avanzar por aquí! ¡Vamos, putos! ¡No se
escondan!
(Zumbido
y aleteo como de pájaros que pasan
volando a poca altura)
VII
TESTIMONIO DE ELLA, LA
MUJER QUE NO DUERME:
Me siento extranjera. Como una
habitante de otra tierra, muy lejana. Mi marido me trajo cuando era casi una
niña. Yo no tuve quien me enseñara como se trata a un hombre, como se complace
a un marido, por eso fui a ver a una vieja de barrio Echeverría, una mujer que
cura casas, une y desune parejas, hace amarres. Ella me enseñó y me ató a él
para siempre. El me trajo a esta casa, a este barrio. En esa casa parí mis
hijos, sus hijos. En esa casa viví sola y orgullosa de ese hombre que salía a
cuidar y defender su ciudad. Esa casa era mi fortaleza. El lugar donde nada ni
nadie podía hacerme daño. El lugar donde lo esperaba junto a mis cachorros. Pero
hasta aquí llegó la traición y la trajo él. En un instante todo lo que era
dulce se hizo hiel. Sabía y me callé. Sabía que de pronto había aparecido otra
mujer. Nadie me lo dijo. Su olor había cambiado. Cuando el llegaba a la casa yo
lo olía como una perra, como su perra. Y un día su olor cambió.
VIII
EL: Esperar es lo que cansa. Esperar en silencio.
ELLA: Bueno…este silencio, no es silencio.
Hay mil pequeños ruidos que tu cabeza va deformando. A veces no tan pequeños…
EL: Esos pájaros por ejemplo.
ELLA: Aha…
EL: Te quedas callada…
(Silencio)
ELLA: Solo pienso. Pienso mucho, la cabeza
no me para nunca.
EL: Y que pensás?
ELLA: Cosas.
EL: Pero ¿qué?
ELLA: Por ejemplo pienso en esta noche.
EL: Que tiene esta noche?
ELLA: Es
rara. Es la noche más rara que he vivido. Nada está en su lugar. Estas gomas no
están en donde tendrían que estar, ni ese cuchillo que tenés ahí. Ni la gente
que anda. Nadie, nadie está donde tiene que estar.
EL: Yo estoy donde
tengo que estar.
ELLA: Vos
tendrías que estar en tu casa durmiendo y estas aquí con un arma en la mano
esperando a alguien para matar.
EL: Y… si vienen, no
se la van a llevar de arriba.
ELLA: ¿Ves?
Hoy cualquier cosa puede pasar.
EL: Entonces vos
tampoco estas donde tendrías que estar.
ELLA: No.
EL: Tendrías que estar
en tu casa cuidando tus hijos por si se despiertan.
ELLA: No
se van a despertar. (Larga pausa)
¿Qué pasaría si esta noche no existiera?
EL: ¿Como, si no
existiera?
ELLA: Si
mañana o ahora o no se…de pronto vos te despertaras en tu casa y yo en la mía y
vos te preparas para ir a trabajar y yo me levanto a cambiarle el pañal a la
Araceli.
EL: ¿Qué estamos
soñando, querés decir?
ELLA: Algo
así.
EL: Pero estaríamos
los dos soñando lo mismo.
ELLA: Si,
pero no sería lo mismo. Por ejemplo: ponele que vos le contás a alguien tu
sueño y que yo también le cuento a otra persona. Ninguno de esos dos que nos
escucharon se imaginarían lo mismo, sería parecido, pero no lo mismo. Y si esos
dos le cuentan a otros el sueño que le contamos sería cada vez mas distinto…
EL: Mucho no te
entiendo, pero está pasando. Esta noche existe, está pasando.
ELLA: Como
sabés?
EL: Los dos lo vimos
por la tele.
ELLA:
¿Te parecía verdad lo que viste? ¿Cuántas veces un tipo sin dientes te miró y
te sonrió por la tele? Eso me lo contaste vos.
EL: La verdad es que
nunca. Fue raro. Era como si me mirara a mi.
ELLA: ¿Cuantas
veces viste en la tele, bandas de motos y gente haciendo tiros desde los
techos?
EL: Y…en películas,
algo parecido. Pero que pase aquí…
(Larga pausa. El mira por sobre
la barricada)
ELLA: Así que no tenés novia…
EL: Tenía. Hace tiempo.
ELLA: ¿Y…?
EL: No se que pasó. No nos vimos mas.
ELLA: Como no vas a saber. ¿Te dejó ella o
la dejaste vos?
EL: Shhh…alguien viene…
MUJER: (Entrando) Permiso…No vaya a tirar
m’hijo. Soy yo. Del frente de tu casa.
EL: Ah, si. ¿Qué hace aquí, señora? Es peligroso.
MUJER: Vengo a ver si necesitas algo.
EL: No.
MUJER: Hola, hija.
ELLA: Buenas…
MUJER: Haces bien en acompañarlo al muchacho.
Lo han dejado solo aquí.
ELLA: Ahá.
MUJER: ¿Saben algo de otros lugares?
ELLA: Lo que dicen en la tele, nomas.
MUJER: Parece que en la tele no quieren decir
todo. Para no alarmar. Ahora parece que entran en las casas. No solo en los
comercios
EL: Se escuchan ruidos para el lado de la avenida. Parecen
tiros.
MUJER: ¿Quieren café? Tengo hecho.
El: Bueno, gracias.
MUJER: Ya traigo.
ELLA: La acompaño.
MUJER: No, dejá hija, si es aquí nomas. Ahora
vuelvo. (Sale)
IX
TESTIMONIO DE LA MUJER CON
PERDIGONES:
Si, señor. Soy yo. Quien le
habló de mi? Yo sabía que todo esto iba a terminar mal. Se veía venir. Es que
cuando el niño aparece, anuncia que algo
va a pasar. ¡Y pasaron tantas cosas raras en estos días! Somos de aquí, de
Villa Muñecas, nosotros. Cerquita del Echeverría, pero no…ese barrio queda mas
para el centro. La villa era pura quinta antes. Limones, mandarinas,
naranjas…ah! Y la fábrica de cohetes…de
fuegos artificiales. Hace mucho que cerraron. Dicen que ahora está en
otro lado. Era otra cosa antes… volvíamos a la madrugada. No había peligro, no
estaba el asentamiento… Esa gente ha ido apareciendo de a poco, Los primeros
venían del campo, de cuando cerraron los ingenios .… después han venido otros,
me parece que estos son mas peligrosos, creo que vienen de algunas villas que
se llenan de gente y como ya no entran mas, empezaron a ocupar a orillas de las
vías. Los primeros son los que tienen carros y caballos. Con eso han empezado
trabajando, vendiendo verdura o haciendo transporte de material o de
basura…siempre se la rebuscan con los carros. Los otros, no. Esos tienen motos,
robadas debe ser, y para eso, para robar las usan. Duermen todo el día esos y
salen a la tardecita noche.
X
ELLA: ¿En qué trabajás?
EL: En
una lavandería.
ELLA: ¿Cómo es?
EL. Hay ruido todo el tiempo, de las máquinas lavadoras. No
hablás mucho con nadie, no se puede. Solo algunos gritos del encargado y te
manejas por señas. También hay vapor, mucho vapor. Se trabaja como en una nube
calentita. Lavamos manteles, sabanas, acolchados, toallas, cosas de hotel. Ahí
la conocí.
ELLA: ¿A tu novia?
EL: Si. Era medio raro porque nunca hablamos. Todo empezó
un día en que sacábamos sábanas de una máquina. Sábanas blancas, húmedas, que
teníamos que revisar. Sin querer le toqué aquí.
ELLA: La teta.
EL: Si. Ella se rió y seguimos trabajando. Sacábamos las
sábanas, las revisábamos y las tirábamos en un canasto. Nos tocábamos. Con cada
sábana nos tocábamos. Ella se reía y…bueno terminamos en un cuartito del fondo.
Duró como un año hasta que un día no vino mas.
ELLA: ¿No fue mas a trabajar?
EL: No.
ELLA: ¿Y que hiciste?
EL: Al principio me puse mal. Pregunté pero no me dieron
muchas explicaciones. La extrañaba.
ELLA: ¿Que extrañabas?
EL: Todo. Su piel húmeda por el vapor. Su risa sin sonido
por el ruido de las máquinas. Sus gestos, su mirada en medio de la nube.
ELLA: ¿No la buscaste?
UNA MUJER: Permiso…traigo el café. No se puede dormir, hay
ruidos raros. A veces suenan como aullidos de animales o a mi me parecen.
EL: Si. También escuchamos.
MUJER: A veces se escuchan gritos o el ruido de las
motos que pasan. Alguien andaba en el techo de mi casa. Apagué las luces y me
escondí, pero no apareció nadie. Servite, hija.
ELLA: Gracias.
MUJER: Ya tiene azúcar.
ELLA: Se esta levantando viento…a lo mejor
llueve.
MUJER: (Mientras
sirve el café en tazas de plástico que ha traído) Allá cerca de la
esquina hay uno tirado. Estaba de espaldas y con la moto caída a la par. Tiene
ropa de policía pero no le pude ver la cara. Además estaba oscuro. Me dio miedo
y me vine rápido para aquí. No hay a quien avisarle, tampoco. Pero me parece
que ya está muerto. Hace como una hora cuando estaba haciendo el café, escuché
un tiro. ¿Van a ir a ver? Aunque no se si vale la pena meterse. Se ve raro un cuerpo
tirado así. Como, no se, como un muñeco. Las piernas como al revés…
EL: ¿Cómo, al revés?
MUJER: Así, (Gesto) una para un lado, la otra para el otro lado, como
descaderado. Tomá café que ya tenés cara de sueño, vos.
EL: Gracias.
MUJER: Esta refrescando. (A ella) ¿Vos no conocías el barrio, de antes, no?
ELLA: No.
MUJER: La Villa
Muñecas de antes, cuando pasaba el tren.
ELLA: Yo vine cuando me casé.
MUJER: Ah…claro.
ELLA: El terreno era de mi suegra y le dejó
a mi marido.
MUJER: Les quedó linda la casita. Yo la conocía
a tu suegra, de jovencita, cuando vivía aquí. Con ella íbamos a veces a las
quintas a traer naranjas en el verano. Linda época esa. No había peligro, todos
nos conocíamos. Buena, la señora. Y el hijo le salió igual. Serio, trabajador.
Dicen que es buen policía.
ELLA: Eso dicen.
MUJER: Son lindos tus hijos. Parecidos a él.
ELLA: Si.
XI
TESTIMONIO DE ÉL, EL QUE
CUIDA LA CALLE:
Uno tiene sus obligaciones.
Si hay que ayudar se ayuda. La verdad es que yo vivo medio aislado. Del trabajo
a la casa y de la casa al trabajo, como se dice. En el barrio salgo poco. Para
hacer las compras de la comida, nomas. Es vieja esta escopeta. Era de mi
abuelo, él le recortó el caño. Me contó que cuando era rondín de las quintas,
el mismo cargaba los cartuchos con sal para tirarle a los que entraban a robar
naranjas y limones. No mata a nadie a menos que le tires de muy cerca. Yo vivo
solo, mi vieja…mi madre, que era la que me quedaba, se murió hace poquito.
No…la gente se organizó para defenderse y a mi me dejaron solo en esa
esquina…para cuidar que no pasen. Estuve, no se, un par de horas solo…yo no soy
de tener miedo pero hay noches que…no se, el pavimento cruje como si fuera
madera vieja. Es un sonido raro, que no viene de ningún lado, a veces suena
cerquita tuyo y a veces se mezcla con los gritos lejanos y el ruido de las
motos que recorren el barrio buscando por donde atacar. Estaba empezando a
ponerme nervioso y llegó ella. Un rato después vino la mujer esa, la vecina.
XII
MUJER: Y … aparece el chico solo. “El niño”, lo
llamamos. A veces viene con dos
hermanitos…es que hace mucho cuando había pocas casas por aquí, unos cuantos
ranchitos de gente que había venido del campo después de que se quedaron sin
trabajo por el cierre de los ingenios. La fábrica de fuegos artificiales les
daba el material: pólvora, mechas, el
líquido ese para mojar las mechas…y la gente hacia los cohetes en la casa.
Trabajaban por tanto. Pero una noche hubo una explosión en un rancho. Dicen que
a una señora se le cayó la lámpara sobre un tarro de pólvora. Incendio grande
fue. Murieron muchos, chicos sobre todo. Desde entonces, de vez en cuando
aparece el changuito ese por la noche.
EL: Deje de hablar cagadas, señora, quiere?
ELLA: Yo también escuché, pero nunca vi
nada.
MUJER: Dicen que no puede descansar porque él
es el que tiró la lámpara y por su culpa se murieron con él, sus hermanitos, su
mamá y se quemaron los ranchos vecinos. No hace nada, se acerca y pregunta:
-Señora, ¿no ha visto a mi mamá?- Uno le tiene que contestar: - No, m’hijo…vaya
descanse.- Y el se va.
EL: Yo no creo en esas
cosas, señora…deje de joder.
MUJER: Yo lo he visto. Un par de veces cuando
venía de jugar a las cartas de la casa de las Ortiz, a la madrugada, me pasó a
la par… Los martes y los jueves nos juntamos ahí a jugar. Pobrecito, una mirada
bien triste tenía, pero no me habló. A
la viuda del ferroviario si le preguntó por la madre.(pausa)
ELLA: ¿Qué día es hoy?
EL: Jueves, y si
aparece vayan sabiendo que lo cago de un balazo. A mi no me va a espantar.
MUJER: Si ya está muerto, pobre angelito.
EL: ¿Cuánto faltará
para que amanezca?
ELLA: Bastante. Ya no queda café.
MUJER: Si quieren voy a buscar mas. Creo que
tengo un poquito de torta que quedó del cumpleaños de la Stefy. Seguro que
deben tener hambre (No recibe respuesta)
Ahora vengo. Y no tenga miedo joven, el niño es un almita en pena que anda
nomas, pero no le hace mal a nadie. Anda por el barrio. A veces lo acompañan
pájaros que le vuelan alrededor de la cabeza. Bueno…eso dice la gente, la
verdad es que yo no los vi.
XIII
TESTIMONIO DE ELLA, LA MUJER QUE NO DUERME:
Esa cama jamás fue visitada
por nadie que no fuera él. Ni a los chicos los dejaba subir, era el lugar de los dos, solo de los dos. Esa
cama y esa casa eran el lugar donde se ocultaban todos los dolores, estuviera o
no estuviera. Es la casa que defendí a tiros de los hombres que entraron una
noche por el fondo y que nunca sabré si eran solo ladrones o lo buscaban a él.
Vivimos en una época extraña. Ya nada es lo que parece ser. Ahora un policía no
es solo un policía, es otras cosas también. Pero a la casa hay que defenderla,
es como un templo donde no puede entrar cualquiera…y la cama es el altar. Es el
lugar del goce y el sacrificio. Ahí se abren las piernas para hacer los hijos y
también para parirlos. Yo los parí ahí, nada de sanatorios u hospitales. En mi
casa, en mi cama. Los dos nacieron de noche. Sola los tuve, sin un grito,
mordiendo una madera para contener el aullido y bañada en sudor. El estaba de
guardia las dos veces. Cuando llegó, a la madrugada, ya tenía ese hermoso
pedacito de carne y sangre, su carne y mi sangre, en nuestra cama. El me miraba
en silencio, como con miedo. ¿Por qué no me llamaste? Me preguntaba. Porque no,
porque quería parirlos sola. Son mis cachorros. De mi sangre. ¿Ahora entiende
porque hice lo que hice?
XIV
(Comienza
un extraño juego)
EL: Se nubló. Ya no hay luna. No me gusta esta noche donde
nada se ve como debiera verse.
ELLA: Todo pasa en tu cabeza.
EL: Ya se. A mi también me pasan cosas en la cabeza, no
solo a vos. Me imagino cosas, gente.
ELLA. ¿Cómo que?
EL: Una mujer…
ELLA: ¿Tu novia de la lavandería?
EL: No otra…otra. Inventada. Estoy solo en mi casa, es
tarde, muy tarde, y de pronto aparece en el patio y me llama por la ventana.
(Ella le sigue el juego)
ELLA: Gustavo…
EL: No tengo miedo. La conozco. Me necesita.
ELLA: Gustavo.
EL: Pasá.
ELLA: Alguien… algo, me sigue.
EL: Son los pájaros negros, esos que parecen murciélagos.
ELLA: Hace tiempo que me buscan.
EL: Esta es mi casa. Aquí nadie entra. ¿De donde venís?
ELLA: Del baile. ¿Te acordás que querías
bailar conmigo? ¿Que todos los sábados querés bailar conmigo la música esa que
llega del club?
EL: Pero yo no se bailar.
ELLA: Si sabés. Vení. (Bailan)
EL: Tu vestido tiene que levantarse. Se te ven las piernas.
Transpiras un poco y el pelo se te pega en la cara. Yo bailo. Con vos se
bailar.
ELLA: Con vos no tengo miedo (Lo abraza y bailan apretados.)
EL: Yo tengo una fuerza extraña. Me siento bien. Bailamos
como si siempre hubiéramos bailado juntos. Te parecés un poco a mi mamá, pero
también a otras mujeres. Te deseo. Tu miedo me calienta mas.
ELLA: Te falta la capa
EL: ¿Que capa?
ELLA: La del superhéroe
EL: Te burlas.
ELLA: No. Me gustan los superhéroes. Me
calientan.
EL: ¿A qué le tenés miedo? El vestido se te pega en el
cuerpo. Yo no se quien sos pero vos si me conocés. Me mirás con deseo pero yo
no puedo tocarte. Sos casi una niña. ¿A que le tenés miedo? ¿Cómo llegaste
hasta mi patio?
ELLA: No se. Vos decís que son pájaros.
Pero no. ¿Seguimos bailando? Tengo frio.
EL: Tomá. (Le pone su
campera sobre los hombros). ¿Ahora vas a desaparecer?
ELLA: ¿Por qué?
EL: Una vez escuché una historia…
ELLA: Contame.
EL: Es de una mujer muy linda, como vos, que aparece en el
club y baila con un tipo. Le dice que tiene frio. El le da su campera. Ella se
va y luego la campera aparece sobre una tumba en la que esa chica estaba
enterrada desde hace años.
ELLA: Ahí tenés tu escopeta. Tirame. Si
estoy muerta, no podés matarme de nuevo. Probá.
EL: No. No se…No.
ELLA: La música sigue. Bailá. (Bailan una especie de vals lento y distorsionado) Bailamos bien, juntos.
EL: Parece que nos conociéramos desde hace mucho tiempo.
ELLA: Es que me conocés hace mucho.
EL: ¿Te vas a quedar conmigo?
ELLA: Vos vivís bien solo. Y yo no puedo
quedarme. Entonces bailo y bailo (Juega
entre los elementos que componen la barricada.) Bailo con tu campera y me
voy pero no a una tumba, esos son cuentos de viejas. Me voy al club donde otros
me esperan.
XV
TESTIMONIO DE LA MUJER CON
PERDIGONES:
Un cliente de Mario, el que
vende la porquería esa, los vio anoche. Bah…no los vio, pero es como si los
hubiera visto. Los sintió, digamos. Parece que ya andaban rondando. Dice que
estaba esperando que Mario lo atienda como a las cuatro de la mañana y de
pronto sintió como un viento…una cosa rara, la copa del naranjo se movió como
si hubiera viento fuerte, miró los otros árboles de la calle y no se movían. Al
tipo le dio un escalofrío… es lo que le contó a Mario. Le dio miedo y se quedó
quietito contra la pared. Sintió como que pasaban, el se escondió detrás del
árbol y no quiso mirar. Que no hacían ruido, dicen que dijo. Tiene que haber
sido fiero, digo, para que un hombre de esos que lo buscan a Mario, tenga
miedo...Mas no se. Es lo que me contaron en la carnicería.
XVI
ELLA: Ahora me toca a mi.
EL: Dale, que tengo sueño.
ELLA: Ni se te ocurra dormirte. Un
barco…esto es un barco, pero un barquito chico. Si me subo aquí (Algún objeto con el que se armó la
barricada) veo a lo lejos. El mar es inmenso.
EL: Conocés el mar?
ELLA: No.
EL: Yo tampoco. Pero en la tele lo he visto.
ELLA: Yo también. Es inmensidad de agua,
yo voy parada aquí, el viento me empuja para atrás.
EL: Y yo que hago?
ELLA: No se. Vas conmigo en el barco, pero
no se que hacés. Hace mucho ruido. Este mar hace mucho ruido. (Lanza un largo alarido)
EL: Eh! Callate! Que te pasa?
ELLA: No te aflijas, con el ruido de este
mar nadie escucha nada.
EL: Los vecinos escuchan.
ELLA: ¿Y…? Están muertos de miedo. Escuchan
y ni siquiera espían para no comprometerse. (Vuelve
a gritar)
EL: Ya está. Bajate.
ELLA: Puedo gritar una hora seguida y no va
a salir nadie.
EL: Bajate.
ELLA: No. Este es mi barco; nuestro, si
querés. ¿Adonde podríamos viajar?
EL: ¿En este barco? Y …no se. Habrá alguna isla por ahí…una
vez vi una película de un tipo que vivía
solo en una isla y era amigo de una pelota. Bajate, es peligroso.
ELLA: Si, el náufrago.
EL: Debe ser terrible el mar, o quedarse solo en una isla
como el tipo ese.
ELLA: Peor es estar solo en medio de tanta
gente. Tener un hombre, parir hijos y seguir sola. Es peor.
EL: Por lo menos tenés tus hijos, yo ni eso. Bajate.
ELLA: (Baja)
Llegamos a tu isla. Es una isla penumbrosa y donde no vive nadie. Aquí
establecemos nuestro lugar. Aquí vivimos con mis hijos durante años hasta que
un día (El ha subido a la misma altura en
la que ella estuvo para intentar mirar hacia la oscuridad.) te encuentro
mirando hacia el mar. Algo extrañás, te han venido ganas de subir al barco y
partir. Yo me doy cuenta pero no puedo detenerte.
EL: En la otra esquina están prendiendo mas fuego. Por la
avenida no se ve nada, parece que cortaron las luces.
ELLA: La angustia me consume. Largos días
con un nudo en la garganta. Se que te vas a ir. Es mas fuerte que vos y que yo.
EL: No se ve nada pero de ahí viene ese olor a humo. ¿Sentís? El viento lo
trae. Algo incendiaron estos hijos de puta.
ELLA: No puedo detenerte y un día al
levantarme ya no estás. Te has ido durante la noche. Nos quedamos solos con los
chicos.
EL: Me jode este silencio. Ya ni las motos se escuchan.
¿Por qué?
ELLA: No quiero que los chicos me pregunten
nada. No los quiero conmigo.
EL: No debe faltar mucho para el amanecer…
XVII
TESTIMONIO DE LA MUJER CON
PERDIGONES:
Cuando el amor se convierte
en odio pasan estas cosas, señor. Cuando una siente la traición. A veces una se
queda callada durante años. Una pone el cuerpo, él hace uso pero ese cuerpo ya
no le pertenece. Una va guardando los rencores, pero cuando todo estalla, no
hay medida. Como la explosión esa que quemó el barrio hace una punta de años.
Ahora todo se ha vuelto raro, señor.
Pasan cosas que antes no. Las noches son de miedo. Hay que encerrarse, atacan,
uno escucha una moto y tiembla. Antes era entre hombres la cosa, se
emborrachaban y peleaban entre ellos. Ahora no respetan nada. Caminan por los
techos. Los perros ladran o lloran y es mejor no salir. Esa chica no es de
aquí. Vino de otro barrio, él la trajo. Ahora ahí está, sola, con el gusto
amargo de la traición debajo de la lengua y la culpa en el alma, hasta que
muera.
XVIII
ELLA: Era…es
bueno. Los chicos lo quieren y lo admiran como si fuera Dios. Mi papá es un
gigante decía la Araceli, la menor, la que es operadita, cuando él la levantaba
del piso y la ponía sobre los hombros. Y Juancito lo miraba asombrado, como con
miedo, cuando se sacaba el correaje con la pistola y las esposas y las ponía
sobre el ropero.-Eso no se toca- decía el solito…-el papá dice que no se toca.
EL: Claro. Es peligroso.
ELLA: Nunca nos hizo faltar nada, ni a los
chicos ni a mi.
EL: Esta refrescando.
ELLA: No es linda.
EL: Quien?
ELLA: La chica esa que encontré en la
mutual. Es una chica común, como yo. Quizás si fuera una pendeja como la Stefy,
la nieta de la vieja esta…a lo mejor entendería…a lo mejor todo podría
arreglarse, pero no…ya no se arregla mas. No es calentura, no es que se va con
una mocosita linda, se saca las ganas y vuelve a la casa.
EL: Si yo tuviera una mujer como vos…
ELLA: ¿Qué?
EL: No se, te cuidaría.
ELLA: ¿Por qué? ¿Cómo es una mujer como yo?
EL: No se sos fuerte, o parecés. Una mujer que puede arreglárselas
sola. Pero a veces das como una sensación de desamparo…
ELLA: ¿Qué mas?
EL: Un poquito loca, también. (Ríen)
ELLA: ¿Qué mas?
EL: Nada mas. No me hagas hablar…si sabes que me cuesta.
Las palabras me cuestan.
ELLA: Esta bien. No hace falta que digás
mas.
EL: Vos tendrías que hablar. Estas llena de rabia.
ELLA: No, ya no. Solo me queda como una
tristeza muy honda. También un cansancio grande, infinito. Cuando pienso que
queda tanto por andar, que estoy al principio del camino…
EL: No te entiendo.
ELLA: Esta noche no hay castigo. Como nada
parece real, uno anda como dentro de una
película y parece que no hay castigo. Pero vos tenés razón, esta noche esta
pasando de verdad y algunas cosas que esta noche pasen van a tener castigo
eterno.
EL: De Dios ¿querés decir?
ELLA: O tuyo. Bah, de uno mismo quiero
decir. Vas a tener que cargar con tu culpa hasta que te mueras.
EL: ¿Yo puedo hacer algo?
ELLA: Si. Cogeme.
EL: Como?
ELLA: Cogeme.
EL: Pero vos…usted…
(Ella
se apoya contra la barricada. Solo se le ve la espalda y la cabeza. El duda.)
ELLA: Vení. (Es casi una orden)
(El
se acerca y comienza dificultosamente a maniobrar. Ella lo guía. El acto es
mecánico, sin placer.)
ELLA: Ahora así. (Se pone de espaldas. Ella mira al frente
con frialdad, de su boca sale un sonido sordo y rítmico, un rugido entrecortado, como de animal
herido. Entra la vieja y se queda mirando un instante.)
MUJER: (Entrando) Traigo torta.
XIX
TESTIMONIO DE ÉL, EL QUE
CUIDA LA CALLE:
Con los ojos abiertos siempre, mirando,
controlando. Hay momentos en los que uno cierra los ojos, ¿no? Yo no escuchaba nada, ni motos, ni gritos, nada.
Solo escuchaba ese sonido que salía no de su boca, le salía de las tripas, como
de alguien que se está muriendo. Una vez, en la calle vi morir un tipo, lo
había atropellado un colectivo. Era un sonido parecido, como de alguien que
quiere empujar el dolor para afuera de su cuerpo. La verdad es que me dio un
poco de miedo. Yo nunca lo había hecho así, pero ese rugido me ponía peor, o
mejor, ya no se que decir y empujaba, empujaba con una violencia que desconocía
en mi, como si quisiera atravesarla. Parecía que nada existiera en el mundo,
solo nosotros dos. Yo se que un hombre no habla de estas cosas, por respeto. No
se cuanto duró, unos minutos quizás… hasta que llegó la mujer esa.
XX
ELLA: Ya está.
EL: Que?
ELLA: La vieja. La maté. Ya no va a contar
nada.
EL: Estas loca.
ELLA: Si vos decís…
EL: Pero…¿Por qué?
ELLA: Nos vio. No quiero que tengas
problemas. Esta cuenta todo, lo que ve y lo que no ve. Me enferma lo chismosa
que es. La encuentro siempre en el almacén o en la verdulería y siempre
hablando, hablando. A mi me pregunta de todo.
Me enferma. -¿Cómo esta su marido?- ¿Está trabajando?- Es tan bueno ese
muchacho. Que sabe ella. Se mete en todo. Todo el barrio pasa por su lengua.
Ahora no va a hablar más. Tomá (Le da la
escopeta.)
EL: ¿Y ahora que vamos a hacer?
ELLA: Vos nada. Yo me voy.
EL: A tu casa.
ELLA: No. Por ahí, a caminar.
EL: Tus hijos se va a despertar solos.
ELLA: No. No se van a despertar. Están
tranquilos. Ahora ya están tranquilos.
EL: Pronto va a amanecer. No voy a volver a verte ¿verdad?
(Ella
sale sin contestar. Largo silencio. Ha quedado solo. Comienza a recoger sus
cosas)
XXI
TESTIMONIO DE ELLA:
(Luz
sobre la actriz. Largo silencio) No tengo nada mas para decir.
(Apagón final)
Rafael Nofal
Tucumán(República Argentina)
4 de Diciembre de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario