lunes, 16 de julio de 2012

El Patio


EL PATIO


Patio de ladrillos. Glicinas. Alguna enredadera sobre columnas casi derruidas que sostienen los arcos de una galería que rodea al patio. En la penumbra de esa galería se adivinan numerosas  puertas  que llevan a un indefinido interior. Todo es sombrío. En un rincón está LA MAGA, anciana inmortal, sentada en una mecedora. Es gorda, muy gorda. Detrás de las incontables arrugas se adivinan pequeños ojos vivaces, pero su inmovilidad la convierten casi en parte del ámbito. En realidad sería muy difícil pensar el patio sin ella sentada allí.
Por algún lado entra el representante de la inmobiliaria seguido de posibles compradores de la casa.
EL VENDEDOR: Por supuesto, la construcción tiene muy poco valor. Lo que interesa es el terreno. De todas maneras, vale la pena mirar la casa, es una de las mas antiguas de la ciudad...en este momento solo está habitada por la señora (Señala como al pasar a La Maga) que dada su edad esta por ser trasladada a un geriátrico ya que no puede seguir viviendo sola...(A La Maga, casi gritando)¡Buen día, señora!...(La Maga no contesta. El vendedor hace un gesto como diciendo: ¿Ven que tengo razón?)La casa ocupa casi un cuarto de manzana. De estilo colonial, en ladrillos de barro, la carpintería a pesar de su mal estado es de primera calidad, (Va guiando a la gente hacia el interior) Tiene salida por las dos calles, posee tres grandes salones e innumerables habitaciones, hay quienes comentan que fue un antiguo burdel...(Mientras desaparecen) Se dice que por aquí pasó gran parte de la historia de la ciudad.


(Los intrusos desaparecen. La Maga ha quedado sola.  Desprendiéndose de una de las columnas surge Gardelito. Como casi todos los personajes que pueblan el patio, es parte de los deshilachados recuerdos de La Maga.  Es un hombre muy pálido y delgado, bigotes
finos, sombrero, pantalón y saco ajustados, largas uñas en los meñiques, anillos. Esta arreglado y acicalado casi femeninamente. De algún lugar se escucha un mágico tango que este personaje baila solo, desplazándose lento, por todo el espacio.)

 LA MAGA:                   Sos tan lindo, Miguel...a veces me dan ganas de levantarme y bailar con     vos,  como antes...apretarme calladita, olerte la piel del cogote con los ojos cerrados mientras tus dedos en la espalda me van ordenando el rumbo...pero ya ves, aquí estoy en este sillón de mierda, prisionera de los años y de la grasa. Que cosa el cuerpo, no? Crece, se deforma, te ata, no te deja ir aunque tengas ganas... Aunque ya no aguantes mas, te sigue agarrando Aunque ya no seas vos...Aunque sienta que ya no soy yo la que sigue sentada aquí.


 (Sube la música y Gardelito baila con pasión, reconcentrado en si mismo. La Maga levanta una mano como para tocarlo y de algún rincón oscuro aparece un muchacho de unos veinte años, en una bolsa sus pocas pertenencias. Gardelito que ha detenido su danza observa desde un rincón)


LA MAGA:                (Lo llama con un gesto) ¿Cuantos años tenés?
MUCHACHO:      Veinte, señora.


LA MAGA:                  No me digas señora, yo soy La Maga nomás. Así que venís de una guerra...¿Y como has llegado aquí?



 MUCHACHO:      Y...andando. Cuando nos devolvieron los ingleses,  muchos quedamos en Bahía o en Buenos Aires. Ya no queríamos volver, pero tampoco nos queríamos quedar. Un día agarré mis cosas y empecé a caminar. Hace mucho que camino.

LA MAGA:           Y tu casa?
MUCHACHO:      En La Banda...en Santiago. Pero ya no quiero volver.

LA MAGA:          ¿Y por qué, ché?
MUCHACHO:      Es que ya no ...no se... me parece que ya no soy yo...es como si volviera otro...Usted conoce La Banda?
LA  MAGA:           No.
                             
MUCHACHO:     Mi casa está cerca del canal...en el patio hay un algarrobo grande...cuando viene el verano, ahí cantan los coyuyos. Patio de tierra...tierra dura, señora, como cemento. En verano ponemos ahí los catres con mi mama porque adentro no se aguanta el calor...Yo no conocía el mar...el río Dulce nomás, el mar no. Pensaba mucho en el patio cuando iba en el barco. Y después el barro en la isla... yo creía que una isla era una cosa chiquita, pero no...en medio del barro escuchaba los coyuyos después de cada cañonazo. Se quedaban cantando horas, como en Santiago, pero en el barro...en el frío...Parece que de frío se murió el coya, un jujeño calladito que estaba conmigo en la trinchera... --Escuchá los coyuyos, Coya- le decía yo, pero ya estaba muerto...Ahora no escucho mas los coyuyos, ahora cuando quiero dormir escucho tiros y cañones y gritos en inglés  y...y todo se mueve como en el barco y  me hace frío...ahora siempre me hace frío señora, no se porque...

LA MAGA:          (Lo acerca con un gesto, le saca la bolsa de la mano y le acomoda la ropa, lo abriga. ) Yo he conocido un muchacho como vos. Soldado a la

                            
                              fuerza, también... con el mismo miedo que vos...acercate. (El muchacho se arrodilla al lado del sillón. Mientras habla, La Maga lo masturba lentamente en una suave caricia, sin lascivia, casi maternal). El también peleaba una guerra que nunca entendió demasiado. Por estos pagos ganó una batalla entre el polvo y las langostas. Tenía la misma mirada que vos...triste y cansada. No era hombre de batallas ...Así...tranquilo hijo, tranquilo... (Con los últimos gemidos, el muchacho se ha recostado en las faldas de La Maga.) Descanse...que ya  va a tener tiempo mañana de seguir andando por esos caminos de Dios.

(Mientras la luz baja sobre ellos, vuelve a escucharse el tango. En un rincón se ve a
Gardelito que baila en una baldosa con una mujer joven. Casi como una continuación de la
danza este saca un cuchillo de entre sus ropas y apuñala a la mujer. Es solo gesto y caída en 
silencio. De pronto  se escuchan  voces y gritos. Desde distintos puntos del escenario
aparecen los  personajes que celebran con alegría el año nuevo de l932. Son los mismos
actores que entraron con el agente inmobiliario, las caras ya forman parte y se confunden con  los  deshilachado recuerdos de La Maga. Un ciego toca un violín. Máscaras, serpentinas. Todos bailan.)

UNA MUJER : ¡Viva el Peludo Gutiérrez!
ALGUNOS:      ¡Viva!
UN BORRACHO: ¡Viva don Leandro, carajo!
OTRO:               ¡Viva Perón, mierda!

(Todos se miran desconcertados, La Maga, sonríe. Vuelve la música tocada por el ciego.
 Todos  bailan y juegan. Suena una sirena que marca el comienzo de un nuevo año. )  

UN HOMBRE: ( Brindis ) Por la patria! Que el nuevo año nos libere de la chusma.
OTRO:               ¿A que chusma se refiere el señor? Si se puede saber.


UN BORRACHO: A la chusma de la Unión Cívica...a que otra..
OTRO:                (Sacando el cuchillo) Entonces brindá con tu abuela, carajo!
UNA MUJER:     Un momento, ché! En este casa, por lo menos hoy, no se habla de política. Vos guardá el fierro. No empecemos el año con estupideces.(Brinda) Por esta tierra que no necesita mas sangre! Por nosotros! (Todos brindan) Y ahora, a bailar!...¡Que suene el violín, Pancho!

(La música es alegre. Es clima de fiesta. En ese aparente caos se advierte que la mujer apuñalada, evidente pupila del burdel, baila con un joven rubio, muy bien vestido.)

LA JOVEN:      Percy? Pero ese no es nombre de varón!
PERCY:              No es un nombre que tu estes acostumbrada a escuchar, pero es el mío.¿Cuántos años tienes?

LA JOVEN:         Cuantos quieres que tenga? Dieciséis...veintiséis?
PERCY:                No se...Es tan difícil hablar contigo...¿ Como te llamas?
LA JOVEN:        ¿Como quieres que me llame?

(La Joven se desprende riendo de sus brazos y va hacia Gardelito. Se escucha un tango. Ella
se pega a su cuerpo y bailan. Toda la escena parece detenerse. Es que la Maga recuerda con
mayor nitidez  a esa pareja. Como en los recuerdos, los demás personajes se han esfumado
y solo Gardelito y la joven puta bailan. La Maga mira. Cuando Gardelito saca el cuchillo y  
se apresta a matar, repitiendo exactamente la escena anterior, Placido llama a la puerta.
Los personajes lentamente desaparecen entre las sombras.)


PLACIDO:            (Desde la entrada) Señora...permítame  distraer un minuto de su amable             atención...(Maga lo mira. Es un hombrecito pequeño. Pelo largo, bigotes,

                              saco a cuadros. Porta una gran valija.)Discúlpeme...me presento: Soy Plácido Paz, poeta...bah! Hombre de letras en general, escribo poemas, declaraciones de amor, renuncias indeclinables, discursos políticos, cartas de despedida para amantes, gritos de Ipiranga...etc. etc. Este es mi oficio, de esto vivo y me permito molestarla para ofrecerle mis servicios a un precio totalmente accesible...claro, todo depende del tenor de la pieza literaria que Ud. requiera.


LA MAGA:            Hijo...
PLACIDO:            ¿Si...?
LA MAGA:           ¿Usted sabe quien soy yo?
PLACIDO:             No.
LAMAGA:            ¿Usted sabe que es este lugar?
PLACIDO:             No.
LAMAGA:            Es un burdel...un quilombo...un puterio...Como prefieras. No se para que      pueden ser útiles tus escritos aquí.

PLACIDO:              Ah! Disculpe... Es que acabo de llegar. Recién bajo del tren. Caminé un poco y como vi que había luz...
LAMAGA:             ¿Querés tomar algo?
PLACIDO:               Y....ya que es tan amable...una sopita.
LA MAGA:             ¿Sopa?
PLACIDO:               Si no es mucha molestia...
LA MAGA:              (Hace sonar una campanita que tiene entre sus ropas.) A lo mejor algún día me hagan falta tus servicios, quien te dice. ¿Cómo me dijiste que te llamabas?
PLACIDO:              Plácido Paz, servidor, señora.



LA MAGA:             (A una  mujer que se ha acercado.) Che...este es Plácido. Llevalo a la      
                                 cocina y dale algo de comer. ¿Tenés donde dormir?         
PLACIDO:              (  Digno) No...aun no, pero...
LA MAGA:             Y preparale un catre en la piecita del fondo.
PLACIDO:             Le agradezco mucho, señora. Por ahora no tengo con que pagarle, pero en cuanto...
LA MAGA:             Andá  nomás. Ya vamos a hablar de eso. Por el momento comé algo y descansá...Ah, y no me digás señora, decime Maga, nomás.

(Mientras Plácido desaparece, la puta joven con el vestido ensangrentado, apoyada a una
columna, fuma y mira bailar solo a Gardelito.)

LA MAGA:            (Mientras se levanta con gran esfuerzo, apoyada en un bastón.) Aquella madrugada...31 de Diciembre del 32 o del 34 creo que fue, todos los jazmines comenzaron a soltar su perfume al mismo tiempo...y el patio quedó para siempre así, con ese olor. Al principio las mariposas y los picaflores se confundían y venían al amanecer, aun en invierno, a posarse en las ramitas secas de las macetas. Los hombres siempre matan, con cuchillo o sin el, a las mujeres que aman y después arrastran su pena eternamente... el cuerpo se les muere pero la pena no. Bailan y bailan como encadenados a los ladrillos del patio buscando
                                 una respuesta  o una señal...algo que les diga que ellos no fueron los autores de esa puñalada final, pero es inútil.


(El monólogo es interrumpido por  el golpe de bombos que marcan una alegre y triunfal
manifestación popular. De distintos puntos del escenario entran hombres y mujeres que
cantan ininteligibles consignas. La manifestación es encabezada por la joven apuñalada que
hace flamear una bandera nacional. Los golpes de bombo se detienen y la manifestación se

inmoviliza unos segundos formando cuadro: gestos heroicos, dedos en V, rostros
 desafiantes. La marcha sigue alegre y triunfal. Gritos. Consignas. Los textos de estos gritos
no son claros. Nueva detención, la bandera al centro, gestos hacia ella durante unos 
segundos. Los bombos continúan. La gente grita y canta. De pronto, la gran fiesta se
detiene: Los bombos ahora suenan como  disparos. La gente camina desconcertada. El
sonido es amenazante. Caminan sin miedo, solo desconcertados. Se miran pero no se
 reconocen, los disparos siguen sonando, la bandera esta tirada en el centro del patio que se
va cubriendo de zapatos abandonados por los manifestantes que caminan sin rumbo. De a
uno van saliendo. Cuando en el patio ya no hay nadie, los bombos callan. De pronto uno de
los manifestantes entra en silencio y como un ladrón mira hacia todos lados, luego levanta
los zapatos abandonados, va a salir, se detiene, se vuelve, recoje la bandera y huye. La
Maga observó todo esto desde un rincón. Luego de unos instantes entra una jovencita con
ropa actual, apurada, con un papel arrugado en su mano. Observa el lugar hasta que
descubre a La Maga )


LA JOVEN:             Disculpe, señora...¿Esta es la casa que se vende? Llegué tarde porque de la empresa me mandaron a ver otra...lo que buscamos es un terreno grande para construir el edificio de la central...el otro es grande pero queda un poco lejos del centro...(Habla tratando de provocar una respuesta de La Maga que la mira en silencio) Este está bien ubicado...además tiene entrada por las dos calles...¿El vendedor, está? (Cree percibir un gesto en La Maga) ¿Adentro? (Ante la falta de respuesta sigue hablando.) Este terreno esta bien ubicado le decía, claro la casa está un poco...pero no se aflija, es para
                                 demoler...¿Adentro, dijo?(Sale sin obtener respuesta.) Perdone la molestia.




LA MAGA:              (La mira irse y con enorme dificultad saca una bolsita con tabaco y papel, para dedicarse a armar meticulosamente  un cigarrillo. Una sombra se mueve, La Maga mira. Es  la figura melancólica de Manuel   Belgrano, vestido con uniforme militar, que la mira apoyado en una columna) Ah, es usted...¿Y sigue penando por aquí? ¿No le parece que ya es hora de descansar, hijo? Me extraña...Usted es  un hombre instruido, ya tendría que haber entendido como es este asunto. La inmortalidad no es para todos...nos tocó a nosotros...y bueno, resignarse. A mi, debe ser por una cuestión de oficio, y a usted...bueno, debe ser porque este país, como todos, necesita héroes. Y no se aflija, que no depende de batallas ganadas o perdidas o de la cantidad de escuelas que mande a construir, es cosa del destino nomás...En fin, usted ya tiene sus toneladas de bronce, sus días de festejo, sus anécdotas inventadas, calles, plazas...y hasta virtudes que nunca pensó tener, supongo. Lo mío es distinto, es seguir engordando, condenada a este patio hasta el final...El destino es inexorable general, uno no puede cambiarlo, pero puede darle su toquecito personal. ¿Usted quiere ganar su batalla?  Y bueno, la gana y listo! ¿Qué necesita? Confusión? Le mandamos un buen vendaval que espante la caballería enemiga. ¿Le parece poco? Bueno, le mandamos una manga de langostas, también. Pida, general, que mientras se pueda...¿Coraje? Bueno, no...de eso ya no creo que me pueda encargar. Pero no se aflija, hijo, que a veces no hace falta coraje para ganar. Hay batallas que se ganan solas, quedese tranquilo. (Termina con el cigarrillo que minuciosamente estuvo armando.) Tiene fuego, che? (Belgrano la mira desconcertado. De atrás de una columna aparece Gardelito y le da fuego.) Gracias, Gardelito.

(Un tango potente y sensual cae sobre el patio. De entre la penumbra aparece una puta ves-
 tida como niña de la época. Es la misma actriz que salió en la escena anterior.)




LA PUTA NIÑA:    Quiere bailar conmigo, general? Venga, sea bueno...(Lo aprieta contra su cuerpo) Esta noche toda la ciudad depende de usted, y la ciudad no quiere un general triste...(Lenta, comienza la danza  al principio tímida pero lentamente se va convirtiendo en sensual, casi lasciva.) Quien diría...yo bailando con usted como las Helguera y esas otras señoronas.

(Contra una columna la pareja se besa y ríe)

LA MAGA:           Eso es...ríase, general. De que sirve un general triste. Además a la batalla  que ha de comenzar al alba la vamos a pelear todos, no es solo suya, general.

(Desde adentro viene el ciego tocando en su violín un ritmo de cueca, alegre y fiestero.
Entre risas aparecen dos mujeres a las que se les une la jovencita del escenario. Bailan.
De la penumbra aparecen el inglés Percy Hill, el joven soldado, el poeta, un viejo político
de los años cincuenta, que se suman a Belgrano y el Gardelito que estan en el patio.)

UNA MUJER:      Prendan candiles, prendan candiles!
                              Que suene el violín del ciego...!

(Hombres y mujeres bailan. La Maga camina entre sus fantasmas)

OTRA MUJER:    Este no es patio de lágrimas,
                              Que lloren las señoras en sus salones!

(Palmas y clima de extraña y mágica alegría.)

 OTRA MUJER:    Suene el violín, suene el bombo!
                               Que si hay olor a macho en el patio,
                               Es hora de cantar y bailar...!

(La fiesta es frenética. La Maga  dificultosamente camina hacia su sillón. Las mujeres
pasan de un hombre a otro, hasta que definitivamente van quedando con uno.)




EL CIEGO:             He visto hombres nacer,
                                 he visto siglos morir.
                                Si una puerta se cierra,
                                otra puerta se ha de abrir.

(La música cambia ahora suena un tango triste y melancólico. Todos bailan, algunos en
parejas, otros solos.)

LA MAGA:           Cuando oscurece, la luna del patio acompaña los miedos y alumbra las preguntas. Entonces vienen todos: Los poetas, los ladrones, los arzobispos, los tontos,  los héroes que no saben de alegrías...todos a sobarnos  y a buscar respuestas en los huecos de la carne. Todos quieren una señal, una señal que les diga: Por aquí...por aquí es...y la señal casi nunca llega. Entonces lloran sobre las potrancas encendidas que mientras galopan escuchan las promesas de siempre...y algunas les creen...como yo, puta tonta y enamoradiza  que nunca aprendió a separar el trabajo del placer. Tus promesas eran lindas, Miguel...

GARDELITO:     (Sin interrumpir el baile, a su pareja.) Un  reino de casas alegres, de            techos bajos y una avenida de yuchanes florecidos de copos blancos.

PERCY:                (A su compañera de baile.) Un país nuevo, Maga, maquinas, humo, chimeneas y la miel corriendo por las acequias.

GARDELITO:      Hombres y mujeres morenas riendo bajo el sol, en calles pintadas de rojo y blanco.

PERCY:                Y acero,  llamas y trapiches torturando, triturando, moliendo, fabricando.



GARDELITO:       Y los cuerpos sudorosos del amor, justo aquí, sobre esta tierra que ganara una batalla.


PERCY:                 Y gritos como vidrios, y la raza mejorada.

GARDELITO:       Manos curtidas por el sol, pezones morados...

PERCY:                 Caminos, asfalto, taladro.
GARDELITO:       Días y noches, construyendo la memoria.

PERCY:                 Grito y llanto, si es preciso.

GARDELITO:       Con nuestros alegres muertos necesarios.

PERCY:                 Y corregir la batalla ganada que es batalla perdida.

GARDELITO:       Ahora barro con el que levantaremos nuestra casa.

(Gardelito y Percy parecen descubrirse repentinamente, se separan violentamente de sus
mujeres que corren espantadas hacia adentro. Se miran tensos mientras caminan


en círculo como midiéndose. Cuando la pelea parece inevitable, se abrazan y terminan de
bailar entre ellos, el tango interrumpido. Con los últimos compases,  entra el agente
inmobiliario. Mide el patio a grandes zancadas.)


VENDEDOR:          Seis ochenta...me parece que tiene un poco más. (A la Maga que hace un gesto como para detener la pelea.) No se agite señora. Dentro de un  rato vienen a buscarla. Es lindo el geriátrico, ahí va a estar cuidada y  acompañada. No se como ha podido vivir aquí tanto tiempo sola, pero no se aflija que ya está todo arreglado. (En ningún momento deja de medir y sacar cálculos). Usted ni se imagina lo que vale esta propiedad. Terrenos en esquina de este tamaño, ya no se encuentran en esta parte de la ciudad. Descontados los impuestos que se deben, le va a quedar buena
                              plata todavía. Quedese tranquila. Voy a ver si despacho a los clientes por la otra puerta, así no la molestan. (Sale)
UNA MUJER:         (Entrando, pálida y descalza) No hay hombres...no hay hombres, carajo! ¿Nadie que haga frente? Nadie que ponga el pecho? ¿Dónde están? Se esconden como señoras miedosas! ¿Para que aguantarlos siglos entre las piernas? ¿Nadie va a decir, este ladrillo es mío, este aire es mío, esta sangre derramada es mía? (Han ido apareciendo  de entre las sombras, mujeres y hombres que pueblan confusamente la memoria de La Maga.) ¡Un solo hombre quiero, que sostenga el aire y los jazmines, el olor de los sueños cobijados en el patio, el golpe de los pechos empujando la memoria...uno solo, carajo!
EL CIEGO:           (Cae de rodillas.)Señora, madre de los desamparados, ayudanos!
                              Señora, dulce compañera de los solos, ayudanos!
                              Señora, luz del privado de la luz, ayudanos!

(El resto de los personajes, sobre todo las mujeres, acompañan el rezo)

EL CIEGO:            Señora, virgencita de la Merced, madre de los olvidados!
CORO:                   Escucha nuestros ruegos!
EL CIEGO:             Señora, virgencita de la Merced, madre de las solas!
 CORO:                   Escucha nuestras suplicas!
EL CIEGO:            Señora, virgencita de la Merced, madre de las lapidadas!
CORO:                   Mira nuestras lágrimas!
EL CIEGO:            Señora, virgencita de la Merced, madre de las Magdalenas!
CORO:                   Seca nuestras lágrimas!


(Sobre la última frase, en lo alto, como suspendida en el aire, aparece la Virgen de la
Merced)

EL CIEGO:           (Gritando) Aleluya! ¡ Aleluya! El que no tiene luz, ve la luz! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
LA VIRGEN:        Bueno...bueno. ¿A que se debe tanto alboroto?
UNA MUJER:          Nos quieren desterrar, señora.
OTRA:                    Quieren demoler la casa.
EL CIEGO:             Y nosotros existimos porque este lugar existe, señora.

LA VIRGEN:         Ustedes quieren resistir el mandato divino?
EL GENERAL:        Con todo respeto, no creo que el señor mande matar la memoria, entronizar el olvido.

LA VIRGEN:         El sabrá porque lo hace. Hay cosas que no se discuten.
UNA MUJER:           A lo mejor, El no sabe mucho de nosotros y por eso dispone así.
OTRA:                     La verdad es que ...no se, me parece que por aquí anduvo poco.
OTRA:                     Poco y nada diría yo. Porque mire que han pasado cosas jodidas .
EL CIEGO:              Tierra olvidada, es esta. Dejada de las manos de Dios, dice la gente.
EL GENERAL:          Por favor, no malinterprete...


EL CIEGO:              (Con golpes de violín) Tierra de muertos sin sepultura.
                                                                      De mujeres solas que caminan.
                                                                       Tierra de siniestras conjuras.
                                                                       De paridas con las manos vacías.

LA VIRGEN:        (Casi enojada.) Ustedes están blasfemando!
PLACIDO:            Si me permite, tengo un petitorio escrito.(Lee una vez que obtiene silencio de los demás.) Los aquí reunidos, nos dirigimos a usted y por su digno intermedio a la instancia superior, sin el menor ánimo de menoscabar vuestra alta investidura, a fin de plantear lo siguiente: Vista la necesidad manifestada por todos y cada uno de los aquí presentes, de preservar este lugar que nos cobija y justifica nuestra precaria existencia. Y considerando: l.- Que las damas que aquí moran  han sabido guardar en su cuerpo el ímpetu y la savia vital de varias generaciones. 2.- Que los caballeros que entre estos muros deambulan, representan retazos de gestas heroicas, a veces públicas y otras, las más,  privadas; pero heroicas al fin, llenas de tesón y voluntad. 3.- Que todos los citados up supra, incluido el infrascripto, no somos dueños de nosotros mismos y solo existimos por interpósita persona, venimos con todo respeto a peticionar: 1° Se preserve el lugar de la memoria.- 2°  Se respete nuestra
                               voluntad de existir en el ámbito que corresponde mientras quien nos cobija, así lo disponga.- 3° Será justicia.-

(Todos los habitantes del patio estallan en aplausos y vivas. El General, emocionado, se
acerca y abraza a   Plácido.)

EL GENERAL:         Bravo, poeta. Te felicito. Ni yo lo hubiera hecho mejor.
LA VIRGEN:         Mientras quien nos cobija lo disponga...¿Y que disponés, vos?


LA MAGA:            Ay, señora...! La verdad es que cuando la vi pensé que de allá arriba habían tenido la deferencia de mandar a buscarme... al fin me llegó la hora, me dije. Lo encontraron..! Porque durante estos últimos años, debe ser lo  que me visitaban varios de esos que pasillean Tribunales, anduve pensando que se había perdido el expediente mío, o traspapelado, como le dicen, y ya nadie se acordaba que hace tantos años que ando por aquí. También pensaba:-Raro, que el Señor se olvide, aún sin mirar las fichas de cada uno, los debe tener a todos en la cabeza-. Porque con los años la memoria se te va afilando como un cuchillo. Yo, por ejemplo, cada vez me acuerdo de mas detalles: El lunar en el cuello del moreno aquel o la cara de asombro y los ojos vidriosos de ese chico cuando acabó por primera vez...o el brillo de aquel puñal que una noche se  hundió entre los pliegues del vestido  y que todavía me duele en el alma. Estoy cansada, señora, no es fácil aguantar este cuerpo que ya ni para dar placer sirve.
LA VIRGEN:        No es cosa de olvidos. Son designios del señor. A lo mejor es una cuestión de oficio, como vos decís, a lo mejor para eso estas, para guardar, para  conservar...para ser la memoria.
LA MAGA:          (Se revuelve indignada en su sillón) ¡Pero que memoria, ni memoria! ¡La mierda guardo yo! ¡La basura, la tristeza, la cobardía!
LA VIRGEN:       Eso será lo que hay que guardar entonces.
LA MAGA:          ¡No hay derecho! ¿Qué soy yo? ¿La cloaca? ¿El reservorio de la bosta? ¿El pozo ciego? ¿Qué soy yo?
LA VIRGEN:       No te pongas así. También guardás otras cosas. No seas injusta con vos      
                             misma.

LA MAGA:          Si, claro! Guardo los sudores, los besos y las caricias reservadas para las putas. La saliva del alcohol, la mentira, lo clandestino. ¡La mierda del mundo, guardo!
LA VIRGEN:       Bueno, algunos te han amado.


LA MAGA:          Y si...algunos supongo que si. Pero no me convence...Es demasiada carga para mi.
LAVIRGEN:        Vos sabés que yo no decido nada. La voluntad del Señor no se discute. Como  está en todas partes, el sabe lo que a cada uno le conviene y sabe además, la carga que cada uno puede soportar...No se...a lo mejor, si te cuidás de no seguir blasfemando, quizás pueda hacer algo.

(Con el último texto la virgen desaparece  junto a los demás personajes. Se escucha un
tango, Gardelito  y la mujer apuñalada pasan bailando y se pierden entre las sombras . En
un rincón, un hombre de saco cruzado y anteojos oscuros,  enciende un cigarrillo. La  Maga
ahora esta de pié.)

EL HOMBRE:      Yo se que vos sos una mujer inteligente, Maga, no te vas a meter en estupideces. Además, sabés que conmigo no se juega...¡Como no vas a saber! La de polvos que habremos echado. Disculpá  si con el operativo  te espantamos los clientes, pero el deber es el deber. Sabés que a mi no me gusta este trabajo, pero alguien lo tiene que hacer, alguien tiene que cuidar este país. No creas que estos pendejos jugando a los guerrilleros son moco de pavo, no señor, matan gente, les pudren la cabeza a los jóvenes sanos, les meten ideas raras, alguien tiene que pararlos. A la cizaña hay que cortarla de raíz  porque enferma todo. Si dejamos uno vivo, ese se puede meter con tus hijos, Dios no lo permita, y llenarles la cabeza. Para ellos nada vale, ni el hogar, ni la familia, ni la religión, nada. Y todo es culpa de los padres Maga que no vigilan. Me da una pena, che...vos sabes que hoy es el cumpleaños de quince de la Huerto mi nena del medio y yo tengo que andar aquí trabajando. Apenas pude ir a la misa y de vuelta al servicio... pero bueno, alguien se tiene que sacrificar, no?


(Desde adentro aparece una mujer)

LA MUJER:         Oficial...
EL HOMBRE:      Bueno...bueno, miren quien vino.
LA MUJER:          Raro usted un sábado por aquí.
EL HOMBRE:      No vengo de joda, estoy de servicio.
LA MUJER:          Bueno, pero ya que está aproveche. Hoy no vino nadie.
EL HOMBRE:      Es que tenemos rodeado el barrio. Se nos va a escapar si es brujo, el hijo de puta.

LA MUJER:          Bueno, no ha de ser para tanto...venga adentro que le voy a hacer pasar el enojo.
EL HOMBRE:      Quince años se cumplen una sola vez en la vida. –No salgas esta noche, papá. Quedate conmigo- me decía la Huerto... Lo voy a coser a balazos al hijo de puta.
LA MUJER:          (Lo abraza y acaricia tratando de calmarlo) No se enoje, oficial, deme un beso...
EL HOMBRE:     (la  arroja al suelo de un empujón.) ¡No me toqués la pistola, puta! ¿O querés que te reviente a vos también?  El arma es como la madre. No se toca. Y menos una mina como vos, entendés? (La Mujer asiente desde el piso.) Te has quedado dura ahí, Maga. No te asustés. Es que estoy un poco nervioso. Si me desocupo temprano, vuelvo. (Sale)

(La mujer se levanta, mira asegurándose de que el hombre se haya ido. De entre los amplios
pliegues de la falda de La Maga sale un muchacho, pálido y tembloroso.)          

MUCHACHO:     Perdóneme, no la quería comprometer,,,perdóneme.

(La mujer hace un gesto indicando silencio. Lo toma de la mano y se encamina hacia el


interior, cuando vuelve el hombre. La sorpresa paraliza a la pareja que se queda quieta y en
silencio.)

EL HOMBRE:     Yo sabia que algo escondías, puta. Porque me hacés esto? ¿Acaso no he sido siempre bueno con vos? No he tratado de ayudarte? ¿De hacerte un poco mas liviana esa vida de mierda que llevás? ¿Te encontrás con un tipo decente y que hacés, eh? ¿Que hacés? Traicionarlo. Ves que en
                              mujeres como ustedes no se puede confiar? Te había dicho...ahora voy a tener que cagarlos a tiros a los dos.

(El hombre lenta y confiadamente va a sacar su arma pero  La Maga  le esta
apuntando con un viejo revolver. El hombre la mira asombrado un instante. Los compases
de un tango que inunda el patio, reemplazan el previsible disparo. Se va la luz unos
instantes. Cuando retorna, discuten una puta y Plácido.)

PLACIDO:            (Exaltado)Tenemos que mandar cartas: Al gobernador, al presidente, a  todos...Hay que formar una red solidaria. También podemos pedirle a la Sociedad Cosmopolita que haga una edición especial de poemas dedicados al tema de la preservación del espacio en el que nosotros vivimos, tenemos que interesar a las plumas insignes del país. Los hombres del pensamiento tienen que expresar su solidaridad.

LA MUJER:             ¿No podríamos ser un poco mas prácticos, poeta? Yo tengo un cliente que es juez, un viejito simpático y sucio...¿Nunca te conté? Le enloquece mirar. Le gusta que me desnude y le haga poses mientras el se queda en un rincón, babeándose. Tiene un pito chiquitito y cuando por ahí se le da por montarme, tengo que gritar y pedirle por favor que tenga compasión, como si me hiciera daño...la verdad, son raros los hombres, poeta. Mañana me toca con el. Ahí le voy a pedir que pare todo este asunto.


PLACIDO:            ¡No! Me niego. Esta es una causa justa. No podemos procurar justicia por caminos espúreos.

UNA MUJER:         Vos hablás muy lindo, Plácido, pero no te entiendo y aquí hay que                                                         
                                 hacer algo  urgente. Si no te parece lo del viejo, también tengo un  
cliente que es policía, de los de arriba. Podemos arreglar con ese...
PLACIDO:            No te permito. Una causa justa debe ser defendida por hombres justos. no por corruptos. Son los hombres del pensamiento y los hombres sensibles, los que tienen que traernos justicia. A ellos hemos de dirigirnos.

LA MUJER:             No seas terco,  Plácido. Me parece que aquí hay que encarar las cosas de otra manera.



PLACIDO:           Es mas, ya tengo en mente un manifiesto que estoy seguro, van a firmar todos los colegas de la Sociedad de Escritores, los pintores, los músicos. Se va a intitular: “El Partenón de la Memoria” ¿Qué te parece? (Dibuja las palabras en el aire.) “El Partenón de la Memoria”...Comienza mas o menos así: Hombres necios que abandonais los sueños, sin saber que son lo único que os mantiene vivos...(Duda) No...no , me parece un poco obvio... podría ser: Existir o no existir, esa es la cuestión...(Vuelve a dudar) No, esperá...
LA MUJER:            Sos incorregible, poeta. Vení, tu sopa ya debe estar lista. Mañana voy a hablar con mi viejito, a lo mejor el puede hacer algo.

(Mientras salen,  Gardelito los mira apoyado en una columna, mientras se limpia las uñas
con el cuchillo. La Maga sonrie.)



LA MAGA:           Siempre fue asi, inútil ...inútil pero encantador. Sapo que se equivocó de charco. Un día dio un salto mas largo del que pensaba y cayó aquí. Hermoso tipo, este Plácido ,che. ¿Te acordás del día que llegó?
VENDEDOR:       (Entrando) Ya le dije que no se agite, abuela. Tranquila, que ya se fueron todos, no van a molestarla mas. Lindo perfume tiene  esta casa...(Deja en el piso un fuentón y una jarra de cobre.) Mire que guarda porquerías usted aquí. Me voy a llevar algunas cositas, total a usted ya no le van a hacer falta. A la patrona no creo que le interese mucho, pero a las chicas quizás le gustan.(Sale.)
LA MAGA:          Y vos...?  Justo ahora te quedás parado, quieto. Dale, bailate un milongón. Algo alegre, algo que me mueva el alma. (Suena una alegre milonga y Gardelito baila, desplazándose por todo el patio.) Eso es...Pensar, tantos años amandote para terminar así, para que al final lo único que me quede de vos sea este perfume del jazmín y la calentura que todavía me produce el recuerdo de tu cuerpo bailando pegadito al mío. (En sus evoluciones Gardelito tropieza con el fuentón y la jarra.)  Tené cuidado. La de conchas que se habrán lavado con esos utensilios.

VENDEDOR:       (Trae una antigua muñeca. Nota con alguna extrañeza que los elementos se han desplazado.) A la nena del medio le van a gustar, le encantan las cosas antiguas. (Ordena las cosas.) Ahí está. Para que juegue a bañar la muñequita. Espero que no le moleste, abuela. Hay otras cositas también. De todas maneras lo tomo como parte de la comisión. Muebles casi no quedan, solo algunas macanas que no vale la pena ni sacar a remate.

(Cuando  sale se cruza con una  mujer que  entra muy enojada y va hacia las cosas que el vendedor dejó en el suelo)




LA MUJER:           ¿Porque se meten con mis cosas? ¡Toquen lo que se les cante pero mis cosas no! (A la muñeca) Mi bebé...! Usted no se vaya con cualquiera. La bebé tiene que quedarse donde mamá la deja. Que ningún hombre malo la toque. (Va a salir y descubre al General Belgrano que observa en la penumbra.) ¡General! Al fin  un hombre. Justo la persona que  nos hace falta. (Deja las cosas en el suelo, suspira, lo abraza.) ¡Ay, general...que suerte! Por fin un hombre que organice la lucha. Un valiente que nos defienda.
EL GENERAL:         ¿Yo? ¿Y porqué yo?
LA MUJER:           ¿Por qué?  Porque usted es quien es, mi general. Es su destino y uno no puede escaparle al destino. Tiene que ponerse al frente. Usted es el hombre.
EL GENERAL:        No, hija...por favor, usted no entiende.
LA MUJER:            ¿No entiendo que, mi general?
EL GENERAL:        Es que yo no se...yo no puedo...

LA MUJER:           ¡Claro que puede! Mande, organice, grite. Coloquemos  la infantería  al     
                                frente. Podemos armar barricadas, cerrarles el camino. ¡Yo lo ayudo!   
                             (Va colocando sola, macetas como barricadas.) Por aquí no van a pasar!
EL GENERAL:        Yo soy un hombre de leyes...

LA MUJER:           Las leyes son lo que menos importan en esta historia. Hay que pelear. Hay que resistir. Que no crean que se la van a llevar de arriba. ¿Qué hacemos con la otra puerta?
EL GENERAL:        ¿Que puerta?

LA MUJER:          La que da a la otra calle. Venga, ayúdeme a trancarla, vamos a apilar muebles. También tenemos que clavar las ventanas.



(El vendedor entra arrastrando un viejo baúl)

VENDEDOR:        Pesa  una tonelada, abuela. ¿Que guarda aquí? ¿Ladrillos? ¿No serán las famosas “joyas de la abuela”? (Se ríe solo del chiste tonto. De pronto descubre que varias cosas han cambiado de lugar.) ¡Oiga, que ha pasado aquí! Esto estaba...y esto...No, señor. Las macetas no estaban ahí...Y a esto yo lo dejé...¡Vamos, no me joda, abuela! No se haga la viva conmigo. Así que cuando yo no la veo...No, usted  no puede ser...¿Tiene a alguien escondido aquí? ¡Pícara la viejita, eh! No...no puede ser...A lo mejor me confundí. (No muy convencido.) Mi mujer siempre me dice que soy un distraído...si eso debe ser. Bueno, veamos que hay aquí. (Abre el baúl y saca vestidos y zapatos que va desparramando en el suelo.) ¡Tanto trapo! ¿Usted se ponía esto, abuela? Debe haber sido hace siglos porque ya no le entra ni en la uña. (Encuentra un cofrecito con joyas de fantasía.) ¡Las joyas de la abuela! ¿Ve que tenía razón? Chafalonías, piedritas, vidrios de colores. No deben valer dos pesos. ¿Y esto se ponía, usted? Cosas de puta, abuela. Debe ser cierto lo que se dice por ahí de esta casa. En fin... por lo menos para que las chicas jueguen van a servir.(Sigue revolviendo.) ¡Una bandera! Y que hace una bandera aquí? (La despliega. Aún conserva viejas manchas de sangre.) ¿Y esas manchitas sospechosas? ¿Que se anduvo limpiando con la bandera, abuela?   (Saca dos paquetes de cartas, atados con una cinta.)  Cartas. ¿Serán cartas de amor, ché? ¿Y porque no? La de historias que debe tener en su vida, vieja.(Se escucha ruido de muebles que se corren.) ¡Quien anda ahí! (Toma la jarra a manera de arma.) Ya sabía yo que no estábamos solos. (Con miedo.) ¡Quien es! ¡Salga...salga ya mismo o le
                                reviento la cabeza! Conmigo no van a joder...salga! (Toma coraje y entra.)

 (Del otro extremo aparece una mujer que junta las cartas dispersas en el suelo. Gardelito se
las quita y las va rompiendo de a una. Aparece Percy.)

LA MUJER:            ¡Hijo de puta...son mis cartas! No tenés derecho.  Te da bronca porque sos incapaz des escribir algo lindo. Jamás hubiera podido guardar una carta tuya. (Llora juntando los pedazos.) Hijo de puta.
PERCY:                 Celoso, el hombre.
GARDELITO:        Gardelito no tiene celos. Y menos de estupideces.
PERCY:                  La dama no cree que sean estupideces.
GARDELITO:        No es ninguna dama, es la mina de Gardelito, y la mina de Gardelito no tiene porque andar con cartitas de otro.
PERCY:                 Me llamo Percy Hill, no “otro”.
GARDELITO:        (Sacando el cuchillo) ¡ Me importa un carajo como se llame!
PERCY:                 Guarde el arma que hay cosas que no se resuelven a puñaladas.
GARDELITO:       Te acobardaste, maricón.
PERCY:                  (Saca un revolver.) No crea, don.
GARDELITO:        Arma de fuego, arma de cagones.
PERCY:                  El cuchillo es para carnear vacas.

GARDELITO:         ¡Vaca será tu madre!
LA MUJER:           ¿Son estúpidos, ustedes? ¿No saben otra cosa que pelear? ¿ No se dan cuenta de lo que esta pasando? ¡Todo se derrumba y ustedes siguen con sus chiquilinadas!
GARDELITO:       No grite. Usted bien sabe que si alguien le falta, aquí estoy para defenderla. el fierro esta para eso.
LA MUJER:          Todo se derrumba, Miguel.

PERCY:                  Quizás no haya mas remedio que aceptar la realidad...y nosotros
                              estamos fuera de ella. No somos mas que humo. Quizás está llegando el
                               viento que viene a dispersarnos.

LA MUJER:          No. A mi no me van a arrear con el poncho.(Junta las cosas y las va guardando en el baúl.) Mis cosas son mis cosas y mi lugar es mi lugar. Yo voy a defenderme. No se como, pero no se la van a llevar de arriba. Ustedes hagan lo que quieran.
GARDELITO:       Decime donde hay que enterrar el fierro y te aseguro...
LA MUJER:          Nunca vas a entender, Miguel.
GARDELITO:       Gardelito...
LA MUJER:           Miguel Arrieta. Así te llamás. Yo te puse Gardelito. ¿O ya te olvidaste?
PERCY:                 Somos humo, y el humo se esparce en el aire...Hay que aceptarlo.
LA MUJER:          ¿Te acordás de este vestido, Percy? Vos me lo regalaste.
PERCY:                 Me acuerdo.
LA MUJER:          ¿Y de estas cartas, te acordás? Esto no se esparce en el aire. Esto queda. Alguien va a leerlas y se va a burlar. Alguien va a tirar este vestido a la basura o lo va a usar para limpiar la mugre.
GARDEL:             ¿ Que hay que hacer?
LA MUJER:          ¿Que podés hacer vos? Si solo sabés amenazar con ese cuchillo y bailar. Maravillosamente, eso si.
PERCY:                 ¿Y yo?

LA MUJER:          ¿Vos?  Tampoco creo que sirvas de mucho, Percy. Tan caballero, tan de     
                               humo...si ni el humo de tus chimeneas pudiste defender cuando llegó el  
                                momento. ¿Que podés hacer?

(Suena un tango tristísimo. Gardelito automáticamente comienza a bailar hacia la
penumbra. Percy en un rincón, mira. La mujer ordena y lee las cartas que quedaron sanas .
Entra una mujer madura semidesnuda, por detrás un muchacho. La mujer toma un  vestido
que quedó en el suelo y se lo pone lentamente.)

MUCHACHO:       ¿Me tengo que ir?
LA MUJER:           No está bien que un chico ande en la calle a estas horas.
MUCHACHO:       No soy ningún chico y quiero quedarme.
LA MUJER:          No. No sos  un chico...pero es mejor que te vayas.
MUCHACHO:        Fue mi primera vez.

LA MUJER:            (Lo acaricia.) Sos tan hermoso...ya se que fue tu primera vez.
MUCHACHO:       Me sentí muy raro...es distinto de como me lo había imaginado.
LA MUJER:           ¿Y como te lo habías imaginado?
MUCHACHO:       No se...distinto. Los muchachos me habían contado que con las ...con ustedes era mas...no se...mas frío.
LA MUJER:           Es que yo soy una puta caliente, muchachito.
MUCHACHO:        No. Usted no parece ...
LA MUJER:           Parezco puta y soy puta, hijo...Tenés una mirada hermosa, limpia. Es una lástima,  con el tiempo se te va a ir enturbiando. Debe ser eso lo que me enternece de los chicos como vos. La próxima  vez que vengas, tus ojos no van a ser los mismos.
MUCHACHO:       Tenía mucho miedo.
LA MUJER:           Tenías miedo y pensabas que no ibas a funcionar. Que no se te iba a parar y que yo me iba a reír.
MUCHACHO:      Si.
LA MUJER:          Bueno, ya ves que no fue así.
MUCHACHO:      No. Fue muy lindo, señora.
LA MUJER:           No me llamés señora.(Lo besa.) Andate.

(Cuando el muchacho va a salir entra agitado, el vendedor. Aun conserva la jarra en la
mano. Los personajes de la memoria están en distintos rincones del patio, pero obviamente
el no puede verlos.)

EL VENDEDOR:  Esta todo cerrado. La puerta de atrás esta trabada con muebles. Las ventanas también están clausuradas. ¿Que esta pasando aquí abuela? Usted no me engaña. Usted sabe algo. Se queda ahí quietita en su sillón pero sabe algo...Yo no creo en fantasmas. Aquí anda alguien. A mi no me joden. ¿Usted tiene herederos, abuela? Si eso debe ser. Algún heredero que no quiere que se tire la casa abajo...pero si aquí lo que vale es el terreno, la casa se esta cayendo, no tiene ningún valor. (Grita como para que alguien, mas allá del patio, lo escuche.)Si quieren negociar
                              hablamos, pero que no se hagan los vivos porque  conmigo no se juega.¡No se juega! Cuentas claras conservan amistades. Yo tengo mi trabajo y lo cumplo. Yo hago lo que tengo que hacer y si a alguien no le gusta que me lo diga. ¡Pero de frente eh, de frente! (Espera respuesta.) ¡Que mierda pasa aquí, abuela! Todo esta cerrado. Todo clausurado. ¿Y por donde salgo me quiere decir? Yo tengo que volver a mi casa. Mi mujer me espera...bah! Mi mujer no sé, pero las chicas si. Sobre todo la del medio, esa siempre me espera...La puerta del frente...¡Que estúpido! La puerta del frente...(Ríe) Si entré por ahí...Por un momento tuve miedo de no poder...Me puse nervioso. ¡Que estúpido!(Levanta la muñeca, algún vestido, la palangana.) Adiós, vieja. Cuando yo vuelva usted ya no va a estar, ni la casa. Adiós, gusto en conocerla.


(El vendedor sale. Se escucha el violín del ciego que entra, la mujer  mas joven corre a
recibirlo.)

LA MUJER:           Eso es lo que está haciendo falta, un poco de música. Vamos a resistir pero con alegría, carajo. Que no se diga que en este patio falta  alegría. ¡Vamos! ¡A bailar todo el mundo! Que nadie piense que la lucha es tristeza!
(La música suena alegre. Lentamente los personajes del patio se van animando. El general
ha vuelto. También Plácido y los otros que conforman la confusa memoria de La Maga.
Algunas mujeres son ella misma en distintas épocas.)

 UNA MUJER:        Venga, general, baile conmigo. Antes de la batalla  no tiene porqué estar triste.
EL GENERAL:      ¿Que batalla?
LA MUJER:            La que se va a librar en este patio y que usted va a comandar. ¡Baile general...baile! Va a ser una batalla hermosa, llena de fervor y coraje... y la vamos a ganar...¡Baile general!

(Los personajes bailan solos o en parejas, cubriendo todo el patio. El ciego se mueve entre
ellos mientras toca. La Maga parece dormitar.)

EL CIEGO:             Aquí están los que no son,
                                aquí bailan los que han sido.
                                Arena que no arrastra el río,
                                con ellos no puede el olvido.
OTRA MUJER:      (Baila con Plácido.) Eso es, poeta, baila, alegrate y cambiá esa cara.
PLACIDO:              Es que estoy preocupado, muchacha.
LA MUJER:           ¿Por...?

PLACIDO:              Nadie contesta, ni escritores, ni plásticos, ni las fuerzas vivas de la
                                ciudad. y que conste que a todos les he mandado el manifiesto.
LA MUJER:           ¿Y que esperabas, Plácido? ¿Que alguien se comprometa con los pobres sueños de una puta que no se puede morir? Bailá poeta y olvidate de tus escritos.
PLACIDO:             Hay que seguir intentándolo, alguien tiene que contestar.
LA MUJER:            Ya no hay mucho que hacer, solo esperar la batalla final.
PLACIDO:              Me niego. Si hay una batalla tiene que ser la de los hombres sensibles. Nuestra fuerza no puede ser la fuerza...¡Pare la música! ¡Escuchen, escuchen todos!

(El ciego hace silencio. Los bailarines se detienen. Plácido sube al baúl.)

PLACIDO:              (Un tanto sorprendido por el efecto logrado.) ¡Amigos...queridos amigos! Hace años que vagamos entre estas paredes, tantos que algunos de nosotros somos solo tenues, borrosas sombras. Pero aquí estamos, resistiendo. Quizás impúdicamente mezclados los transparentes, los borrosos, con los que aún tienen alguna consistencia, pero estamos. Propongo dejar testimonio de nuestra existencia. Propongo escribir cartas que serán como botellas al mar, cartas que alguien, alguna vez...
GARDELITO:       (Lo baja de la solapa, cuchillo en mano.) ¡Así que vos también sos de las cartitas! Escribir...Te voy a escribir mis iniciales en la cara para que  se te vaya la costumbre de mandarle cartitas a la mujer del prójimo.
UNA MUJER:       Dejalo, Miguel. ¡Guardá el cuchillo! Lo dicho, nunca vas a entender nada. Mirá, poeta, vos tenés hermosas ideas, pero inútiles. Esta es tierra de hombres sin memoria. Los hombres de estos pagos no entierran muertos, entierran sueños. Los tapan bien y siguen andando.
GARDELITO:       Viviendo.

LA MUJER:           No, no viven, duran. Se les forma una costra en el alma y duran hasta
                              que el de arriba diga basta.

(Un hondo silencio los ha ganado. El ciego apoyado en una columna, desafina una melodía
triste y melancólica)

UN MUCHACHO:   Yo no quiero una batalla mas, pero si hay que pelear, se pelea. Yo quería ser el recuerdo de otros, quería existir en otros sitios, pero me fui borrando. Estuve durante un tiempo en los sueños de mi madre. También vagué por una plaza donde solía encontrarme con mi novia...pero me fui borrando, esfumando. Ahora solo soy aquí, donde un gesto de la vieja Maga me hizo quedar...en este patio. (Pausa) Que sea hasta que ella quiera. Que no venga cualquiera a derrumbar estas paredes y empujarnos al olvido. ¡Si hay que poner el pecho se pone!
LA MUJER:               (Lo besa.)¡ Mi muchacho...!
PERCY:                      Lo que tenga que ser, será.  Hay cosas contra las que no se puede luchar. Para que lo nuevo venga, lo viejo tiene que morir. ¿Qué cobijan estos muros? Mirense. ¿Que son...? ¿Que somos? Sombras. Hilachas de sueños que no se cumplieron. Miserias que la historia esconde. ¿Porque creen que estamos todos juntos aquí?  ¿Porque existimos aquí, absurdamente mezclados, solo retenidos por algún insignificante gesto que nadie recuerda...? O lo que es peor , por la resistencia al olvido que tienen nuestros fracasos.
PLACIDO:                 Quizás  solo eso justificó nuestra existencia, don. El pequeño gesto que ya nadie recuerda o  el fracaso que ocultamos a todos, pero que aquí sobrevive.
UNA MUJER:            Y por eso hay que bailar...porqué en esta tierra de olvidos, seguimos resistiendo...¡Vamos...a bailar, que no nos gane la tristeza!


(El clima de fiesta retorna lentamente, alentado por las mujeres. Solo Percy y Gardelito
permanecen en sendos rincones, en silencio. Pañuelos se agitan al aire. El violín suena
estridente, pero todo es interrumpido por el estrépito de la palangana de bronce que El
Vendedor arroja a los pies de La Maga.)


EL VENDEDOR:           Todo esta cerrado, no hay por donde salir...¿Como no me di cuenta antes de que vos eras la culpable de todo? ¡Vieja bruja! ¡Gorda puta! ¿Porqué me hacés esto?  Yo quiero salir...necesito salir. A mi me esperan, yo tengo una vida fuera de aqui...¿Por qué, vieja?  ¿Es por la casa? ¿No te das cuenta que todo se derrumba...Qué todo se viene a la mierda? ¿Que en cualquier lugar vas a estar mejor? ¡Contestá, carajo!...Vieja bruja...¿Como lo hacés? Vamos, decime...¿Te crees que a mi me vas a meter miedo? No, señora, no. Estás muy equivocada...(Transición) ¿Es por la casa,no? ¡Quedate con la casa! ¿Vos te crees que a mi me gusta este trabajo? ¿Te crees que me gusta andar sonriendole a unos estúpidos con plata para que compren tu pocilga? No, claro que no... pero alguien lo tiene que hacer. Yo gano mi platita y además te beneficio a vos y a mucha gente que ya no soporta estas ruinas...¿O es por tus cosas?  ¡Mirá lo que hago con tus cosas! (Le arroja encima las joyas que llevas en los bolsillos.) Y tu muñequita...¡Mirá lo que hago con tu muñequita! (La va destrozando y arroja los pedazos sobre La Maga.) ¡No te tengo miedo, gorda...no te tengo miedo!



(La Maga saca de entre sus ropas el viejo revolver y dispara. El vendedor cae lentamente y
es recibido por los otros personajes que lo levantan sobre sus cabezas y lo sacan como en
una procesión. Por detrás va el ciego haciendo sonar su violín. )



LA MAGA:                Bailá , Gardelito...bailá para mi.

(Lento un tango inunda el patio. Gardelito baila y luego de unos instantes, baja la luz.)



                                                                   FIN



RAFAEL F. NOFAL
DNI 8.395.995
Pje. Alvarez Thomas 2369
Tucumán – Rep. Argentina


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